Textos/
Carolina Álvarez y
María Alcira Matute
Fotos/
Loel Henríquez
Mempo
Giardinelli se encuentra en Caracas como participante del II
Encuentro Internacional de Narradores organizado por Monte Ávila
Editores con el apoyo de otros entes del Ministerio del Poder Popular
para la Cultura.
Giardinelli
nació en la provincia de El Chaco en una ciudad llamada Resistencia.
Vivió exiliado en México entre 1969 y 1976, durante el período que
él mismo llama “ la tragedia argentina”, es decir, durante la
dictadura de derecha que sufrió su país.
Ha obtenido
importantes reconocimientos como novelista, entre estos el Premio
Rómunlo Gallegos (1993) por su novela Santo
oficio de la memoria. Ha cultivado
también el género del cuento con gran éxito. Sus cuentos son
contundentes y precisos. En apoyo a este género, fundó la revista
Puro Cuento, que dirigió entre 1986 y 1992.
Giardinelli es
un escritor comprometido con la democracia, con la literatura y con
la gente. Esto, por supuesto, se refleja es sus relatos que logran
combinar la belleza estética con la profundidad y la sensibilidad
humana.
Sus novelas y
sus cuentos pueden ocurrir tanto en lugares remotos, como en el patio
de una casa, o en la cosmopolita Buenos Aires, pero de alguna forma
son metáfora de algo universal, comprensible y hasta vivible por
cualquier lector.
Con el dinero
que obtuvo del premio Rómulo Gallegos creó una fundación que lleva
su nombre, la cual realiza una labor constante para promocionar la
lectura. Este año han llegado a cientos de miles de niños
argentinos, a través de las lecturas amorosas de 3 mil abuelas
cuentacuentos en todo el país. Y es que Mempo Giardinelli y el
incansable equipo que lo acompaña trabajan sin parar en Resistencia,
pero su labor no solo repercute en Argentina, sino que ha llegado a
otros países como Chile. Colombia y
México.
Cuando
el escritor argentino Mempo Giardinelli ganó el Premio Rómulo
Gallegos en 1993 por su novela Santo
oficio de la memoria, no
dudó en emplear el dinero del galardón para crear una fundación
dedicada a la promoción de la lectura en la provincia donde nació.
Fue una acción que buscaba darle alguna retribución a su tierra
natal y, al mismo tiempo, contrarrestar los efectos de la persecución
que la dictadura argentina había desatado contra el acto de leer.
Sobre
esa experiencia, Giardinelli conversó en Caracas con el Correo
del Orinoco y el
programa de radio y televisión La
Librería Mediática.
Visita la capital del país con motivo del segundo Encuentro
Internacional de Narradores, que organiza Monte Ávila Editores con
el apoyo de otros entes del Ministerio del Poder Popular para la
Cultura, y que concluye hoy.
–Usted
usó el dinero del Premio Rómulo Gallegos para crear una fundación
que promueve la lectura. ¿Nos puede hablar de esa experiencia?
Bueno,
yo vivo en el noreste de Argentina, en la frontera con Paraguay y es
una zona bastante deprimida y sentí una necesidad espiritual de
retribuir a esa tierra, que es mi tierra una buena educación que me
dio. Vengo de un hogar muy humilde y fui formado en la escuela
pública argentina, en la universidad pública y gratuita.
Cuando
recibí ese galardón tan importante, yo me dije: “Esto no me va a
cambiar la vida”. Pienso que un premio no significa que uno escriba
mejor o peor, un premio es para compartir con los amigos, para que te
quieran bien los que te quieren bien y se mueran de envidia los que
tienen envidia y ya. Entonces constituí un fondo, que es el fondo
con que se dio inicio a la fundación, con la que llevamos ya 17 años
trabajando. Decidí aplicarlo más a la promoción de lectura que a
la creación literaria porque estoy convencido de que cualquier
persona que tenga algo que contar puede escribir. La persona podrá
hacer un desarrollo mejor o peor en términos estéticos, pero no es
algo que esté vedado, en cambio la lectura sí, la lectura hay que
aprenderla bien. Y al mismo tiempo, sin lector no hay escritor. Sin
lectura la literatura se muere.
