Angélica María Salas
González
El bildungsroman o novela de
aprendizaje, es un modelo narrativo que se caracteriza por presentar
a un personaje determinado, en una etapa de su vida, o a través de
varias, para continuar su proceso de formación, destacando su
integración psicológica y social; además, esto cumple una función
de carácter identitario, es decir, que este personaje debe demostrar
o demostrarse así mismo que tiene valor, como persona y como actor
social, por tanto su cometido será el de defender una idea, un
linaje o una posición social que le reivindique, se trata del
proceso de construcción de una identidad en particular.
La novela de formación o crecimiento
es generalmente vista como un espacio y un lugar para el logro del
hombre, allí predomina lo masculino, es el hombre que actúa como
héroe y realiza este proceso de restauración de su ser. Esta noción
de género tiene sus inicios en el siglo XIX, abriendo con la novela
de Goëthe Los años de
aprendizaje de Wilhelm Meister,
novela que representa el desarrollo de un héroe a favor de su honra,
posteriormente otras autoras
continúan escribiendo de acuerdo al
modelo, como George Elliot con Middlemarch
y Charlotte Brontë con Villette,
entre otras. Esto nos indica también que existe paralelo al canon
masculino una perspectiva femenina, de allí que podamos remitirnos a
un ejemplo clásico, como lo es en Latinoamérica Teresa de la Parra,
con Ifigenia, allí se plantea el desarrollo de María Eugenia, como
una heroína trágica, pues no logra satisfacer sus metas y sucumbe
ante el sometimiento del patriarcado dominante, de allí que se vea
como una obra del bildungsroman fracasado. Por otro lado, la
contraparte de esta se ve en la obra de Elena Poniatowska, Hasta
no verte
Jesús mio, dentro de la
cual la protagonista, una mujer del campo iletrada, logra imponerse
ante una sociedad machista, incluso dentro del contexto crudo de la
guerra civil mexicana, llevando a feliz término sus metas sin
someterse al diseño tradicional, visto en el ejemplo anterior, y que
determina la preparación de la mujer para el matrimonio y la
maternidad, de modo que este desvío, donde sumisión implica
retroceso, se inscribe dentro del verdadero crecimiento psicológico
y social de sujeto femenino.
De acuerdo con lo anterior, nos hemos
propuesto como objetivo observar y determinar esta noción de
crecimiento personal, dentro del género poético, en dos libros
Poemas de Agua, Fuego y
Árbol y en
Rumores Terrenales, esto a
través del desarrollo de la voz poética, como sujeto de la
enunciación, es quien narra e inicia un proceso de transformación
hacia la etapa de la madurez.
En efecto consideramos que dentro del
género poético es factible realizar este tipo de enfoque, debido a
que la voz poética es un personaje más dentro de cada poema, esto
sin detenernos en las diferenciaciones entre lo femenino y lo
masculino, consideradas dentro del bildungs, que bien pudieran
comprender un estudio aparte, nuestra intención precisa determinar
ese proceso de formación que se da en los personajes del género
novela, pero aplicado al poema, destacando un proceso de construcción
de identidad.
Dentro de un poema la voz poética se
identifica con el sujeto de la enunciación, en este sentido, Poemas
de Agua, Fuego y Árbol
(1978-1988), abre con la noción de madurez, esto lo vemos en su
epígrafe tomado de Rilke y dice: “Al sublime pretexto para
madurar”, esta entrada nos da la idea de crecimiento personal, allí
lo sublime está representado por lo sublime de la palabra, por la
construcción de poema, que contiene una carga de emotividad,
particulares y propios a quien los escribe y además pretenden ser
una máscara al yo desdoblado de la autora. Luego la frase pretexto
para madurar, se explica
por si misma, terminado de consolidar la idea de desarrollo personal,
de formación femenina, dentro de un contexto lírico.
El primer grupo de poemas comienza con
la reafirmación del ser, en un contexto de lo urbano, lugar de
ubicación del enunciante como en
Soy: “Soy un pedazo del
universo/ que algunas veces se entusiasma/ frente a las vitrinas/
llenas de ropas, joyas y zapatos. /Soy un laberinto/ que lleva un
combustible, / que poco a poco/ va consumiendo la piel…/” (Pág.
9).
Aquí comienza la reafirmación
inicial que le permite comenzar su viaje de crecimiento a la voz
poética, tratando de desprenderse de aquello que le resulta banal o
artificioso, como un ritual de purificación que requiere de agua
para lavar el alma, par lograr una concentración en sus propias
capacidades emocionales, intelectuales y físicas.
