José
Gregorio González Márquez
Con hebras de luna
rocío y dulzor
la Virgen ya teje
un traje de amor.
Con nube del cielo
arena del mar
fabrica José
un asno juglar.
José
Gregorio González Márquez
Con hebras de luna
rocío y dulzor
la Virgen ya teje
un traje de amor.
Con nube del cielo
arena del mar
fabrica José
un asno juglar.
Aquiles
Nazoa
Tal vez el atributo que le confiere a la Navidad tan conmovedora significación humana sea el trasfondo melancólico que matiza su bulliciosa alegría. Un resplandor de inefable tristeza convoca en Navidad el corazón de los hombres hacia la memoria de cosas muy lejanas y un tiempo amadas. Pero es también esa la fiesta de la esperanza, de la fraternidad y del amor. El alma del niño que una vez fuimos divaga entre los olores caseros del turrón y las ropas de estreno; la sonrisa de nuestra primera novia tiene la boca llena de uvas. La Navidad nos pone a vivir en dos tiempos. Nos bastaría subirnos en el trineo de esta hermosa tarjeta, para viajar con el sueño hasta el país de los cocuyos; pero una rápida mirada por la ventana, hacia el radiante cielo nocturno de diciembre, nos restituye a la fe en que este instante del mundo es también hermoso, puesto que aún podemos de un solo trago celeste, llenarnos los párpados de estrellas.
Georgina Lázaro
María de la leche
Reproducción de la tabla flamenca atribuida a la escuela del pintor de
Bruselas Rogier van der Weyden que llegó a San Juan entre 1511 y 1522. Se
encuentra en la iglesia de San José, en el viejo San Juan, donde se casaron mis
abuelos.
María da de su leche
a Jesús recién nacido,
y el niño se va quedando
poquito a poco dormido.
La navidad la llevamos en el
alma. Después de dos milenios todavía conmemoramos un acontecimiento que marcó
el devenir de la humanidad. El nacimiento del Niño Jesús. La poesía también
celebra la llegada del Mesías y la palabra se conjuga para alegrar al mundo en
estos tiempos de pandemia. El amor en su simpleza expresado en las voces de
infinitos poetas que cantan y celebran una fiesta universal.
La Tinta Invisible y la
Editorial La Casa Tomada presentan el libro En
los pesebres hay luna, compilación
de poemas de navidad. Un regalo para los lectores en estas fiestas.
Pueden bajarlo y compartirlo
gratis desde este enlace
https://latintainvisible.files.wordpress.com/2021/12/en-los-pesebres-hay-luna-version-final-1.pdf
Las 65 páginas de esta obra
– Las gallinas van en tren y otras décimas -
cumplen los requisitos literarios, poéticos, simbólicos y gráficos
imaginarios para el sano y humanístico propósito de fomentar el hábito de la
lectura en pro del crecimiento personal.
Tal apreciación se inscribe
en la riqueza y colorida presencia de imágenes, metáforas y en la diversidad de
estadios asociados al amplio universo de la niñez y de tan complejo e imaginario
contexto.
Veredicto
del jurado de la V Bienal de Literatura “Cruz Salmerón Acosta” conformado por
los poetas Neguel Machado, Wuilian Mundaraín, Enrique Viñoles.
Egla Charmell
“El
cuerpo
es
un monumento a la vida
la
virtud de la existencia”
José Ochoa Díaz
José Ochoa Díaz precisó su poemario con cuarenta y nueve poemas (o partes) donde la muerte, la noche y la sombra se repiten sin hacer círculos o ciclos, tampoco sin obstinar. Esta trilogía cadente no representa un final (ni de la vida, ni del día, ni de la luz), menos una conclusión, sino un refugio de aquel que necesita de la soledad y su Yo mismo para continuar en la existencia, sin necesidad del cuerpo social. Exalta lo personal –lo íntimo- como una referencia complaciente: “El cuerpo/ es un monumento a la vida/ la virtud de la existencia”. Su manifiesto literario es el momento cuando “La luz nos fue opacando…”, es pernoctar en la soledad: “…descubrirás que la vida/ es sólo un invento/ del vacío”.
Laura Antillano
Deseas
escribir esta carta desde un otoño pálido y frío, desde una ciudad desconocida,
con tranvía y subterráneo, con edificios ocres y un pasado histórico que parece
pesar sobre la espalda de la gente, como un baúl viejo con ropa del abuelo.
En
la memoria, como un álbum de fotos ves a papá,
gordo, pequeño, con bigote ralo, cuando discute mientras limpia sus
libros, se pone los anteojos en la punta de la nariz mirándome por encima,
porque los usa para leer y escribir y si le hablas, sube la cabeza y te mira,
como si los anteojos se quedaran inútiles puestos allí, justo encima de su
nariz.
Él
sabe bailar y canta a gritos y tiene una risa muy sabrosa. Cuando se afeita
pone mucha espuma en la brochita y lo hace con un gesto cuidadoso, poquito a
poco, y canta un poco si no anda apurado. Piensas en esto y entonces recuerdas,
página a página, el álbum de fotografías y el gato pequeño de felpa que dormía
sobre la cama cerca del piso.
Y
con tu frío de manos en el bolsillo y mejillas rojas, mientras compras
estampillas o te preparas para la jornada de trabajo de hoy, sabes que quieres
reconstruir palmo a palmo una tarde y otra, y meterte en el uniforme de la
escuela de los nueve años y tener el bulto grandísimo que arrastrabas por demasiado peso.