David Figueroa Figueroa
¿Y cómo
soportaría yo ser un hombre si el hombre no fuese también poeta y adivinador de
enigmas y redentor del azar?
Friedrich
Nietzsche
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Manuel Felipe Rugeles. Ilustración Francisco Maduro |
La palabra
transciende gracias a ese mágico sentir que a veces puebla tanto lo sagrado
como lo profano, en ella las cosas se vuelven un mar de grandes misterios
cuando el lenguaje es tocado por la vara mágica de la metáfora, además si éste
confluye en los hallazgos expresivos de los caminos de la escritura y la
lectura. Ambas jamás deben separarse porque son más que hermanas, en tanto, me
permito repetir las sabias palabras del poeta mexicano Octavio Paz: “El poema
es lenguaje erguido”.
Manuel Felipe
Rugeles nace en San Cristobal el 30 de agosto de 1903 y muere en Caracas el 4
de noviembre de 1959. En el año 1937 el poeta da a conocer el poemario CÁNTARO donde se asienta que la
remembranza galopa como caballo alado en la llanura del ser: “En el recuerdo / cada palabra / es como una
semilla / que al echarla en el viento prospera”, “Y este arroyo que ahora canta
/ no es el arroyo de otro día”. Los fragmentos dan pie para afirmar que el
creador cargaba en su mente todo el entorno que sus ojos almacenaron en un
determinado tiempo.
El ensayista
Raúl Agudo Freites en su libro: “LA
MEMORIA PERDIDA” es muy certero cuando nos dice: “Los poemas de “CÁNTARO” tenían una factura fluida, un
sabor más bien castizo. Tampoco era un poeta extranjerizante. Al contrario, del
libro emanaba un regionalismo depurado, una visión entrañable del paisaje y los
motivos de la montaña andina”.
Es importante
señalar que la invocación tiene presencia altiva: “Rueda que enreda el recuerdo / dolido de viejos años, / cuando la niña
tenía / el júbilo de los pájaros”. “Rueda de moler tristezas / mientras la
aguja va andando / su camino interminable”.
La mirada echada
hacia atrás, acompañada del sabor visual de la metáfora, las imágenes
coloreando los espacios para dignificar las huellas de las horas transcurridas
en el andar y desandar. El crítico Fernando Kofman asevera: “Cada trabajo
poético, realizado con intensidad, nos aporta lo suyo”. Indudablemente que la
creación es un largo sendero donde muchos se quedan después de cansarse en el
cansancio, otros alcanzan la posteridad. “Haced
recuento siempre / de la vida que llega, / de la muerte que pasa”, “Para asir
el minuto del milagro, / hasta el límite azul del universo, / dejad que ronde
pasajera el alma”.
Es darle al
tiempo una visualización y al mismo momento dialogar con él, lo temporal fusionado
con lo intemporal. Lo vivencial alentando la voz del día, se observa la noche
lanzar su despertar al mezclarse con el aliento de la nostalgia, es callarse y
pronunciar palabras el pincel del pensamiento.
En el año 1944
aparece ALDEA EN LA NIEBLA, algunos
opinan que es su mejor poemario, lo cierto es que obtuvo el Premio Municipal de
Poesía. En torno al poemario, José Cañizales Márquez exclama: “El corazón le
llega a la plenitud sentimental y la metáfora se puebla de ocultas resonancias
como una campana que desgrana su vibración para alertar a los vecinos. Cuando
hubimos de leer esta parte de la antología, lo hicimos oyendo la PASTORAL de
Beethoven”. El libro comienza así: “En mi aldea / cuando niño / nunca creí en
otra aldea, / nunca soñé con otra tierra”; “Cristales me daba el río, / pájaros
me dio la huerta”; “Con un caracol de monte / vida tuvo una flor nueva”.
Cuando se
recorre el libro notamos que la palabra aldea está por todas partes, la tierra
vista con ojos llenos de paisajes que libres por la palabra se convierten en
aves o nubes que llegan a transformarse en imágenes de todas las especies:
“Alrededor de la aldea /las amapolas del campo / despuntan como luceros / rojos
en el verde pasto”; “En la mañana con lumbre / de primavera cruzamos / la
vereda azul y el río / sobre dos mansos caballos”.
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Niebla. Alfred Sisley |
El símil y la
metáfora riegan las imágenes del terruño para que la memoria no solamente sea
un cofre de recuerdos, sino también aromas que las rosas multiplican en el
cuerpo y en el alma. El amor dado con un lenguaje que bien puede estar dentro y
fuera del ser. “Voy abuelita, pensando / en ti desde esta mañana. / Recuerdo la
vieja aldea / con su claridad de estampa / El palomar, era toda / la alegría de
tu casa”. “Blancas palomas venían a comer sobre la palma / de tus dos manos
mestizas”.