Luego continua empujando al exterior
todo cuanto entorpezca su trayecto hacia la madurez, en ocasiones
esta voz se dirige a sí misma, otras parece increpar al cosmos, su
objetivo no consiste en obtener una posición social, al contrario se
centra en legitimarse ante sí misma, desde donde parte de una etapa
de adolescencia para llegar a formarse como mujer, como una persona
fortalecida por las vivencias. Es importante ver que estos contactos
de intimidad, del sujeto frente a sí mismo, se realizan a través de
los elementos de la naturaleza, como energías mediadoras entre el
ser y lo cotidiano, además, el elemento agua siempre está presente
a lo largo de todo el poemario, junto al fuego, lo que redondea la
idea de ritual de purificación. Esta energía de lo femenino se
conecta con la tierra, el viento, el mar, entre otros, veamos:
“Cayeron los frutos del trigo, / las hojas enmudecieron de negras.
No encontré la claridad del mar/ donde se bañaron mis ojos/ cuando
eran inocentes…/ Las lluvias inundaron los huertos, / el verano
cejó la tierra; / las personas quedaron en el mismo sitio…”
/(Pág. 14)
El agua consolida la idea de
fertilidad, de lo femenino y de purificación, en este caso su ser,
para que se regenere y pueda florecer nuevamente, como en el poema
Podé la mujer,
le elimina la lengua, los ojos y las manos, este proceso se mantiene
como preparación para la etapa siguiente, donde se nota el cambio de
perspectiva, en cuanto al modo de ver la vida y lo que acontece a su
alrededor. En los poemas de Fuego,
que corresponde al segundo grupo, el proceso de construcción de
identidad se unifica con las fuerzas de la naturaleza para darle
énfasis y emotividad.
El final del primer poema, titulado
Para comenzar a vivir,
contiene una mediación entre lo corpóreo y lo existencial, a través
de la naturaleza, rasgos también presentes en la obra de Matheus; en
cuanto a Lázzaro vemos en la representación del medio natural una
instancia del alma, con la cual queremos reforzar que se acentúa la
profundidad de cada poema, mirando más hacia su interior, donde se
logra el crecimiento de la voz poética: /“Quién que algunas veces
se levanta acallando la/ veracidad cotidiana./ De igual figura,
diferente sombra./ Fuerte y no sabe mentir./ No la entiendo, ellos
tampoco. Sabe que me asombra, / no le basta. Quiere que me funda en
su fuego para/ comenzar a vivir.” /(Pág. 55)
Luego en otro poema Memoria
de la infancia, comienza
una nostalgia por la infancia, lo que advierte que desde la
perspectiva del enunciante, se mira hacia atrás, para comprobar que
efectivamente se ha recorrido un buen trayecto dentro un espacio y un
tiempo, relacionados con
la presencia existencial del crecimiento interior: “Por
momentos siento que alguien golpea mi rostro./ Es/ fatalidad que
regresa./ Busco un espejo y reconozco la / mano enrojecida en mi
piel./ Son los mismos dedos largos/ con que el destino quiso una vez
aniquilarme…/ Entonces podré vengar/ a la niña que creció entre
púas, acumulando memoria de/ infancia errada.”/ (Pág. 59)
Esto se mantiene en otros poemas
siguientes, como en Devuélveme
la inocencia y en Volver
al tiempo.
Es el tipo de sentimiento que se
aborda a mediados de la etapa madura, se trata de una mujer que se
incorpora al paso del tiempo, “al devenir” al igual que Matheus
en sus poemas el tiempo se incorpora desde el exterior, y a través
de los distintos elementos de la naturaleza. Por otro lado, es
significativo señalar, que a medida que avanza la voz poética en
cada poema de Lázzaro, se nota este desarrollo interior que conduce
hacia la etapa madura, recordemos que en los primeros poemas se
trataba de una mirada de rebeldía, de inconformidad y de depuración,
al mismo tiempo, tal como lo haría una adolescente, al intentar
buscar su propia identidad dentro un mundo que le es tan propio como
ajeno, ahora todo esto va quedando detrás y la mujer madura lo
observa todo desde firmeza, desde su propio espacio de enunciación.
