Angélica María Salas González
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Caperucita Roja. Ilustración de Albert Anker
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Dentro de la constante fluidez de las palabras y las ficciones
forzadas surgen por momentos preguntas –arrogantes-, una de ellas tiene que ver
con la vida secreta de La Caperucita Roja, sobre ella sabemos que como
personaje su vida dependerá de la función cumplida dentro del relato. Así, en
unas dependerá de la acción que realice y en otras de lo que exprese
verbalmente. Pero, ocurre que esta complicada existencia de la niña la ha
llevado a realizar todas las funciones y casi todos los roles, luego de concluir
el contrato con Charles Perrault, los Hermanos Grimm y Disney. De allí en
adelante se le ha visto en ropa ajustada, armada, en ligeros trajes, en
caperuza verde –o sin nada-, de femme fatale y hasta de heroína.
Este personaje tan peculiar ya se le conoce desde el
periodo medieval europeo. Aunque, para algunos (González M, 2006:135) la
aparición de esta joven vestida de rojo se puede
ubicar aproximadamente hacia el siglo II D.C, en los relatos del griego Pausanias en su obra Descripción de Grecia. En el apartado respectivo al sacrificio de doncellas, entre las que figura el caso de Ifigenia. La descripción cuenta o da testimonio de un fresco en una pared de una joven con una túnica roja, una cesta con alimentos elaborados a base de trigo y un hombre con una piel de lobo sobre sus hombros. En este sentido, vemos como el otro elemento infaltable que acompaña, tanto a la niña como a la historia siempre está presente en el resto de las demás versiones. Así, la cesta llena de pasteles, mantequilla y miel, formaría según la autora, parte de la ofrenda para alguna diosa de la antigüedad (Deméter, Hera, etc.).
ubicar aproximadamente hacia el siglo II D.C, en los relatos del griego Pausanias en su obra Descripción de Grecia. En el apartado respectivo al sacrificio de doncellas, entre las que figura el caso de Ifigenia. La descripción cuenta o da testimonio de un fresco en una pared de una joven con una túnica roja, una cesta con alimentos elaborados a base de trigo y un hombre con una piel de lobo sobre sus hombros. En este sentido, vemos como el otro elemento infaltable que acompaña, tanto a la niña como a la historia siempre está presente en el resto de las demás versiones. Así, la cesta llena de pasteles, mantequilla y miel, formaría según la autora, parte de la ofrenda para alguna diosa de la antigüedad (Deméter, Hera, etc.).
La Caperucita nace a la sombra de las leyendas
folcloristas sobre niñas precoces y hombres-lobos. Además, como historia
contada no surge inicialmente para “entretener” a los más pequeños, sino como
una especie de crónica roja en la cual el lobo se comía a la abuela, guardaba
su carne y sangre en la alacena, para luego ofrecerlas como festín a la niña.
Por otro lado,
González Marín (2006) también resalta que originalmente el lobo no engañaba a
la niña, y tampoco había un final feliz. Posteriormente fueron los hermanos
Grimm quienes edulcoraron el relato castigando al lobo, abriéndole la barriga y
ubicando la advertencia dada por la madre al inicio. Mientras que Charles
Perrault decidió que era mejor dejar la moraleja al final y por escrito.
Consecutivamente la historia central y sus personajes serán
adaptados a un público infantil. En cuanto al personaje de la niña no se sabe
nada sobre sus padres, si fueron campesinos o aldeanos, tampoco tenemos registro
de su acta de bautismo. En tal caso se puede decir que se le conoce una madre y
una abuela, y su madre le ordena ir a casa de su abuela que está enferma y vive
del otro lado del bosque. Como si esto fuera parte de un ritual fijo de una
sociedad matriarcal.