Sobre esta obra
el poeta Lubio Cardozo opina: “Se desarrolla en él, de manera fulgente, el tema
de la georgicidad Lírica inspirada en el mundo campesino, de los panoramas
sometidos a la agricultura, de la belleza doméstica del ámbito rural, de esa
geografía dulcemente por el labrador domeñada para la obtención de alimento, la
fecunda gleba de los valles, de las faldas de las imbricadas colinas del
Táchira”. “Soy montañés y lo digo / porque montañés me siento. “Madre: mirando
uno el mar / de cerca se sueña lejos”. “Parece que el agua tiene / la luz de
todos los puertos” / “Y en cada puerto hay un barco / que nos lleva a mares
nuevos”, / ¡Cuánta nostalgia de ti / de la aldea yo tengo!”, “Nostalgia de ver
azul / de colinas en invierno”.
El poeta renace
y como todo mago vuela por la inmensidad del infinito tiempo y nos regala
imágenes comparadas con un entorno y otro; pero jamás deja de afirmar que su
cuerpo pertenece y pertenecerá al cristal siempre verde de las volátiles hojas.
En el soneto lo
vemos como un maestro cabalgar el lenguaje donde el endecasílabo precisa los
encantos y como cristal del riachuelo pinta magistralmente las flores del
decir: “Sobre la verde soledad del pino/ y del agua en el charco prisionera /
el alba, desató su cabellera / y el pájaro regó su primer trino. / Estaba allí
fraguándose el divino / despertar de una nueva primavera / en el campo. La mano
de Dios era / mano de molinera en el molino / Mano de Dios que mueve girasoles
/ Que derrama en la yerba azul rocío / y en los nardos el aire de su aroma /
Mano que hace sonar los caracoles / al compás de la música del río / cuando es
la primavera la que asoma”. Las figuras literarias se llenan de aliento y
alumbran los senderos del poema: “Sobre la verde soledad del pino; Que derrama
en la yerba azul rocío / y en los nardos el aire de su aroma” (Sinestesias):
“Del agua en el charco prisionera el alba; el pájaro regó su primer trino”
(Humanización) “La mano de Dios era mano de molinero en el molino; / Mano de
Dios que mueve girasoles; / Manos de Dios que hace sonar los caracoles / al compás
de la música del río” (Metáforas). Cabe aquí los comentarios del escritor Félix
Armando Núñez: “La variedad de tono se adapta armónicamente a la diversidad de
temas y otros tanto puede afirmarse de la pluralidad métrica y de la riqueza
del vocabulario, de las imágenes, de los recursos de toda índole que evidencian
una cultura general muy bien asimilada”.
El poeta también
dominó la copla (1947), octosílabos llenos de una gran vivencia donde la
concisión es una paradoja que deja ver la multiplicidad a que puede llegar el
verbo cuando se transforma en la palabra erguida. Lo anímico con una fortaleza
de gigante paseando por las nubes del entorno y del espíritu. Los Andes con sus
tierras y habitantes andando más reunidos que la misma unión. La separación queda
fuera de sus ojos y por lo tanto la fauna, la flora y la naturaleza toda
marchando al mismo trote. Nada se escapa a la cuarteta, amor, guitarra, tierra,
río, flor, campana, trigo, árbol, estrella, el cosmos atrapado desde la óptica
de la poesía:
¡Que blanca es
su desnudez Palomitas
mensajeras
la rosa de la
montaña! ¿dónde
estaréis a esta hora?
Así yo lo vi,
molinera El
gavilán de la Sierra
tu lindo cuerpo
en el agua. pasa
conversando a solas.
Después de haber
dado algunos pasos cortos sobre varios libros del poeta Rugeles, me detendré en
su consagrado poemario para niño y adultos: “¡CANTA,
PIRULERO! (1950). Desde muy temprana edad cargo en mi memoria dos poemas
los cuales recitaba los sábados en los actos culturales de mi querido GRUPO ESCOLAR
REPÚBLICA DE NICARAGUA en Yaracuy. Ellos son:
LA GATA ESTE
NIÑO DON SIMÓN
¡Un cintillo de plata “El
niño Simón Bolívar
para mi linda gata. tocaba
alegre el tambor
Porque bebe la leche con nata. en un
patio de granados
Porque sigue al ratón y a la rata. que siempre
estaban en flor.
Porque es novia del gato pirata. Montó
después a caballo
Toda su fortuna, Dicen
que en potro veloz,
le dará la luna. por
campos de San Mateo
Tal como esta gatita ninguna era el
jinete mejor.
hay en toda la historia gatuna, Pero un
día se hizo grande
con sus ojos color de aceituna el que
fue el niño Simón,
Recojamos flores y
a caballo siguió andando
para sus amores sin
fatiga el soñador.
Que en su boda tendrá mil honores. De Angostura hasta
Bolivia
Los padrinos, dos gatos mayores fue guerrero
y vencedor,
y un cortejo de gatos doctores. Por el
llano y por la sierra
cn
la lluvia y con el sol.
A
caballo anda en la historia
este
niño don Simón,
como
anduvo por América
cuando
era el Libertador.