Cuando
recibí el premio en 1993, en Argentina estábamos viviendo los
resultados de una tragedia. La tragedia argentina no fue solamente la
dictadura, la tortura, la persecución, sino que también fue contra
la cultura y en particular contra la lectura. En ese contexto,
rememora el novelista “ser lector era peligroso. El paradigma en
favor de la lectura que había existido hasta antes de la dictadura,
la dictadura lo cambió. Se quemaron bibliotecas enteras, se
atropellaron editoriales, se asesinó y se desapareció a más de 130
escritores, poetas, intelectuales, periodistas y todo esto provocó
que la lectura se convirtiera en algo peligroso. Si leías, algo te
podía pasar. Ese fue el nuevo paradigma perverso de la dictadura.
Recuperada
la democracia, pensé que debíamos rescatar aquella raíz, y por eso
creé la fundación, y ahí vamos”.
LAS
ABUELAS CUENTACUENTOS
Mempo
Giardinelli expresó su convicción de que “la lectura en voz alta
en un acto amor”, por lo que la fundación que lleva su nombre la
ha dado especial importancia. De hecho su programa bandera es Las
Abuelas Cuentacuentos. “Como en Venezuela, en Argentina se ha
erradicado el analfabetismo, pero no basta con eso, hay otro factor
que es la comprensión y el desarrollo de la sensibilidad lectora.
Las
abuelas –que son divinas– ya son 3 mil. Van a las escuelas a
leerles a las niñas y a los niños y realizan estas lecturas como un
acto de amor, porque la lectura en voz alta es eso: un acto de amor.
Esa es nuestra práctica cotidiana como práctica de amor. Así como
hay gente que
da
de comer, nosotros damos de leer, es un acto generoso”.
Las
abuelas les leen a las niñas y los niños sin subestimarlos,
advierte Giardinelli: “Nuestra preocupación es siempre levantar la
puntería, siempre disparar por arriba de lo que se supone puede ser
el nivel de comprensión. No hay que menospreciar nunca a la lectora
o al lector, no hay que darle todo”. “Nosotros les decimos a las
abuelas: ‘No le traduzcan al niño, léanle lo que está escrito.
No cambien las palabras. No los traten como niños tontos. Si les vas
a leer a Cortázar o a Tolstói deben leer lo que dicen Cortázar o
Tolstói’. De esta manera se respeta al autor, y quien recibe la
lectura seguro que lo va a a comprender. Y si no lo comprenden lo van
a sentir, y por la vía de la sensibilidad podrán ascender sus
propios escalones. Si no, es un paternalismo absurdo. A veces los
gobiernos, las entidades, o incluso a veces las maestras con la mejor
intención, podemos cometer el error de ser paternalistas. No hay que
ser paternalistas. A la gente más simple o poco preparada en el
campo o en las barriadas, si tú le lees bien el poema “20” de
Neruda les va a encantar, no te quepa la menor duda.
LA
INMIGRACIÓN COMO BÚSQUEDA
Santo
oficio de la memoria,
novela con la que Giardinelli ganó el Premio Rómulo Gallegos, habla
de Argentina a través de una historia personal, en la que tienen
especial relevancia las vicisitudes de las y los inmigrantes llegados
de Italia. Al mismo tiempo, es un relato en el que se reivindica el
acto de escribir. La pregunta de qué es escribir para Mempo
Giardinelli dio pie a una reflexión sobre sus búsquedas y sus
intereses como narrador:
“La
literatura tiene pocos grandes temas. Los grandes temas vienen desde
los griegos: el amor-el desamor, el amor-el odio, dios existe-no
existe, y algunos temas más que tienen que ver con las relaciones
humanas, pero toda la historia de la literatura gira en torno a lo
mismo. A la vez, la literatura gira también en torno a la escritura
y esto hace que cada autor a lo largo de la historia se ocupe de
distintos ángulos de estos temas por los que siente algún tipo de
pasión, aprecio o de aversión.
En
mi caso, nunca he dejado de escribir eso: la saga familiar, la
inmigración italiana. El tema de la inmigración que es un asunto
válido para toda América, para Venezuela que ha tenido una enorme e
importantísima inmigración. Las distintas inmigraciones, italianas,
árabes, judías, españolas... son comunes a toda Nuestra América”.
La
inmigración ha terminado por ser una búsqueda estética y temática
que le da cuerpo a toda la obra de Giardinelli: “A mí me pareció
que era un tema interesante para reflexionar, y me pareció que la
literatura que yo quería hacer necesitaba indagar sobre este tema.
