Egla Charmell
“El
cuerpo
es
un monumento a la vida
la
virtud de la existencia”
José Ochoa Díaz
En este poemario permanecen
veinte lugares que corresponden a la contraluz y la cónclave de la vida del
hombre: la muerte, la sombra, la noche, lo amargo, el suicidio, el ocaso (la
tarde), la falsedad, la duda y la incertidumbre (¿dónde hallarla?), la fragilidad,
la nada, lo fantasmal, el vacío, la negación a la palabra (sin palabra,
silencio del verbo, sin la presencia del verbo), incredulidad (sin dioses y
blasfemia), la injuria, la tristeza, el miedo, el olvido y la ausencia.
José Ochoa Díaz precisó su poemario
con cuarenta y nueve poemas (o partes) donde la muerte, la noche y la sombra se
repiten sin hacer círculos o ciclos, tampoco sin obstinar. Esta trilogía
cadente no representa un final (ni de la vida, ni del día, ni de la luz), menos
una conclusión, sino un refugio de aquel que necesita de la soledad y su Yo
mismo para continuar en la existencia, sin necesidad del cuerpo social. Exalta
lo personal –lo íntimo- como una referencia complaciente: “El cuerpo/ es un
monumento a la vida/ la virtud de la existencia”. Su manifiesto literario es el
momento cuando “La luz nos fue opacando…”, es pernoctar en la soledad:
“…descubrirás que la vida/ es sólo un invento/ del vacío”.