Galo Guerrero-Jiménez
Nunca te encuentras sola cuando lees. Ilustración Ryoko Tajiri |
A la realidad
humana en general se la conoce mejor, se la interpreta y se la valora en la
media en que sintamos un profundo amor por la palabra. Desde ella se conversa,
se escucha, se lee y se escribe no solo para conocer la vida sino, y ante todo,
para interpretarla de manera que sea factible unas visión profunda para ver,
para actuar y para recrear el mundo desde un modo de vivir que sea propio pero
que al mismo tiempo contribuya a fortalecer el mundo de los demás.
Por lo tanto,
desde la palabra profundamente sentida no solo cuando se la emite, sino cuando
se la escucha o cuando se la recibe y
procesa mentalmente desde la lectura y
la escritura, será posible una nueva forma de experiencia: vital, analítica y
crítica para examinar el comportamiento humano y revisar el significado que va
adquiriendo nuestra vida a través de las
diversas acciones que serán marcadas
por la clase de ideas que sepamos procesar y que nos permitirán ahondar en el
mundo desde nuestra inteligencia intelectual y emocional para responder frente
a las diversas circunstancias de la vida.
Desde esta
óptica, creo que la lectura y “la escritura debe estar hondamente arraigada en
la dura experiencia personal e íntimamente amasada en su permanente monólogo
interior: No podemos escribir sin sondear en nuestra personal concepción de la
escritura y, sobre todo, sin acercarnos a nuestra peculiar biografía”
(Hernández, 2005, p. 22) que es la que
nos direcciona a la hora de una toma de decisión bien desde lo superficial
o bien desde la profundización
hondamente meditada de nuestras ideas.
Al mundo de la
lectura y de la escritura nos metemos, pues, desde nuestra biografía, es decir
desde lo que somos, en el momento en que somos lo que somos. Y si es la pasión
la que nos encamina a estas tareas, se da lo que señala Jorge Larrosa: “En la
pasión, el sujeto apasionado no posee el objeto amado sino que es poseído por
él” (2007, p. 97). En efecto, la lectura y la escritura nos poseen, nos
atrapan, y por eso es posible adentrarse en la más honda realidad axiológica de
estas disciplinas que son el pilar de la cultura, de la educación, de la
ciencia y de las humanidades que pululan en todo ser apasionado, comprometido
con ese mundo de palabras que son producto de la más viva realidad humana.
Desde estas
circunstancias, solo el ser que ha
logrado apasionarse por la palabra, es el que siente ese amor profundo por
ella, y es ese amor excelso el que lo mueve y lo conmueve a comprometerse con
el texto, con la palabra escrita en cuya
relación amatoria, idealizada, subjetivada y ontológicamente hermenéutica
aparece una nueva conducta antropológica que Larrosa la describe con acertada
iluminación cuando señala que “no es el lector el que da razón del texto, el que
lo interroga, lo interpreta y lo comprende, el que ilumina el texto o el que se
apropia de él, sino que es el texto el que lee al lector, le interroga y le
coloca bajo su influjo” (Ibid, p. 169).
Aparece así “el
texto como origen de una interpelación: la lectura sería un dejarse decir algo
por el texto, algo que uno no sabe ni espera, algo que compromete al lector y
le pone en cuestión, algo que afecta a la totalidad de su vida en tanto que le llama a un ir más
allá de sí mismo, a devenir otro” (Ibid, p. 169) dentro de sí mismo, puesto
que solo el ser que se deja afectar por
el texto, es decir, que se deja interpelar, está en condiciones de llegar a ser
lo que es desde esta nueva realidad en la que se hace presente sin saber de
antemano cómo va a quedar afectado por esa realidad textual, escrita, que está
ahí, frente a sus ojos, en sus manos, es decir, en su cuerpo, como una
presencia de la cual no puede saber nada
de antemano sino solo cuando esté
“metido” en el texto, con el rostro clavado en él, de manera que cuando levante
la vista para mirar al frente, a la vida, al mundo, ya lo experimentará de otra
forma.
Referencias bibliográficas
Hernández, J.
(2005). El arte de escribir.
Barcelona: Ariel.
Larrosa, J.
(2007). La experiencia de la lectura.
Estudios sobre literatura y formación. México, D.F.: Fondo de Cultura
Económica. Espacios para la Lectura.
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