En todo caso se trata de observar la vigencia a través
del tiempo de un personaje que se reinventa, se adapta a las nuevas generaciones
y aún conserva parte de su esencia. Pero ¿cómo logra mantenerse al día?, esto
se debe a varios factores interventores, el primero y más obvio está
relacionado con la pericia del escritor quien debe estar al tanto de aquello
que pueda motivar al público de su momento, así ya no será igual una Caperucita
que guste escuchar al grupo “Menudo” y salga con “Astroboy”, a una que lleve
piercing en ombligo y cejas, y corra para los conciertos de Justin Bieber o
Lady Gaga. Aunque existamos lectores que preferimos a la tradicional
Caperucita, las versiones adaptadas a los usos y modas contemporáneos también
cautivan, si están bien escritas.
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Caperucita Roja. Ilustración Dave Cooper
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Aunque, la Abuelita sea personaje del tipo nominal, es decir, se
nombra y sólo se sabe de ella cuando el lobo se la come. No tiene una profundidad
psicológica, su actuación se define junto a la del Lobo y por extensión al
personaje de Caperucita. La Abuelita mantiene un diálogo con la niña mientras
aparece suplantada por el Lobo, en seguida solo le da las gracias al Leñador o
Cazador, después de ser rescatadas de la panza del Lobo.
Igualmente, el motivo del viaje se hace patente, la
niña debe realizar un recorrido hasta la casa de su abuela, ya sea en auto,
bicicleta, motocicleta, aeronave, mentalmente… pero lo ejecuta. En esta ficción
heroica la finalidad es la del aprendizaje, lo cual no solo lo realiza por
tratarse de una mini heroína –buena o mala- sino porque constituye el “deber
ser” de un héroe. Por otro lado, porque en buena parte su base anclada en la
tradición de la fábula le asigna la función moralizante o aleccionadora. Esto a su vez lo hereda de las antiguas
leyendas y relatos orales de los periodos medievales europeos, donde la
realidad era más cruda y peligrosa para las adolescentes, si llegaban a serlo.
Recordemos que el concepto de infancia y adolescencia no se llegaron a conocer como
tales aún en esa época. Además, la amplia tasa de morbilidad infantil, las
pestes y las guerras dificultaban el crecimiento de los pequeños, cuando no se
les obligaba a trabajar como un adulto. Los que gozaban de infancia eran los
nobles y los hijos de los monarcas, para quienes luego compilarían Perrault y
los Grimm las historias que les dieron fama hasta hoy.
La Caperucita nace dentro de un contexto oscuro,
plagado de abusos contra los menores y las mujeres. Igualmente desde la
oralidad se crea o nace un personaje plano, que simbólicamente debe viajar
hacia la madurez sola, sin más compañía que las viandas de su madre: su tarro
de miel, un poco de mantequilla, un pastel y algunas flores del camino. Aunque
cabe destacar, que se trata de una disposición por parte de la madre la salida
al bosque de la niña, a la vez que hay
una prohibición: la de no abandonar el camino señalado, lo cual cumple, pero
habla con un extraño y le aporta información confidencial. Esto equivale a
mostrar las debilidades a un potencial enemigo. Se puede interpretar que en la
dulzura de adolescencia es fácil cometer errores.
Dentro del conjunto de elementos que acompañan al
relato también está el alimento confeccionado por la madre, el cual sirve a
modo de recordatorio de las virtudes de la vida de la mujer hogareña, y por
último las flores, que reflejan las cosas cosechadas por sí misma desde lo
femenino. Para finalmente llegar a una vejez tranquila, en medio del bosque
cuya paz evoca la imagen de una muerte virtuosa. Por supuesto, si no dejamos
que el Lobo logre seducirnos, puesto que el calificativo de “lobo” era
utilizado para los hombres malos –timadores, proxenetas o aberrados-.
Además, dentro de la simbología se puede establecer
una relación entre la metáfora del hombre perverso con la figura del lobo,
animal que vendría a representar los bajos instintos de los seres humanos.
