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viernes, 31 de mayo de 2019

Qué hacer y qué evitar al leer en voz alta


 Jim Trelease



Qué hacer


  • Léales a los niños tan pronto como sea posible. A más pronto empiece, más fácil y mejor será.
  • Emplee nanas, rimas y canciones para estimular el lenguaje del bebé y su escucha
  • Comience con ilustraciones sencillas en blanco y negro y léales después álbumes con mucho colorido, para despertar la curiosidad y sensibilidad visual de los niños.
  • Es muy importante que incluya libros con repeticiones en las lecturas, con bebés y niños que empiezan a caminar; a medida que crezcan, añada libros predecibles.
  • Cuando vuelva a leer un libro predecible, de vez en cuando suspenda la lectura en una palabra o frase clave, y deje que la diga su oyente.
  • Lea cada vez que usted y su hijo (o estudiante) tengan tiempo para hacerlo.
  • Establezca por lo menos un momento habitual de lectura diaria.
  • Recuerde: el arte de escuchar se adquiere. Debe enseñarse, cultivarse, gradualmente. No se adquiere de la noche a la mañana.
  • Empiece con álbumes que contengan pocas oraciones por página. Gradualmente, pase a libros con cada vez más texto y menos ilustraciones, hasta llegar a los libros por capítulos y las novelas.
  • Varíe la extensión y los temas de sus lecturas.
  • Para animarlos a integrarse en la lectura, invite a los niños a que vuelvan las páginas cuando sea el momento.
  • Antes de empezar a leer, diga siempre el título del libro y los nombres del autor y del ilustrador, no importa cuantas veces haya leído el libro.
  • La primera vez que lean un libro, converse con ellos de la ilustración de la portada. «¿De qué crees trata esta historia?»
  • Durante la lectura, comprometa a quienes lo escuchan, preguntando: «¿Qué creen que va a pasar en la próxima página?».

domingo, 24 de enero de 2016

Mi plan de lectura

 Jesús Pérez Soto

Llevar al niño a reconocerse como mal lector es una de las fases de un plan de lectura, y para ello hay que hacer que lea en voz alta; que se escuche, que se evalúe y que dedique unos minutos a la reflexión sobre sus carencias. El modelo debería ser el maestro; si este lee con dicción y entonación, haciendo gustosa la lectura, modulando la voz cuando se amerite, imitando los sonidos si se requiere, tengamos por seguro que poco a poco se irán acostumbrando a escuchar, y en el mejor de los momentos, llegará el interés por leer, sin ser mandados.
La reflexión debe comenzar en el adulto. Es importante que el docente se forme como lector, que reconozca que no le gusta leer, que cuando lo hace es un acto obligado y siendo así, jamás podrá lograr que sus alumnos lean. Si se forma podrá formar, si no, triste por él, pero más por los estudiantes. De modo que el punto de partida es el Reconocimiento, en un acto de sinceridad,  De que soy mal lector o de que no leo.  De allí que un plan de lectura, colectivo o individual, debe iniciarse con una autoevaluación que conlleve a la reflexión sobre las carencias lectoras. La reflexión a partir de las necesidades debe dimensionar las prácticas de lectura en busca de recuperar el sentido trascendental de leer.
La preparación de los chicos como buenos oyentes se basa en saber seleccionar los textos, que deben ser divertidos, gustosos a sus oídos, que satisfagan sus inquietudes, que se acerquen a las potencialidades de su imaginación; el niño debe sentir placer al escuchar, de lo contrario no prestará atención; lo dijo Simón Rodríguez, “lo que no se hace sentir no se entiende y lo que no se entiende no interesa”, por ello se requiere de un docente minucioso, lector, que convenza cuando lea, que