Stephen Vizinczey
Tolstói estableció una
comparación muy profunda entre el arte y la comida: la gente que
piensa que lo más importante de la comida es el placer que nos
proporciona y la exquisitez de su elaboración no entiende que la
verdadera función de la comida es nutrirnos. Lo mismo puede decirse
del arte. Su función principal es cultivar nuestra conciencia,
nuestra alma, hacernos conscientes de que formamos parte de la raza
humana, de que no estamos solos. Sin embargo, los escritores jóvenes
de hoy lo tienen difícil, porque la idea más popular entre la gente
es que el arte sirve para entretener, es un espectáculo.
Yo tuve la suerte de
nacer en Hungría, donde el arte se consideraba un alimento
espiritual. A pesar de todas las tiranías que sufrimos,
encontrábamos la libertad en el arte y la poesía. El poeta siempre
hablaba de sí mismo y era el tribuno del pueblo: la voz que
pronunciaba las cosas que el dictador de turno no quería oír. Los
poetas que yo admiraba eran personas que hablaban en nombre del
pueblo, de la nación, porque nosotros no teníamos ni democracia, ni
un parlamento libre, ni libertad de prensa. Grandes poetas húngaros
fueron asesinados, otros tantos se murieron de hambre, otros se
suicidaron, pero dejaron un legado que a los diez u once años me
permitió sentirme orgulloso de mí mismo como parte de la humanidad.
Gracias a ese legado supe que no estaba solo.
Mujer leyendo en el bosque. Gyula Benczúr (1844-1920), húngaro. |
Lo más importante del
arte, de cualquier arte, aunque yo realmente solo puedo hablar del
arte de la literatura, es pues que gracias a ella aprendemos dos
cosas importantísimas: que no estamos solos y que podemos
comunicarnos. Tolstói afirmó que la gente que no es consciente de
su historia, que desconoce lo que ocurrió antes de que ellos
nacieran, son salvajes. La literatura establece un vínculo entre el
sujeto y la humanidad. La tiranía bajo la que yo vivía en Hungría
me enseñó estas cosas.
Otra cosa que me inspiró
es que tuve la suerte, en varias ocasiones –primero a los ocho
años, luego a los trece, de nuevo a los veintidós–, de estar
cerca de la muerte. Es muy importante ser consciente de tu propia
mortalidad, porque si no lo eres es mucho más fácil que los demás
te controlen. Ahora mismo estoy escribiendo una novela sobre el líder
de la lucha contra la mafia en Italia en tiempos de Andreotti. Fue
nombrado comisario antimafia y Andreotti, que no pudo impedirlo
porque era demasiado popular después de haber liberado a un general
norteamericano secuestrado, lo felicitó y le dijo: “Sin duda, hace
falta muchísimo valor para asumir este puesto, porque debe saber que
la mafia va a intentar matarle.” El comisario le respondió:
“¿Quiere decir que si me muestro sumiso viviré para siempre?”
Los grandes crímenes de
la humanidad, empezando por el nazismo, no habrían tenido lugar si
todos hubiesen sido conscientes de su propia mortalidad. Hace poco
estuve en el Museo del Prado y me sorprendí otra vez al ver cuántas
calaveras se ven en sus cuadros: calaveras que nos recuerdan nuestra
propia mortalidad, que forma parte de la vida. Sin embargo, si somos
conscientes de nuestra propia mortalidad es mucho más fácil ser una
persona libre e independiente, es mucho más fácil emitir los
propios juicios sobre la vida y opinar por uno mismo. Y la literatura
ayuda: un gran libro es como una partitura: solo el cincuenta por
ciento del texto está escrito sobre el papel. Hay puntitos sobre el
pentagrama, pero estos puntitos carecen de sentido hasta que los
músicos interpretan lo que está escrito. En ese sentido, la lectura
es una experiencia creativa. Nosotros somos como el intérprete, como
el músico que lee la partitura y le da a lo escrito un significado
adicional: completa una obra incompleta y la convierte en una
realidad viva en nuestra cabeza, lo cual es extremadamente
importante, incluso desde el punto de vista fisiológico.
Robert Capa (Budapest, Hungría, 1913 Vietnam,1954)
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Incluso los libros que
son puro entretenimiento, como los libros policiacos, obligan al
lector a pensar algo, aunque sea solo quién puede ser el asesino.
Aunque sea la forma de literatura más popular y más fácil, el
lector piensa y es mucho mejor leer estos libros que no leer nada. El
cerebro necesita ejercicio, igual que el cuerpo. Y una mente que no
se ejercita también tiene efectos sobre la salud y sobre el cuerpo.
La forma más elevada de literatura es aquella en la que la partitura
exige más esfuerzo mental por parte del lector: eso significa que es
más difícil, que menos gente la entiende, pero es mucho más
importante, ya que cuando completamos una novela así en nuestra
mente también estamos ejercitando nuestra imaginación, y cuanto más
ejercitemos nuestra imaginación más grande será. Y para la
sociedad es tremendamente importante que la gente tenga imaginación:
la matanza de millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial
no hubiese sido posible si la gente hubiera podido imaginar lo que
supone que te quemen vivo o que te torturen. Todos los horrores del
mundo se han dado porque muchas personas carecían de la capacidad de
imaginar lo que suponían sus actos. Lo más terrible de la
naturaleza humana es la incapacidad de imaginarse estas cosas. Y la
literatura, el arte en general, nos ayuda a pensar fuera de nuestra
propia mente, a imaginarnos cómo se siente la otra persona. La gente
es buena o mala no en función de sus principios morales, sino en
función de la capacidad que tenga para imaginar lo que supone ser
otra persona. ~
¡Magnifíco ensayo! Me fascinó, sobre todo los puntos tan interesantes que relatas a como la literatura nos puede abrir la mente y cultivar nuestra forma de pensar. He leído una obra de Jorge Volpi en la que trata sobre las relaciones que existen entre el cerebro y la literatura. Una frase emblemática del libro y que encierra su esencia es la siguiente: “La ficción nos enseña a ser humanos”. Es decir, la literatura es una condición indispensable para la evolución de nuestro propio cerebro. El hombre es un verdadero creador de ficciones, un tejedor de metáforas.
ResponderEliminarCoincido con Leticia es un excelente ensayo. Leo esto y leo lo que escribo y me doy cuenta que estoy dentro del grupo en el que no debería estar y que soy un primate. Muy bueno, te seguiré.
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