Esto ocurre en el último grupo, que
corresponden con Árbol
fuerte que silba y arrasa,
incluso las imágenes sensoriales se ajustan a una visión que
contempla la madurez, de modo que la culminación de su aprendizaje
se completa mediante la experiencia directa del hacer, visto en el
predominio de las manos como instrumentos de aprehensión del mundo,
metafóricamente tiene el mundo en sus manos, por consiguiente tiene
entre sus manos el conocimiento del mudo que le permite vivir, de
acuerdo a sus expectativas, y no según el canon de la masculino,
sobre el cual nos referimos líneas arriba.
Los últimos poemas refieren a las
manos como protagonistas inmaculados, como en No
es ésa la mano, Mis manos tejen, Adoro mis manos sensibles,
veamos este último: “Si no tuviera manos, ni boca, / mi cuerpo,
demacrado esqueleto, / deambularía por autopistas, / sin sentido…
/Tendría que alimentarme/ con los hombros, con los brazos; / con
toda la extensión del cuerpo… /¿Cómo hacer saber el hambre?/
(Pág.79)
De este modo, en la obra de Lázzaro
se presenta una variante del bildungs, patentado en la voz poética,
como ser de la expresividad, sentimental y psicológica, que
experimenta su ciclo de transformación, a partir de una edad
juvenil, hasta formarse como una mujer que va más allá del modelo
tradicional, apegado al modelo masculino, efectuando su preparación
para la vida en general. Obviando la presencia de lo masculino en si,
es decir, dentro del recorrido de la voz, ella no se dirige nunca, o
casi nunca a un sujeto opuesto, el hombre no aparece como una entidad
corpórea, quienes asumen esta función son tal vez, los
sentimientos, como cuando se refiere a lo otro, que puede ser la
soledad, lo banal, o lo etéreo.
De manera similar en el poemario de
Débora Matheus Bencomo titulado Rumores
terrenales, observamos
también la noción del bildung, expresada mediante los elementos de
la naturaleza, logrando entonces el crecimiento de ese yo desdoblado,
a partir de su dimensión psicológica, sentimental y de conciencia
lingüística, recordemos que es mediante el lenguaje como podemos
rastrear ese crecimiento de carácter cíclico, puesto que siempre
retorna a su yo original, pero fortalecida.
De acuerdo con esto, puede verse en
estos poemas el crecimiento se da a partir de cero, y se trata de un
yo femenino que evoluciona emocionalmente en cada trabajo, de modo
particular el orden de los trabajos en el libro tienen gran
correspondencia con la propuesta de evolución señalada en su
dimensión psicológica.
Partiendo de esta idea, en el primer
poema Huracán,
se manifiesta el comienzo, la génesis de una nueva etapa: Huracán/
que se llevó en su miedo/ los silencios/ un castillo en la cumbre/
la fragancia de los azahares/ el humo perfumado del incienso./
Huracán/ tu prisa/ dejó perdido en el camino/ el gemido de un
caracol prisionero…/ (Pág., 17)
Así el huracán surge como un ente
reestructurador, que limpia para buscar nuevas rutas, que hagan
posible el logro de las metas a partir de cero, de allí que no es
casual que el siguiente poema se titule Destino,
donde aparece nuevamente la imagen del camino, no lugar de encuentro,
sino de partida, se trata de un camino que se bifurca, pudiendo
llegar a sugerir el bien y el mal, por tanto, la elección debe ser
la adecuada. Los trabajos siguientes, destacan los sonidos de la
naturaleza, e indican que para continuar el camino (del bien) se debe
atender al silencio interior, que según la filosofía budista logra
la meditación profunda que comunica al hombre con instancias
divinas; de modo que ese yo interior deja fluir su voz, al tiempo que
deja escuchar el sonido del universo y la luz disipa toda tiniebla:
/Canto al cielo/ extiendo
mis brazos hacia él/ una estrella me presta su luz/ huyen las
sombras./Canto a la luna/ y me da su magia/ en su hechizo/ duermo/
Canto al viento/ y me da sus alas/ vuelo al infinito…/siembro mi
rosal / (Pág. 25)
Se observa esa comunicación con su
interioridad, y con la grandeza del universo, invocando como en un
rito, a la luz y al cielo extendiendo sus brazos para recibir toda la
energía contenida en el cosmos, como un rasgo metafísico; culmina
el poema subo al
arcoiris/ siembro mi rosal.
Recordemos que el arcoiris simboliza el pacto que Dios hizo con los
hombres luego del diluvio, de allí que al plantar el rosal estaría
sellando un contrato con la naturaleza, con la Madre Tierra quien
hace brotar sus más diversos tesoros a los seres vivientes.
