David
Figueroa González
"Todo viaje empieza con un
sueño,
tu fe y
convicción mostrará el camino"
Grandhi
Mallikarjuna Rao
I
La
Soledad y El Silencio
“Esta espada con que mido el tiempo
tiene dos cantos
la soledad y el silencio”
Orlando Pichardo |
Quizás la magia de aquella finca cafetalera
floreció en su ser, llevándolo por los caminos de la contemplación-reflexión,
hecho este que permite que la memoria
corra libre en el horizonte de sus versos, corceles que ondean en su crin la bandera de la filosofía. El poeta pareciera despojarse del tiempo y crea un discurso sobre su propio pasado el cual no mira con añoranza,
sino como una suerte de ejercicio de introspección que no pretende buscar
respuestas existenciales, más bien propicia un debate con el lector al acercarlo
a sus propias preguntas y su propia
experiencia. De tal manera viajamos a su mundo interior mediante el poema “La risa
de mi infancia”, texto que se
encuentra en el libro La palabra que tengo:
“La risa de mi
infancia
dejó eco en la
copa de los árboles
Hoy vivo
hojeando la floresta
La ciudad con su
red de calles nos atrapa
y la cabellera
del bosque
aumenta su
insoportable lejanía
Bajo los
cimientos
la tierra
recuerda al sol
Recuerda la
sombra de los pájaros
y hace recordar
que en el cementerio
las viejas
tumbas tienen flores de olvido
grietas de
soledad”
La palabra que tengo
es un mundo onírico que emerge entre las
sombras, allí el silencio se viste de aves y de “enronquecidas gargantas
vacías de luz y cantos”. Subyace
bajo la piel de sus poemas un hombre plural que siente al mundo como sólo lo sienten quienes escriben con el
alma. Tal vez de allí provenga su fuerza verbal,
su comunión con el mundo, especie de
trova a la existencia
(subsistencia) cotidiana. Estos ritmos poéticos lo vemos danzar en las estrofas
de “Cantos” del citado libro:
“Esta espada con
que mido el tiempo
tiene dos cantos
la soledad y el
silencio
Tiene dos caras
la mía y la otra
No tiene
empuñadura
es circular como
la vida
infinita como la
muerte
Esta espada
hiere con su canto
el prologado ay
de mi existencia”
II
Hay un Rumor de Mar
“Conozco mis tormentas
también,
los tranquilos puertos del
descanso”
De acuerdo con la antología Los vidrios rotos nos adentramos en ella, y al llegar
al poemario titulado Delamar, surge desde el mismo
instante que leemos ese neologismo una visión que nos lleva al azul
salobre, rítmico y profundo del océano;
pero también, como lo señala Jean Chevalier
en su Diccionario de símbolos: “el mar
evoca la dinámica de
la vida. Todo sale del mar y todo vuelve a él…La mar simboliza situaciones
de ambivalencia como es la incertidumbre, la duda, la indecisión y que
puede concluirse bien o mal. De ahí que el mar sea a la
vez imagen de la vida y de la muerte”. Estos universos son desarrollados
por Orlando Pichardo
con una poética muy
particular a lo largo de Delamar, en tanto
en los versos de “Esto Somos” damos cuenta de ello:
“Esta es la tierra seca
la ubre atormentada,
la gaviota ciega.
Esta es la piel corroída,
salitres inconclusos
que van dejando sal en los silencios.
Rocas degolladas,
arenas cristalizadas por la muerte,
violadas por la ofensa.
Esta es la tierra negra:
Poblada por castillos de recia pesadumbre,
recorridas por fantasmas de olvidados
cementerios,
el mar que secó sus aguas,
el río doblegado.
Esto somos,
un mar muerto que no consigue descanso.”
El agua de mar está ligada según varias culturas a los deseos, esto podría desprenderse quizás al ver
las olas pasearse por el mar y detallar
cómo ellas entran acariciando la playa. De allí surge la mirada sensual que este cuerpo salino
despierta. También el agua en forma de
lluvia cobra vida como agente fecundador y fertilizador, no sólo para
las nubes “preñadas de agua” sino de igual modo para el suelo quien
la recibe en su seno. En este orden de
ideas rememoramos la leyenda griega de Danae, quien es encerrada por
su padre en una cámara subterránea de
bronce para que no corra peligro de
tener un hijo, ella recibe la visita de Zeus en forma de una lluvia de oro y éste penetra por una grieta del techo y la impregna con su consentimiento. Esta visión erótica-sexual
por analogía la observamos en la composición “Bella mía”; la que
leemos a continuación:
“Esta
noche
las
estrellas partirán conmigo
al
campo de los sueños
y las
playas de mis manos
sentirán
el oleaje de tus senos
Eres
tú entre la pesadumbre y el canto
Cantos
de lluvia para calmar delirios
de
fuego para desterrar silencios
Bella
mía
Voy
hacer que mis días salten los despojos del hombre
y en
este siglo de trampas
inventaré
paisajes en tu nombre
Bella
mía
Has
construido para mí
el
más dulce puente del mundo
Y
en la locura lo cruzaré
hasta
agotar mi tiempo
Esta
noche mis sueños son tu piel
y tus
cabellos mi noche
Esta
noche voy amarte hasta agotar mi espíritu
Porque
mañana te amaré hasta agotar mi cuerpo.”
