Jorge Ramírez Caro
Han de existir
muchas razones por las que se puede leer un libro, pero yo expongo
aquí diez por las que leo y seguiré leyendo literatura:
1. Cada vez
que leo expreso mi condición de ser humano abierto, sensible y
dispuesto a traspasar mi pequeño entorno para alimentarme con y de
las luces y verdades que vienen de otros lados. Leo para no ahogarme,
envenenarme o pudrirme con y en mi propia pequeña y miope percepción
del mundo. La lectura enriquece mi punto de vista, me hace oír,
tomar en cuenta y valorar la voz de los otros.
2. Leer es
abrirse, ser receptivo, disponerse, dejarse mojar, empaparse. La
lectura me hace poroso y permeable. Leer es encontrarse consigo
mismo, con el mundo y con los demás. El texto es el espejo que
muestra mi interioridad, los rincones de mi alma, las texturas de mis
entrañas. Pero también el libro es el prisma que expresa la
múltiple y compleja realidad, donde se materializan los problemas
del mundo y del otro. El texto es el puente que me acerca a ese mundo
de angustia y de sueños de los otros. Dando con el otro me encuentro
a mí mismo y mi lugar en el mundo. Todo texto es un cruce, un lugar
de encuentro.
3. Leer un
texto equivale a leerse a sí mismo. El texto nos da la oportunidad
de descubrirnos y reconocernos como texto escrito: él lee las líneas
y las historias que nuestra experiencia vital y lectora han ido
escribiendo en nuestra memoria. No sólo soy yo quien lee el texto,
sino que el texto me lee a mí, edita por primera vez las páginas
que el tiempo ha ido sedimentando en mi alma. Cuando leo, veo en el
texto lo que me constituye como texto.
4. No sólo
leo para saber y aprender más de la vida, del mundo y de los demás,
sino para sentir, experimentar, crear y recrear la vida y el mundo
con los sueños propios y ajenos. Leer
es un proceso
evocativo e invocativo, sugestivo y generador de nuevas ideas, nuevos
textos: nos permite atraer y atrapar lo que nuestras experiencias
vital y lectora han ido depositando en nuestro interior. La lectura
es el anzuelo con que pescamos esperanza.
5. La lectura
nos involucra en un proceso metamorfósico que va del lector hacia el
texto y del texto hacia el lector. AI leer para imaginar y crear
transformamos el texto y este nos imagina y nos crea también.
Después del proceso de lectura ni yo ni el texto leído terminamos
siendo los mismos que antes: ambos nos alimentamos y crecemos. El
texto deposita en nosotros sus huevos de duda, esperanza, imaginación
o sus fantasmas o sus sueños, y nosotros dejamos en él, las
expectativas nuestras y las del entorno social, histórico y cultural
al analizarlo, comentarlo y reescribirlo.
6. Toda
lectura es un viaje, una salida, un éxodo, una expatriación, al
tiempo que un retorno, un regreso, una repatriación, un exilio. La
lectura no sólo nos remueve y conmueve, nos estremece y arranca del
lugar donde solemos estar, sino que también nos arraiga y afianza,
nos apuntala y sostiene en nuestros sueños y proyectos. La lectura
me introduce en una corriente centrífuga y centrípeta al mismo
tiempo. Gracias a este doble movimiento es posible que yo encuentre,
me pierda y me encuentre, exprese y me exprese, lea y me lea, escriba
y me escriba.
7. Al ser el
libro la materialización de la memoria colectiva, el proceso de
lectura se convierte en un viaje hacia la infancia, hacia los
recuerdos, hacia los sueños antiguos y siempre nuevos del alma
humana. Con la lectura suspendemos y derribamos las fronteras o
cercos espaciales y temporales que la lógica racional nos impone, y
nos sentimos en libertad de vivirr como seres libres y ubicuos, de
aquí y de allá, de ahora, de ayer y de siempre.
8. Leo porque
leer es
vivir doblemente. En y por medio del proceso de lectura recuperamos
nuestra íntegra condición humana: se fusionan nuestras partes
afectiva, emotiva, imaginativa y creativa con la lógica, racional y
supervisor. La lectura nos devuelve, nos hace descubrir y asumir las
múltiples visiones, dimensiones y rostros del mundo, de la vida y
del otro. Al actuar conjuntamente los dos hemisferios del cerebro
podemos asumir como nuestra la tragedia, la alegría, la esperanza,
la vida y los sueños del otro. No sólo vivo lo que correspondía,
sino que asumo esa otra vida desplegada, avivada y mostrada por el
texto que leo.
9. Leo porque
de este otro lado del libro se pasea un gigante con botas de siete
leguas que viene arrasando sueños y esperanzas, utopías y
encuentros, diálogos y ternuras. Y porque además viene deshaciendo
lazos que estrechan y unan a los pueblos humildes y sencillos y en su
lugar impone la fría relación con máquinas y aparatos y nos
sumerge en una soledad desolada. Gigante que reemplaza los abrazos,
los besos y el contacto humano por las relaciones mediadas por una
computadora, y con el sexo virtual violenta el calor y el cariño que
se puede compartir y experimentar en la alcoba. Leo para no perder el
norte, la luz y el camino que me conduzcan siempre al hogar, al aroma
de la casa materna o paterna, al sabor de los abrazos, al cariño de
los saludos, al circuló afectivo y desinteresado de los amigos.
10. Leo porque
mis hijos son inocentes y tienen derecho a la ternura y a la alegría,
tienen derecho a ejercer la imaginación y la creatividad, soñar y
tener esperanza. Leo para leerles, porque no quiero dejarlos
huérfanos de la memoria humana que también les pertenece, de esta
memoria (tesoro de sueños y esperanzas son los libros) que busca y
requiere de terrenos bien abonados y dispuestos donde caer para
germinar, florecer y frutecer. Ellos siempre esperan que yo les lea
un cuento o un poema o les cuente un chiste. No quiero que vayan a
ciegas por el camino, ni que zozobren cuando se avecine la tormenta:
la lectura será el aceite que mantendrá encendida la llama de estas
dulces lamparitas.
¿Posees
alguna razón más por la que se pueda leer y ser leído?
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