Para que nos
hable de este magnífico libro, traigo al poeta J. A. Escalona Escalona, quien
asevera que: “¡CANTA PIRULERO! es uno de los mejores poemarios para niños que
ha escrito un poeta de nuestro idioma. Manuel F. Rugeles ha tomado
–selectivamente– las experiencias propias de la infancia y, ordenándolas en
síntesis creadora, las ha transformado maravillosamente en una poesía
incontaminada de intenciones didácticas y pueriles verbalismos”. La palabra en
haz y envés dedicada a la comunicación del escritor con el lector o mejor decir
una simbiosis que da origen a que el verbo perdure en lo interminable del
tiempo, el lenguaje grácil y de aurora dejando su huella cual caminar de
profundas raíces: Oigamos su texto DEJA DE LLORAR: “¡Niño: deja de llorar!
/¡Que vas a agrandar el mar! / En la arena haciendo barcos / y castillos se
diría / que todo lo has de alcanzar / ¡Pero deja de llorar! / ¡Tu padre salió
de día / y ahora habrá de tornar / con su red de pesquería / y sus peces de
cristal / ¡Pero deja de llorar! / ¡Que vas a agrandar el mar!”.
También nos unimos a Ana Mercedes Azuaje de Rugeles, cuando afirma: “Es una poesía noble, bellamente pura; una poesía que era ya la exaltación hacia las grandes maravillas del mundo”.
En el poema EL CLAVEL, se nota reciprocidad anímica, incorpórea y a la vez tangible, la naturaleza presente en forma de flor:
También nos unimos a Ana Mercedes Azuaje de Rugeles, cuando afirma: “Es una poesía noble, bellamente pura; una poesía que era ya la exaltación hacia las grandes maravillas del mundo”.
En el poema EL CLAVEL, se nota reciprocidad anímica, incorpórea y a la vez tangible, la naturaleza presente en forma de flor:
“Ha nacido
la luz del clavel.
Ya se viste
de rojo el vergel.
Hay olor
de canela y de miel.
La flor
para ella
y el sí
para él”
La poesía
necesariamente requiere de oficio, trabajo que la palabra sabiamente ilumina y
recorre ámbitos incalculables, va desde una pequeña hormiga hasta alcanzar todo
los mundos posibles y también convertirse en ser y no ser a través de la
ubicuidad. Nada se escapa a la visión del creador literario cuando se entrega
en carne y alma a los quehaceres mágicos de este arte envuelto en ludismo,
seriedad, sencillez, y sobre todo en el realismo concatenado con la exuberante
ficción.
El escritor
merideño José Gregorio González Márquez al referirse al tema anterior, comenta:
“En el poema, la palabra deja de ser una simple repetición de letras que nos da
información, para convertirse en fuente de musicalidad, ritmo, expresividad y
belleza. La poesía encierra el mito, el conocimiento, el poder, el amor, el
desamor, la tragedia, el abandono, la leyenda, la vida. El poeta es un ser
iluminado, un individuo que nace, crece y vive bajo el amparo del Creador. El
poeta nunca muere, transciende en su escritura”.
El poemario
tiene versos bisílabos, “Garza”, trisílabos, “La flor”, tetrasílabo, “Ya se
viste”, pentasílabo, “Qué fama tienes”, hexasílabo, “De regreso, salta,
brinca”. A continuación algunos recursos estilísticos encontrados en la obra.
Diminutivos: “Tortuguita, solita, vaquita, hojitas, ovejitas”. Humanizaciones:
“Tengo una alma sonora, vestiditas de negro salen rezando, ¡Qué fama tienes de
charlatán!, Ahora contigo me quiero casar”. Paradojas: “Madura de sol y lluvia,
tengo la raíz en tierra y la copa abierta al cielo, el que por mi lado pasa /
siempre encuentra en mí una casa”. Metáforas: “Eres el reloj del campo, se puso
a gritar el río, y una nube que escuchaba, la pluma va con su destino, doradas
gotas de lluvia, leve desgranar sonoro”. Imágenes: “Ya se viste / de rojo el
vergel, sobre la luz del jardín, el techo se viste de rojo, mi casa madura el trino”.
Símiles: “Como la hoja verde / la cerbatana, como la hora verde / también la
rana, ¡Que deslumbre como un sueño!, tal como esta gatita ninguna”. Hipérboles: “Y se parte en mil reflejos,
Niño: deja de llorar! / Que vas a agrandar el mar / Eres el reloj del campo, tu
repertorio de no acabar, ¡Para todas, yo abrí la ventana”.
Sobrada razón
tiene el investigador George Jean al afirmar: “La poesía no es finalmente otra
cosa que una provocación para la imaginación. La imagen poética permite la
visión de todo el resto y transforma los ojos, en particular, los ojos de los
niños en fértiles”.
Vuelvo al
escritor José Cañizales Márquez: “El poeta nunca abandonó el niño que hay en
él, a lo que debe su vivencia e intemporalidad pero Rugeles parece ser que esta
fuerza pesó en su corazón como un inmenso péndulo de oro hasta impulsarlo a
escribir su grandioso poemario ¡CANTA,
PIRULERO!, prodigio de creación y ensueño”.
Concluyo con un
poema que le dediqué en el libro FABULAR
DE VOCES:
Ibis de albura, Ibis de nácar,
Ibis
de cielo,
flor deslumbrante. perla
radiante. sueña el infante
Si es un tenor, la simpatía
El
que bien corre
entonces que cante. es un diamante. llega adelante.
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