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martes, 27 de diciembre de 2011

LA FÁBULA DE PÁLMENES

-acercamientos a su poesía-
Karelyn Buenaño
Pálmenes Yarza
La poesía en Venezuela, cada vez más vigorosa y diversa, debe parte de su fuerza expresiva a los aportes de escritores apenas leídos, y menos conocidos que otros autores de su mismo contexto, madurez y trascendencia. Por esta razón, hacemos un esbozo sobre la obra de la escritora yaracuyana Pálmenes Yarza (1916-2007); mujer subversa que, junto con otras extraordinarias poetas venezolanas, hicieron  de su nombre un oficio y ars poética.

La leyenda de Aracne o Las Hilanderas. Diego Velázquez 1599-1660
La poesía de Pálmenes Yarza comenzó a zurcirse a temprana edad. En 1935 obtiene su título de Docente Normalista. No en vano el primer poemario de la autora, publicado en 1936, se titula a secas Pálmenes Yarza. Su incursión en las letras venezolanas coincide con la aparición del grupo literario Viernes. En su primer libro, dedicado a la memoria de su padre, Yarza va tejiendo la mujer-ausencia, la mujer-olvido, y la mujer-silencio: He de aprender a hilar mi tela/ como la araña, sin telar;/ demarcaré en medio de la vida/ la armonía de ser!/ Cavaré la tierra con mi raíz,/ como la planta,/ y después,/ subirá mi fuerza al cielo/ y se dará en flor;/ génesis de la vida!/ La flor es la canción del árbol!/ Con mis ojos diáfanos/ soliviantaré la calma de la tierra/ en las noches largas!/ Hablaré conmigo;/ y cuando hable con los otros/ mi silencio será el lastre/ de las palabras suspendidas/ en el alma!/

Del mismo modo fue Pálmenes Yarza construyendo su palabra en la vida propia: lentamente, desde un silencio hondo y fértil hacia su transparente elocuencia. Ya podemos observar en sus inicios esos rasgos determinantes de nuestra poesía de inicios del siglo XX: de vanguardia lenta, todavía circunscrita en una especie de ensueño finisecular, aunque entonces se dejan ver la escobillada del verso libre, y un uso no tradicional de licencias poéticas, signos ortográficos, para recrear un tono poético exaltado e interiorizante. La propuesta literaria de Pálmenes continúa en los poemarios Espirales (1942) e Instancias (1947); épocas de búsqueda y florecimiento en las cuales la ausencia y la muerte inundan los espacios de la página, pero la audacia de la palabra no se detiene:

Compañera: a la distancia, tu nombre es una herida de luz. Persistes con nosotros y nos sonríes en cada encuentro. Como te sonreirían las palomas de los celajes y las célicas faenas asomadas en cortejo a los aires inéditos, apareciste incorpórea en el umbral de los confines imposibles.

He aquí un viaje silencioso a la incorporeidad de la hilaza cotidiana, el dolor calmo de lo querido; el territorio por antonomasia de las penas efímeras. Vemos aquí como la autora se vale del recurso del poema en prosa (muy poco común para su tiempo, aunque utilizado por Bolívar en 1823 en Mi delirio sobre el Chimborazo;  y luego en 1925, con la obra de José Antonio Ramos Sucre) para hilvanar sus amores. Todavía en estos primeros libros se encuentran trazos de un eros velado, y algunas quejas del verso, como en este poema en dístico llamado Encuentro:

Lovers. Andrew Wyeth 1917-2009
Siento estar al desnudo frente a ti de improviso./ Sorprendida en mi angustia como un pájaro herido./ Quiero ser fronda ausente, revelarme en perfume;/ flecha de un arco tenso, disparar: ser la nube./ Si la fuente supiera de la luna del alba / no me daría a la fuente con mi polvo de lágrimas./ Tú eres la fuente viva de mi imagen recóndita,/ del tallo de mi germen, del tono de mi sombra./ Esperando tu signo, tu señal, tu deseo,/ tu nombre se hace abismo en la roca del pecho./

En la lectura de los dos primeros poemarios de la autora notaremos una tendencia a nombrar los sustantivos que sugieran redondez, evasión o sinuosidad (nube, fronda, araña, perfume, luna, pájaro, roca, etc.); mucho más que aquellos que hablan de figuras lineales (tallo, flecha, fuente); lo cual nos da una idea de los temas predominantes de la autora: la femineidad, lo materno, la fecundidad, el deseo femenino, la ternura, la imprecisión del instante, la fábula del aire. En cambio, los temas relacionados con las fuerzas de lo pasional, el drama telúrico, la confrontación del verbo, la presencia física del amante/amado, el padre, el hijo, todavía no cobran fuerza en este primera poesía.

De estas primeras lumbres líricas, y luego de su libro en transición Elegías del segundo (1961), la autora gana el Premio Nacional de Literatura, y construye una nueva ars a través de los poemarios Contraseñas del tiempo (1974), Recuento de un árbol y otros poemas (1975), y Poemas. Recuento de un árbol. Incorporaciones de la isla (1976), en los cuales Pálmenes Yarza hace su palabra más provocadora, como testigo de toda suerte de innovaciones poéticas, y de distintas necesidades expresivas. Consciente de que su palabra se encuentra ahora bajo cauces rápidos y diferentes, la autora escribe: yo obedezco ahora a una huella y me libero de mi ausencia.

Los años en que se escriben estas obras son los mismos en los que grupos literarios como El techo de la ballena ganan espacios fundamentales en las revistas y publicaciones del país. Pálmenes Yarza es, para entonces, reconocida por su trabajo como poeta y ensayista a partir de numerosas reseñas, artículos, entrevistas y ensayos de autores como Andrés Eloy Blanco, Lubio Cardozo, Juan Liscano, Pascual Venegas Filardo, Gilberto Antolínez, Jean Aristeguieta, Vicente Aleixandre y Judit Gerendas. Conocido es el trabajo de Yarza, no sólo en el ámbito nacional sino a lo lejos, a través de antologías publicadas en España, Argentina, Chile y Yugoslavia.

La poesía de Pálmenes es una larga y, no obstante, colorida elegía: en tu predio más allá de los relojes,/hay un guardián del que huyen las sorpresas,/y vigila roído de penumbras./ Se encuentran, además, bajo una espesa niebla lírica, indagaciones acerca de lo nacional, el movimiento de las calles, el cambio y la permanencia de las ciudades, la idea o el sentir de pueblo, los héroes, el obrero, el destino del inmigrante: la intemperie social-residual (Recordemos el poema Elegías del segundo dedicado a Simón Bolívar, no al mítico Libertador, más bien al héroe ausente, al hombre inacabado). Búsqueda temática que veremos con mayor pertinencia en sus últimas obras: Borradores al viento (1988); Memoria residual (1994); y Expresiones (2002).

La autora y sus antologías completan la palabra final para celebrar los adioses en suma: los duelos, las pérdidas, las mudanzas poéticas, cuyo resultado sólo deviene la obra total, el Gran Poema de Pálmenes Yarza que deja para el último instante estas tres líneas:

/mas el horizonte talla para la boda de los amaneceres mi vaso de luces/ y abre la casa de mis días mejores a la danza ígnea de las siegas./ Y se congregan en mí las estaciones./