No para llegar a un destino, sino para seguir caminando. Ahora estoy
haciendo lo mismo. No sé si mis lectores juzgarán que me repito,
pero bueno...”.
“Mi
última novela publicada se titula Visitas
después de hora; es una
novela que, aunque es diferente, la preocupación estética profunda
es la misma. Naturalmente que en mis novelas cambian las tramas, las
argumentaciones, los personajes. Hay una estética que se va
depurando, pero la indagación sobre la literatura, la memoria, la
dignidad, la decencia, siguen siendo para mí los temas clásicos,
universales”, agregó.
–¿Por
qué esa insistencia en la memoria? Hay quienes dicen “mejor es
olvidar, ¿para qué volver sobre lo mismo?”. ¿Por qué cree usted
que hay que recordar? ¿Para qué?
–La
memoria es una necesidad elemental. Sin memoria no existimos, no
somos. Si nos desmemoriamos perdemos identidad, no sabemos quiénes
somos ni de dónde venimos. Si nosotros negamos la memoria de
nuestros pueblos, que es la memoria de las tragedias y las alegrías,
no podemos comprendernos a nosotros mismos en tanto parte de una
sociedad o un colectivo.
Es
cierto lo que dices, para mucha gente es más cómodo perder la
memoria o hacer como que la perdemos. Hay gente a la que le gusta
entrar en la noche de la ignorancia y hay gente que no. Yo prefiero
la luz del saber. Ni siquiera podría dar un juicio de valor malo
hacia esa gente, en todo caso simplemente pienso “pobre gente”.
Por suerte, no son las mayorías.
LA
MEMORIA ACTIVA
El
ejercicio de la memoria tiene un gran peso en un continente que ha
sido marcado por grandes tragedias políticas, señaló el novelista:
“Lo quieras o no, las tragedias latinoamericanas han sido tan
fuertes, tan poderosas, tan profundas que es imposible vivir sin
ellas. De hecho en el Santo
oficio de la memoria hay un
personaje que permanentemente recuerda esto: ‘No podemos vivir sin
memoria porque no somos, no existimos, desaparecemos’.
Ahora,
está del otro lado la memoria activa en cuanto a los factores de
ciudadanía que tienen nuestros pueblos”.
Nuevamente,
sus palabras lo llevan al ámbito concreto de su país después de la
dictadura militar de la ultraderecha: “En Argentina después de lo
que pasamos, la memoria se reconstruye, se está haciendo de una
manera muy digna; una memoria sin venganza, sin rencor es una memoria
que solo anhela verdad y justicia, eso sí queremos. El ejemplo son
las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, en 30 años de democracia,
no ha habido un solo acto, un solo gesto de revancha de injusticia
hacia los agresores, hacia los genocidas. Lo que hay es verdad.
Establecer la verdad y a partir de la verdad, instalar la memoria y
recuperar la justicia. En realidad este es un mandato talmúdico. El
Talmud, un libro de enorme sabiduría, muy anterior a todos nosotros,
ya señala que sin memoria no se puede conocer la verdad, y si no se
puede
establecer
la verdad no no se puede establecer la justicia, luego,entonces, no
somos”.
–Usted
está participando en un encuentro de narradores en el que se puede
encontrar escritoras y escritores que no coinciden en lo absoluto en
su posición política. ¿Cree que es posible conciliar algunos temas
mediante la literatura?
–Para
mí la literatura es para hacer buena literatura. Lo único
imperdonable en la literatura es escribir mal. Lo demás son materias
opinables, y creo que hay que respetar. Hay a quienes les gusta mucho
más un protagonismo intelectual, hay otros que lo dejan pasar. Hay
otros que se preocupan por temas sociales, otros por los
individuales, espirituales o metafísicos. Ahí está también la
ciencia ficción, lo sobrenatural, yo creo que todo constituye un
buen cuerpo, un cuerpo textual que es nuestra historia literaria, lo
único que es imperdonable es que esté mal escrito. Yo no hago un
juicio de valor sobre la elección de tal autor o tal autora sobre
cuál es la materia de su poesía, de su narrativa. Asumo que
trabajará sus textos con certeza, con limpieza, con belleza.
Cortesía
Correo del Orinoco y Librería Mediática
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