José Gregorio González Márquez
Metamorfosis. Karen Aghamyan |
Los niños poseen un talento innato para la escritura; son capaces de escribir sin ambages pues no se cohíben de expresar sus sentimientos ni de coartar su sensibilidad si se les deja viajar por el mundo de la imaginación. Los docentes están obligados a respetar las propuestas que en los textos, hace el niño. Allí el infante demuestra sus habilidades, sus actitudes, su acercamiento al lenguaje. El papel fundamental del maestro es guiar no imponer el proceso de la escritura. No deseamos que el niño escriba lo que nosotros queremos leer, lo genial radica que plasme en la escritura lo que él, quiere expresar.
En muchas ocasiones – y a propósito de los Talleres de creación – imponemos al niño pautas a seguir para la construcción de textos dejando de lado sus intereses; actuando de esta manera estamos limitando su creación, cercenamos su libertad para producir textos que verdaderamente satisfagan su atmósfera de vida. La experiencia de la escritura es para el niño un cuento donde vive como protagonista; donde puede sentir que el acercamiento a la palabra va más allá de una simple tarea que le impone la escuela. Viajar por el mundo de la imaginación facilita un conducto que le permitirá adentrarse en ambientes, en universos únicos y personales que no aceptan escrituras paralelas. Cada niño posee un lenguaje singular cuyo nivel de significación le facilita la comunicación de sus sentimientos. No podemos pretender que la producción escrita por el niño sea literatura en el sentido literal de la palabra. Si bien éste recrea el mundo tal como lo concibe y usa imágenes que dan sensaciones de belleza, de espiritualidad, de vivencia, de armonía, su producción está lejos de ser un artilugio literario y se acerca más a la espontaneidad, a la realidad y por lo tanto, disfruta de lo que hace.
La escuela es la institución donde el niño recibe su educación formal. Sin embargo, su función va más allá de ser un depósito de seres que reciben una cantidad infinita de conocimientos. En la escuela debe existir un ambiente de libertad para que el niño actúe sin inhibiciones, sin intimidaciones y así pueda comunicarse dejando de lado las pautas estrictas, las reglas que le imponen una vida de restricciones. Una escuela que castre los intereses del niño derrumba los procesos de creación. Una escuela que no fortalezca la comunicación y el lenguaje está “formando” analfabetas funcionales, hombres sin ningún criterio para enfrentar su futuro.
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