Luego se muestra otra etapa donde los
sueños y la soledad predominan, lo que significa que ha pasado de un
estadio primario, como el de los niños quienes se interesan en los
elementos externos y provenientes de la naturaleza y de su medio,
como herramienta para interpretar, comprender y explorar su realidad.
Superada esta etapa comienza la adolescencia, y se pasa de un estado
de tolerancia y participativo, hacia uno mas egocéntrico, donde
importan las opiniones de los demás, la amistad y el amor hacia los
semejantes.
Desde esta perspectiva, en los
siguientes poemas se nota que el destinador se dirige a un ser en
particular, al compañero amado, presente o ausente, sin dejar de
lado los elementos de la naturaleza que le sirven para llevar y
expresar sus mensajes emotivos, como si el viento pudiera llevar los
versos de amor que se gritan en la playa, o llegara hasta el ser
amado: /Búscame en el aire/
en el rumor del río/ búscame en los riscos/ en el ardor del fuego.
Búscame en la brisa/ en la espuma de las olas…/ Búscame en el
viento/ en las alas del cóndor/ búscame en las nubes/ en el
atardecer… (Pág., 33)
A medida que avanzan los poemas se
evidencia el crecimiento psicológico y emocional del yo poético que
narra; a partir del poema Amo,
la madurez del sujeto enunciante es más verificable, a través de
las marcas de la adultez y de nostalgia en relación al tiempo
vivido: Amo/ mi ingenuidad
de ayer/ el velero blanco/ cubierto de flores/ donde mi juventud/
navegó feliz. /Amo/ el eterno correr/ mi sonreír sonoro/ mi
constante inquietud/ mis días y horas/ de amor. Amo/ lo que amé/ y
lo que amo (Pág., 53)
En Anhelos
comienza una etapa de reflexión, se valora el pasado y el presente
se hace más preciado, las marcas verbales corresponden al imperfecto
o al presente, todos los sentimientos fueron y son; en Giros
del tiempo, penúltimo
poema, se agudiza la preocupación nostálgica del pasado, bañado de
múltiples sensaciones: Sobre
espuma de olas/ bañada por soles y lunas/ navegué los mares
ignotos/ Olí la fragancia/ de crisantemos y amapolas/ bajo su
hechizo/ soñé./ En alas de un cóndor/ alcancé el cenit/ quedó en
mis oídos/ el retumbar del trueno/ en mis ojos/ la luz del rayo/ y
en mi cuerpo/ el abrazo del huracán (Pág., 101)
Con el último poema cierra el proceso
de madurez, para anclarse de modo indefinido en un tiempo el Ahora,
desde la temporalidad definida se precisa el lugar de llegada en la
vida del personaje poético, con su crecimiento emocional y
psicológico, que señaláramos al comienzo del trabajo. Por
consiguiente estaríamos observando una poética de la formación a
lo largo de cuarenta y tres poemas, digamos que cada uno corresponde
con lo más profundo de cada año de la existencia de este personaje
tácito; por otro lado, vemos que el eje temático fundamental, luego
de la naturaleza, lo constituyen las experiencias que llevan a los
seres humanos hacia la madurez. El ciclo cierra el tiempo y lo atrapa
para siempre: Ahora/ no hay
preguntas/ ni respuestas/ está el olvido/ Estrangulé el ayer/ los
recuerdos/ se extraviaron/ para siempre/ Ahora/ el tiempo es mío/
ya no hay lucha/ Desaté las amarras/ de mi prisión Soy yo (Pág.,
103)
Dentro de la frase el
tiempo es mío, puede
sentirse la aceptación de todos los dones dados durante la vida, por
tanto, existe la felicidad agradecida de estar viva y poder recordar
lo pasado como notas de aprendizaje, con amor y desamor, y a través
de todo simplemente poder decir con valentía: SOY YO, o nosotros
quienes leemos esas notas llenas de rumores terrenales, susurros del
mar, del viento, del sol y la luna que apuntan a demostrar al hombres
que ellos si son ``eternos`` y nosotros frágiles y perecederos; lo
que en suma consolida el desarrollo del sentimiento humano a través
de la naturaleza.
Finalmente consideramos que ambos
poemarios se manifiesta el proceso de crecimiento o formación que
propone el bildung, con la diferencia de que lo que se legitima no es
de carácter social, sino de la persona a su nivel interior, por
tanto la voz poética se desdobla para dialogar consigo, luego de
reconocerse en su propia dimensión si comienza su viaje hacia la
madurez.
Bibliografía
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