III
La Soledad es un Camino sin Reposo
“El señor de la melancolía ha bajado
y me acompaña”
Algunos artistas representan
al Titán Cronos como un viejo descarnado y triste que lleva en sus manos una hoz, señal de que el tiempo destruye todo. En este sentido, el poeta Pichardo aborda el tema en los textos que conforman Calendario
secreto creando en él una triada
tiempo-soledad-tristeza. De acuerdo con esto el periodista y poeta venezolano Alberto Hernández nos dice al respecto: “en
todos sus libros, Orlando Pichardo encara estos sustantivos anímicos que lo
llevan a reclamarse y a reclamar las conductas, las posturas humanas a través
de su propia mirada.”
Muestra de esas palabras las encontramos en el siguiente fragmento del
poema “Calendario secreto” que, por
cierto, da título al poemario:
“ Tú conoces un calendario secreto
donde los días y los meses sólo oyen nuestros pasos
Me dejo ir en ese tiempo
y recojo las estaciones del olvido
La soledad es un camino sin reposo
un ruido antiguo que golpea en las noches sin alba
Tú tienes un sol que se ha ido entibiando su luz
y la tierra que soy
si en él se va muriendo
Mas esta agonía no deja palabra
y pensando en tu cuerpo
soy de nuevo
gaviota que a sorbos se bebe el horizonte”
En las líneas de este libro
escuchamos vibrar la resonancia de la
melancolía y el dolor por el devenir
de la
humanidad, la voz del poeta se sintetiza en una balada a la subsistencia cotidiana. Esta acción le
permite al escritor caminar entre la luz y la sombra, el amor y el
desamor, sin perder su
esencia, haciéndolo más cercano al lector; muestra de lo anterior son
los versos que estructuran “Enero”, texto que sigue estas líneas:
“A veces oigo como se pudre
el día
y siento las azuladas llamas
del alma
quemar sin huella el tiempo
corto de mi carne.
En los agujeros negros de mi
espacio
hay un torbellino de soles
que se apagan
alas quemadas que recuerdan vuelos.
Espero la lluvia que lave
los atémporos temores
agua para refrescar mis
manos
que hoy es enero
escriben solas
cosas que decir no quiero
Mas siento que un ángel se
posa sobre mi silencio
y cambia mi palabra triste
por un sueño”
IV
Cuando Se Asume
La Rosa Se Asume El Universo
“Sólo
atesoro visiones
y sueños
relámpago
de imágenes”
En Visiones de sol
descubrimos un hombre sacudido por la esperanza, en las páginas de esta obra el escritor nos sumerge en un cosmos sensorial donde se unen los colores del tiempo y el aroma de la luz, así observamos un campo
de emociones encontradas. En relación a
esta fusión de elementos repasamos las palabras del poeta de la luz Odiseo Elytis: “los europeos y los occidentales, hallan siempre el misterio en la oscuridad, en
la noche, mientras que los griegos lo hallamos en la luz, que es para nosotros
algo absoluto”. Absolutismos que
vemos en este acercamiento que hace Orlando Pichardo al sol sin pretender ser
Ícaro en el intento. De tal modo, ojeamos los párrafos de “Viejo Sol”:
“Viejo sol
amarillo de tiempo
Aunque llegas con retraso
tú eres la simiente
¡Oh sol!
millones de veces
y millones de seres
te han visto surgir del
horizonte
Más hoy en la orilla de la
soledad
tú abriste tu luz
tus colores
y me enseñaste que el azimut
es el límite del asombro
Tú
Viejo sol
tienes un amarillo de tiempo
y tus aristas alimentan la
sorpresa de la sombra
Hoy eres para mí solamente
un principio
Enseñándome que la tormenta
está aquí
y no en el despliegue de lo
eterno
No hay vanidad
porque hoy me diste el aroma
del tiempo”
Sin embargo, las sombras se cuelan entre las grietas del alma creando una especie de coexistencia
luz-oscuridad donde el escritor es el
médium, para que la ausencia y la
nostalgia se manifiesten en el mismo
plano que la alegría y el canto. En tanto vemos
al escritor hacer hincapié en la
volubilidad de la vida con sus altos y
bajos, por lo que esta serie de
universos los vemos conjugados en “Nostalgia”:
“He notado que el sol tiene
nostalgia en sus costados,
como si en este último milenio
hubiese alumbrado la tristeza y la
desesperanza.
