-acercamientos a su poesía-
Karelyn Buenaño
Pálmenes Yarza |
La poesía en Venezuela, cada vez más vigorosa y diversa, debe
parte de su fuerza expresiva a los aportes de escritores apenas leídos, y menos
conocidos que otros autores de su mismo contexto, madurez y trascendencia. Por
esta razón, hacemos un esbozo sobre la obra de la escritora yaracuyana Pálmenes
Yarza (1916-2007); mujer subversa que, junto con otras extraordinarias poetas
venezolanas, hicieron de su nombre un
oficio y ars poética.
La leyenda de Aracne o Las Hilanderas. Diego Velázquez 1599-1660 |
La poesía de Pálmenes Yarza comenzó a zurcirse a temprana edad. En
1935 obtiene su título de Docente Normalista. No en vano el primer poemario de
la autora, publicado en 1936, se titula a secas Pálmenes Yarza. Su
incursión en las letras venezolanas coincide con la aparición del grupo
literario Viernes. En su primer libro, dedicado a la memoria de su
padre, Yarza va tejiendo la mujer-ausencia, la mujer-olvido, y la
mujer-silencio: He de aprender a hilar mi tela/
como la
araña, sin telar;/ demarcaré en medio de la vida/ la armonía de ser!/ Cavaré la tierra con mi raíz,/ como la planta,/ y después,/ subirá mi fuerza al cielo/ y se dará
en flor;/ génesis de la vida!/ La flor es la canción
del árbol!/ Con mis ojos diáfanos/ soliviantaré la calma de la tierra/ en las
noches largas!/ Hablaré conmigo;/ y cuando hable con los otros/ mi silencio
será el lastre/ de las palabras suspendidas/ en el alma!/
Del mismo modo fue Pálmenes Yarza construyendo su palabra en la
vida propia: lentamente, desde un silencio hondo y fértil hacia su transparente
elocuencia. Ya podemos observar en sus inicios esos rasgos determinantes de
nuestra poesía de inicios del siglo XX: de vanguardia lenta, todavía
circunscrita en una especie de ensueño finisecular, aunque entonces se dejan
ver la escobillada del verso libre, y un uso no tradicional de licencias poéticas,
signos ortográficos, para recrear un tono poético exaltado e interiorizante. La
propuesta literaria de Pálmenes continúa en los poemarios Espirales
(1942) e Instancias (1947); épocas de búsqueda y florecimiento en las
cuales la ausencia y la muerte inundan los espacios de la página, pero la
audacia de la palabra no se detiene:
Compañera: a la
distancia, tu nombre es una herida de luz. Persistes con nosotros y nos sonríes
en cada encuentro. Como te sonreirían las palomas de los celajes y las célicas
faenas asomadas en cortejo a los aires inéditos, apareciste incorpórea en el
umbral de los confines imposibles.
He aquí un viaje silencioso a la incorporeidad de la hilaza cotidiana,
el dolor calmo de lo querido; el territorio por antonomasia de las penas
efímeras. Vemos aquí como la autora se vale del recurso del poema en prosa (muy
poco común para su tiempo, aunque utilizado por Bolívar en 1823 en Mi
delirio sobre el Chimborazo; y luego
en 1925, con la obra de José Antonio Ramos Sucre) para hilvanar sus amores.
Todavía en estos primeros libros se encuentran trazos de un eros velado, y
algunas quejas del verso, como en este poema en dístico llamado Encuentro:
Lovers. Andrew Wyeth 1917-2009 |
En la lectura de los dos primeros poemarios de la autora notaremos
una tendencia a nombrar los sustantivos que sugieran redondez, evasión o
sinuosidad (nube, fronda, araña, perfume, luna, pájaro, roca, etc.); mucho más
que aquellos que hablan de figuras lineales (tallo, flecha, fuente); lo cual
nos da una idea de los temas predominantes de la autora: la femineidad, lo
materno, la fecundidad, el deseo femenino, la ternura, la imprecisión del
instante, la fábula del aire. En cambio, los temas relacionados con las fuerzas
de lo pasional, el drama telúrico, la confrontación del verbo, la presencia
física del amante/amado, el padre, el hijo, todavía no cobran fuerza en este
primera poesía.
De estas primeras lumbres líricas, y luego de su libro en
transición Elegías del segundo (1961), la autora gana el Premio Nacional
de Literatura, y construye una nueva ars a través de los poemarios Contraseñas
del tiempo (1974), Recuento de un árbol y otros poemas (1975), y
Poemas. Recuento de un árbol. Incorporaciones de la isla (1976), en los
cuales Pálmenes Yarza hace su palabra más provocadora, como testigo de toda
suerte de innovaciones poéticas, y de distintas necesidades expresivas.
Consciente de que su palabra se encuentra ahora bajo cauces rápidos y
diferentes, la autora escribe: yo obedezco ahora a una huella y me libero de
mi ausencia.
Los años en que se escriben estas obras son los mismos en los que
grupos literarios como El techo de la ballena ganan espacios
fundamentales en las revistas y publicaciones del país. Pálmenes Yarza es, para
entonces, reconocida por su trabajo como poeta y ensayista a partir de
numerosas reseñas, artículos, entrevistas y ensayos de autores como Andrés Eloy
Blanco, Lubio Cardozo, Juan Liscano, Pascual Venegas Filardo, Gilberto
Antolínez, Jean Aristeguieta, Vicente Aleixandre y Judit Gerendas. Conocido es
el trabajo de Yarza, no sólo en el ámbito nacional sino a lo lejos, a través de
antologías publicadas en España, Argentina, Chile y Yugoslavia.
La poesía de Pálmenes es una larga y, no obstante, colorida
elegía: en tu predio más allá de los relojes,/hay un guardián del que huyen
las sorpresas,/y vigila roído de penumbras./ Se encuentran, además, bajo
una espesa niebla lírica, indagaciones acerca de lo nacional, el movimiento de
las calles, el cambio y la permanencia de las ciudades, la idea o el sentir de
pueblo, los héroes, el obrero, el destino del inmigrante: la intemperie
social-residual (Recordemos el poema Elegías del segundo dedicado a
Simón Bolívar, no al mítico Libertador, más bien al héroe ausente, al hombre
inacabado). Búsqueda temática que veremos con mayor pertinencia en sus últimas
obras: Borradores al viento (1988); Memoria residual (1994); y Expresiones
(2002).
La autora y sus antologías completan la palabra final para
celebrar los adioses en suma: los duelos, las pérdidas, las mudanzas poéticas,
cuyo resultado sólo deviene la obra total, el Gran Poema de Pálmenes Yarza que
deja para el último instante estas tres líneas:
/mas el horizonte talla
para la boda de los amaneceres mi vaso de luces/ y abre la casa de mis días
mejores a la danza ígnea de las siegas./ Y se congregan en mí las estaciones./