viernes, 15 de marzo de 2013

Cuando la palabra se hace vino

David Figueroa González



“Mi corazón es un vaso de vino
                     bébeme   
                        embriágate
quiero sentir tu corazón borracho…”
Lydda Franco Farías

No más vino. Angel María Cortellini Hernández.
Desde siempre he mantenido una relación muy estrecha con el entorno cultural, cuando pequeño eran mis padres que  me llevaban a los recitales poéticos, al teatro, a los conciertos de música clásica, para mí era adentrarme en un mundo fantástico donde hasta los absurdos eran posible; recuerdo mi primera visita al teatro la historia se basaba sobre un ave enamorada de una princesa y como lloraba todas las noches,  la luna cual madre llena de misericordia le regaló una caja mágica en la cual el ave entró y para sorpresa de todos los presente  salió convertida en hombre. El juego de luces, el sonido y la niebla del escenario me llevaron a estar en ese extraordinario mundo, al punto que cuando la función llegó a su fin, le pedí a mi papá que me montase en el escenario para ver y tocar esa fabulosa caja mágica.

Esas experiencias me llevaron a  ver a los  artistas como verdaderos alquimistas que logran hacer de la realidad  fantasía y de la fantasía realidad.  Por ello me sorprendió hace poco una conversación que escuché mientras estuve en la Filven,  realizada hace  en  Caracas; cito “Dama A: Lástima que el escritor fulano beba tanto y se la pase de fiesta en fiesta.  Dama B: sí, es que no  sólo él, yo creo que son todos los escritores, bohemios que se la pasan de copa en copa”.  Y digo me sorprendió porque de un artista se valora su obra, su creación y también los aportes que este hace a la vida para suavizar sus aristas.
La bohemia en la taberna, es la comunión  de los amigos o confidentes, es decir, de los que participan de los mismos secretos espirituales; o en un sentido aún más místico, es un centro de iniciación,  universo donde los artistas se refugian para compartir entre espumantes, vinos y poesía, la creación de  lenguajes propios basado en la paradoja y en otros recursos literarios, utilizan la palabra como explosivo cerebral y  generan nuevas teorías del Big Bang. Ese lenguaje propio, rico y sugerente servirá de vehículo que nos aleja de frustraciones y de miserias.  El vino casi tan viejo como la humanidad, es símbolo de vida o de inmortalidad, es además símbolo del conocimiento e  iniciación.  Así lo comenta Ibn Nabolosi: “El vino significa la bebida del amor divino... pues ese amor engendra la embriaguez y el olvido completo de todo cuanto existe en el mundo.”  Y añade: “Este vino es el Amor divino eterno que aparece en las manifestaciones de la creación ... y este vino es también la luz que brilla en todo lugar, y es también el vino de la existencia verdadera y la llamada verídica. Todas las cosas han bebido este vino...” Por supuesto, este simbolismo puede también aplicarse a los placeres profanos; así ocurre en Omar Khayyam, el nos dice en su poema La magia de la viña de la obra “Rubaiyat” en la versión yuxtalineal de Joaquín V. González
“Botella, Copa y Frutero” de Juan Gris

“Si la secta de abstemios del amor y del vino
sola es llamada al goce del Edén del Profeta,
¡Ay! temo que el Paraíso, con su encanto divino,
Vaya a quedar desierto, sin fieles ni destino!”

Jalal-od-Din Rümi, el mayor poeta místico sufi escribe: “Antes de que en este mundo hubiera un jardín, una viña y uva, nuestra alma estaba ebria del vino inmortal”.  En el  “Diccionario De Símbolos” de Jean Chevalier  El vino aparece como un elemento psíquico de valor superior: es un bien cultural en relación con una vida interior positiva. El alma experimenta el milagro del vino como un divino milagro de la vida: la transformación de lo que es terreno y vegetativo en espíritu libre de toda atadura.  Para el escritor y filósofo, el siempre inmortal Ludovico Silva esta preciada  sangre de la vid es el centro del universo bohémico, él nos regala estas palabras “Yo he bebido vino  en toda clase de lugares y en muchas partes del mundo. He bebido y escrito en tabernas, lupanares, hoteles tenebrosos, pensiones tétricas, bares de toda ralea, intersticios de las grandes ciudades por donde pululan ratas y los mendigos, en los más apartados pueblos europeos y americanos…Sé lo que es cambiar un poema por una botella de ron, o escribir una oda a una prostituta a manera de pago por sus servicios.”
En la tradición bíblica el vino es en primer lugar signo y símbolo de alegría y, por generalización de todos los dones que Dios hace a los hombres, en este sentido encontramos en la biblia el siguiente pasaje: “Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino» Jesús le respondió: Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía.  Pero su madre dijo a los sirvientes: Hagan todo lo que él les diga, Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: Llenen de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”

