viernes, 23 de septiembre de 2011

De la poesía y sus alrededores


 
José Gregorio González Márquez

Hermes Pérez. Serie: Retratos en papel moneda
En el poema, la palabra deja de ser una simple repetición de letras que nos da información, para convertirse en fuente de musicalidad, ritmo, expresividad y belleza. La poesía encierra el mito, el conocimiento, el poder, el amor, el desamor, la tragedia, el abandono, la leyenda, la vida. El poeta es un ser iluminado, un individuo que nace, crece y vive bajo el amparo del Creador. El poeta nunca muere, trasciende en su escritura. Su destino está señalado desde tiempos inmemorables, su arte es tan antiguo que no puede ubicarse en el tiempo y el espacio; la memoria poética se pierde en la noche del silencio.

Cuando un poeta asume la palabra está dispuesto a recorrer los ríos de la vida; su camino puede estar plagado de alegrías o tristezas, de emociones que le permiten expresar desde su condición de alquimista, las vicisitudes de su existencia y llevarlas al plano infinito de lo ignoto. Un poeta se compromete con sus lectores, despliega en sus textos la fuerza de la metáfora; teje y desteje en porciones las sílabas hasta formar un universo de ilusión. Un poema es un lago desnudo donde la interioridad de su hacedor transparenta el hechizo de los sueños; es una trinchera que sirve de refugio a los enfermos de amor cuando el abandono los visita; es un espejo de luna cuando en las noches el insomnio fatiga con crueldad el paso de la incertidumbre.

La palabra revela sufrimiento; muestra a los transeúntes la tristeza de la prisión. La libertad tan ansiada por el ser humano, a veces termina “reducida” a una celda como castigo; sin embargo, el verso permanece libre no lo detiene reja, candado ni celador. Miguel Hernández pasó sus últimos años detenido bajo la sombra de la tiranía fascista – como muchos otros – pero jamás lo venció un destello del dolor. Cruz Salmerón Acosta prefirió retirarse a su Manicuare amado para rememorar desde su azul mar, azul etéreo a la mujer que inspiraba sus versos; al azul de aquellos ojos que nunca más contemplarán los míos, parafraseando al poeta.

Un poema denuncia la tortura, la persecución, los fusilamientos, las desapariciones forzosas, la censura. Combate la tiranía. La poiesis permanece comprometida con el hombre, lo obliga a defender su integridad, lo conmina a no desfallecer ni traicionar sus principios vitales. Aún cuando la muerte física ronde la vida del poeta por solidarizarse con sus semejantes, éste siempre escribirá aunque no lo haga con tinta sino con sangre. Los niños, las mujeres y los ancianos son sus seres predilectos pues en cada guerra que se fomenta, ellos llevan la peor parte. Un poeta es un chamán de la palabra, invoca con las letras el espíritu de la lluvia, el aire, el fuego, la tierra; de la libertad.

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