Luego, el hecho de haber sido rescatadas abuela y niña dispone la idea de
muerte y resurrección, hay que vivir para morir, así el hecho de que ambas
estén con vida indica varias ideas, una la de que ser viejo no impide ser
engañado, por tanto las trampas existen siempre y la juventud debe en prestar
atención al camino señalado por los mayores.
Caperucita sobrevive porque no alcanza la madurez, si
bien se trata de un personaje plano la matriz originaria del relato aprovecha
esto y se manifiesta hacia un estructura profunda compleja, cargada de
simbolismos de la época medieval. Por tanto la eterna la clave de la vigencia del
personaje, radica en sus raíces folclóricas debido a que en este tipo de relato
la fuerza del universo simbólico representa la estructura, puesto que sostiene
la mayor carga, asimismo la carencia de exhaustivas descripciones y
profundización en la vida o forma de los personajes permite equilibrar los
valores estéticos junto a la configuración metafórica, lo cual se hace
necesario en las historias orales donde lo accesorio es el personaje y lo
primordial se traslada a la historia narrada.
El simple detalle de que la niña se haga notar solo
por su capa roja y no por un nombre, consolida lo
innominable relacionado a la
identidad atribuible a cualquier niña, abuela u hombre, lo realmente importante
son las acciones desarrolladas por ellos, en otros términos: los núcleos de
sentido permanecen en los hechos atribuidos a los personajes. Asimismo es
interesante resaltar la ausencia de objetos o portentos mágicos, no hay hadas
madrinas, no hay animales que, a excepción del lobo, le hablen a la niña para
advertirle del peligro, y en su canasta no lleva ni un espejo mágico. Es decir,
lo maravilloso aparece en su mínima expresión. También se nota la falta de un
“vivieron felices por siempre”, la niña no se casa con el Leñador y este no
tiene ningún palacio secreto, ni es un Príncipe disfrazado.
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Caperucita y el lobo. Ilustración publicada en 1868 |
Quizá esto pudiera ser porque se trata de un relato de
advertencia para las pequeñas aldeanas que debían salir de sus casas a cumplir
mandatos de los padres, y luego valerse por sí mismas en la rudeza del mundo
fuera del hogar. Un universo en el cual si se llegaba con vida a los catorce o
quince años significaba una hazaña, recordemos la regularidades de las guerras
y las epidemias por falta de las debidas condiciones sanitarias en Europa.
En definitiva
La Caperucita prefigura un eslabón entre la oralidad y la escritura,
dentro de un universo de símbolos válidos para una época, al “modernizarse” desplaza a sus núcleos de
sentido hacia esferas más “comprensibles” para los receptores de otras etapas
conocedores de la extinción de ciertas especies de lobos en la vieja Europa. Lo
cierto es que la niña de la capa roja se encuentra en desplazamiento continuo
entrando y saliendo de la modernidad.
GONZÁLEZ MARÍN, Susana (2006) “El lobo y los siete
cabritillos” y “Caperucita Roja”. Historia de una relación, en Revista OCNOS (2):129-140
LÓPEZ TAMÉS, Luis (1990) Introducción a la literatura infantil Murcia: Universidad,
Secretariado de Publicaciones
PROPP, Vladimir (1977) Morfología del Cuento Caracas-Madrid: Editorial Fundamentos
YEPES OSORIO, Luis Bernardo (2001) www.fundaciongsr/documentos/1229.pdf
20-04-12
Muy buena nota, la recomiendo en mi blog sobre Caperucita.
ResponderEliminarEncuentro que hay demasiadas opiniones personales en este artículo que son desmentidas por las distintas versiones escritas de Caperucita.
ResponderEliminarOtro aspecto que encuentro desafortunado es la cronología de personajes del cuento (leñador/cazador).
En las versiones de Perrault y de los hermanos Girmm no se menciona la palabra cesta. La cesta no aparece en los textos sino que son los ilustradores los que la hacen aparecer. El hecho de que S. Glez. Marín teorice sobre el tema no deja de tener cierta gracia.
Sobre la resurrección de Caperucita y de su abuela corramos un tupído velo...