 “Hostería de la Guinguette”de Éduard Manet.
La bohemia posee un perfume cultural específico que lo acompaña del café a la librería, de allí a la taberna. La bohemia es una forma de vida propia  que no es ni aristocrática, ni burguesa ni tampoco de la clase obrera, sino simplemente distinta, donde la conversación y el conocimiento están presentes. Los bohemios son seres noctámbulos: la noche y la oscuridad  envuelven la mayor parte de su vida creativa. Son "sombras en las sombras".  La noche personifica el tiempo de la gestación y de la preparación  para alcanzar  un nuevo día. Es rica en todas las virtudes de la existencia. Pero entrar en la noche es observar un cuadro ambiguo, donde se reúnen pesadillas y monstruos. Como todo símbolo, la  noche presenta un doble aspecto, el de las tinieblas, donde se altera el acontecer, y el de  la preparación, donde brotará la luz de la vida. El escritor David Figueroa Figueroa nos dice en los textos de “SAFO”  de su poemario “Las batallas de eros” lo siguiente:

“¡Cuántas veces hemos sido Daniel Santos! Mano a mano con el vino,
Ignoramos que el tiempo pasa. Que el tiempo pasa…
Al oído de Linda, Safo (la décima musa) deja rodar estas perlas:

Cabalga la risa en tus labios
con la firmeza de una campana nueva. “

Vivir la bohemia es aceptar tu yo interno, es saberse claro en lo que se hace y sobre todo tener la necesidad de comunicar los mundos que se desarrollan en nosotros, al respecto el escritor Ludovico Silva nos expresa: “¿Estoy arrepentido? ¿Voy a ser de otra manera? Puedo responder claramente que ni estoy arrepentido, ni voy a cambiar mis costumbres o mi manera de ser. Soy alcohólico y como tal he de morir.” El poeta también relata que lo más importante de estos encuentros era el compartir con amigos en su casa. Esta relación del compartir intimo con personas especiales  la encontramos en el poema “Enciendan una vela” de Zelda  Shneurson, ubicado en la “Antología de Poesía hebrea contemporánea 1950-198”

¡Enciendan una vela!
¡Beban vino!
El sábado baja despacio
y  en su mano
el sol en el ocaso…  
                    (Traducción: Bar Kójba Málaj)

 El vino ha rociado  varias mesas y humedecido cientos de páginas en la literatura, desde los  personajes de los grandes clásicos como el  ingenioso hidalgo Don Quijote y su fiel Sancho Panza que poseían un gusto especial por el vino,  hasta   las noches de tertulia ahogadas en vino de Athos, Porthos y Aramis, en los “Tres Mosqueteros”. El escritor Elisio Jiménez Sierra se acerca también al tema cuando en su libro “Puertos de su última bohemia”, en el  “Poema de la  seis”, nos canta:

“Para el poeta la bohemia es alma,
Alma de vino y alma de la sangre,
Y los besos que alquilan las mujeres
Pueden sin irrisión, idealizarse.
Basta soñar, como yo sueño ahora…”
Los jugadores de cartas. Paul Cézanne

Al comentar el fragmento del poema el bardo Franz Ortiz Castañeda, explica: “Aquí están las dos fuerzas en tensión: vino y sangre. El alma cuida la posibilidad de cumplir  la creación y el poeta cuenta con su oficio y logra idealizar, es decir, hace y da forma a su poema”.
La  música como  parte de la bohemia  alimenta y alienta a los creadores ya  que son ellos los que la captan y la disfrutan.  Supone un acuerdo entre el alma y el cuerpo.  La música  ayuda a crear el ambiente donde el verbo corre sin parar  en las cuerdas de una guitarra,  bajo el hechizo de la luna el amanecer espera y través del  cristal de una copa miramos nuestros mundos. Tal como lo hace el Gran Pablo Neruda en estos versos de “Oda al vino”


“VINO color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio,
vino,
estrellado hijo
de la tierra,
vino, liso
como una espada de oro,
suave
como un desordenado terciopelo…”

Cuántos caminos quedaron sin recorrer, pero Baco como siempre se encargará de llevarnos algún día.

 

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