¡Ah!, sol.
Padre antiguo,
dador de vida a quienes se
empecinan en la muerte.
No es tu culpa viejo sol,
amarillo en tu esfuerzo,
cada corpúsculo de tu luz
es palabra en infinito canto.”
V
Visitamos
el Origen de la Vida
“El
canto de un pájaro
deleitó
el alma del planeta”
En Ofrendas al asombro vemos al bardo transfigurarse en hombre-río,
hombre-viento. Cosmogonía que se anida en sus versos para dar voz a la naturaleza, canto firme y a la vez tierno, cual palabra de un padre que educa a sus hijos. Así disfrutamos la comunión alma-ecología, hecho
este que despierta en el lector su lado más sensible, ese que el concreto de
las ciudades va sepultando. La Oda al “Río
turbio” nos demuestra este hecho:
“Soy el río
No se olviden de mi fuerza
Les doy la venia
para que funden de
nuevo las torres del asombro
Les doy mi calma
para que sobre ella construyan
lechos los amantes
Les doy mi piel de arena
para que levanten casas donde
habiten sin penas
Les doy mis aguas para que en
comunión amorosa
puedan tocar el vuelo de mi
espíritu
y puedan saciar la sed ancestral
que los acosa…
Soy el río
si me pongo traje de aguas
tranquilas
Disfrutadme
Mas
en ningún tiempo
Nunca jamás
Jamás de los jamases
vuelvan a olvidarse de lo que soy
De mi fuerza
De mi amor
de mi esencia
Soy el río
Y dar de beber es mi amorosa
costumbre.”
El vate evoca-invoca ciudades y
momentos donde junto a sus amigos saludó a la bohemia, época de crecimiento y
descubrimientos literarios, lugares que sirvieron para calmar la sed del saber:
“En tus calles abrí las puertas del
asombro… Bebí el delirio con Artaud y Teófilo Tortolero”. La estancia 2 de
la elegía a “Valencia Venezuela” da fe de la anterior afirmación:
“Valencia de mi fuerza pura
de tabernas y letras
de escapes interiores y
luminiscencias nocturnas.
Era entonces
Manuel Pérez y sus ventanas diagramadas en su propio vuelo
Era la ansiedad abriendo las
puertas de la vida misma
y Villaroel París
quien Pepe Barroeta y yo
esperábamos en el bar del
portugués
para tejer alfombras que jamás
volaron
Ahí
al frente del Mayantigo
donde apaciguaban el hambre
desvelada los noctámbulos del
aire”.
VI
Primero Fue El Verbo
“Último será el silencio
y es palabra”
La palabra es pan para el alma
y luz
para los oídos del mundo, en el
libro Ella: la palabra somos
testigos del tratamiento intimista que
el poeta Orlando Pichardo le hace mediante el uso de la metáfora, así “vuelve la palabra en remolinos de luces y
enamorado acento”. En este mismo
orden de ideas el poeta Antonio Machado afirma: “la poesía es palabra esencial en el tiempo… Ni mármol duro y eterno, ni música ni pintura, sino palabra en
el tiempo”.
Se dibuja en el poema “Ella la palabra” esa espada que defiende la belleza y aleja las sombras:
“Primero fue el verbo
Último será el silencio
y es palabra
Sólo ella puede alimentar los vacios del alma
Y estará abriendo su sonrisa en el alba del silencio
Dándole nombre a cada partícula del caos
Ella que describe
Que descifra
Que alimenta
Verdadero pan para los hambrientos espíritus del planeta
Acorralada palabra
eres luz
Canto inicial de una civilización enamorada”
El escritor Orlando
Pichardo siempre ha sido un hombre de
visión y accionar revolucionario, su fusil, una
pluma que arroja fuego, fuego para el despertar de la conciencia, pasión que construye con palabras, con amor y a veces con rabia. En
Ella: la palabra hay rasgos de un discurso licantrópico que aúlla con
suspiros a la luna madre, quien
desde el firmamento controla el tiempo y el destino del hombre. Así lo exterioriza
el autor en las líneas de “Luna de
Oriente”:
“Luna refleja en las copas de los
delirantes poetas
En la letra que se desangra por la
pena del mundo
En el verso amado que suaviza las heridas
Luna que naces llena sobre los andes
Y navegas en la Caribe mar
con golpe luminoso de remos nuevos
Luna sobre las arenas de Sharazad
Donde la muerte cae en cántaros metálicos
Y los ojos de los niños miran al
demonio
bajar en fuego todas las noches
Luna
Suaviza sus penas con tu luz
que corta las sombras de las sombras
Diles luna
Que ya los poetas de la tierra
Escriben sobre la victoria
de los habitantes de la gran Bagdad
El poema épico más hermoso del mundo
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