lunes, 19 de septiembre de 2011

Imaginación o imposición



José Gregorio González Márquez

Metamorfosis. Karen Aghamyan
La imaginación forma parte primordial en el mundo del niño. En la infancia todo individuo es capaz de sumergirse en los predios de la imaginación y crear un universo que lo lleva transitar los senderos de la fantasía. Ser niño implica convivir con situaciones que se desarrollan más allá del tiempo y la distancia. Cuando vivimos a plenitud la niñez, somos capaces de enfrentar el futuro sin traumas ni obstáculos que puedan desviarnos de las metas propuestas en nuestra existencia. La comunicación permite al hombre interactuar con sus semejantes. Hablar, escuchar, leer y escribir son procesos comunicativos indispensables en la sociedad. De allí la importancia de incentivar en los niños su capacidad creativa para generar la formación integral que le servirá de base en su vida futura.
Los niños poseen un talento innato para la escritura; son capaces de escribir sin ambages pues no se cohíben de expresar sus sentimientos ni de coartar su sensibilidad si se les deja viajar por el mundo de la imaginación. Los docentes están obligados a respetar las propuestas que en los textos, hace el niño. Allí el infante demuestra sus habilidades, sus actitudes, su acercamiento al lenguaje. El papel fundamental del maestro es guiar no imponer el proceso de la escritura. No deseamos que el niño escriba lo que nosotros queremos leer, lo genial radica que plasme en la escritura lo que él, quiere expresar.
En muchas ocasiones – y a propósito de los Talleres de creación – imponemos al niño pautas a seguir para la construcción de textos dejando de lado sus intereses; actuando de esta manera estamos limitando su creación, cercenamos su libertad para producir textos que verdaderamente satisfagan su atmósfera de vida. La experiencia de la escritura es para el niño un cuento donde vive como protagonista; donde puede sentir que el acercamiento a la palabra va más allá de una simple tarea que le impone la escuela. Viajar por el mundo de la imaginación facilita un conducto que le permitirá adentrarse en ambientes, en universos únicos y personales que no aceptan escrituras paralelas. Cada niño posee un lenguaje singular cuyo nivel de significación le facilita la comunicación de sus sentimientos. No podemos pretender que la producción escrita por el niño sea literatura en el sentido literal de la palabra. Si bien éste recrea el mundo tal como lo concibe y usa imágenes que dan sensaciones de belleza, de espiritualidad, de vivencia, de armonía, su producción está lejos de ser un artilugio literario y se acerca más a la espontaneidad, a la realidad y por lo tanto, disfruta de lo que hace.
La escuela es la institución donde el niño recibe su educación formal. Sin embargo, su función va más allá de ser un depósito de seres que reciben una cantidad infinita de conocimientos. En la escuela debe existir un ambiente de libertad para que el niño actúe sin inhibiciones, sin intimidaciones y así pueda comunicarse dejando de lado las pautas estrictas, las reglas que le imponen una vida de restricciones. Una escuela que castre los intereses del niño derrumba los procesos de creación. Una escuela que no fortalezca la comunicación y el lenguaje está “formando” analfabetas funcionales, hombres sin ningún criterio para enfrentar su futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario