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sábado, 6 de agosto de 2016

De tontos, curiosos e indecisos (Consideraciones sobre el ensayo en la época de su reproductibilidad web)


Lobsang Castañeda

En buena medida el ensayo es un arte combinatoria, una forma compleja de escritura que aglutina y ordena elementos de procedencia distinta, materiales que, de entrada, no parecen guardar relación entre sí pero que terminan volviéndose afines debido a la pericia con la que el ensayista, esa especie de prosista todoterreno, encara su tema u objeto de estudio. La posibilidad de fraguar combinaciones efectivas, capaces no sólo de reforzar lo dicho sino de abrir nuevas perspectivas de análisis e interpretación, depende esencialmente de dos cosas: primero, del nivel de curiosidad desplegado por el propio ensayista y, segundo, de la disponibilidad de los materiales susceptibles de ser combinados. La curiosidad es el deseo de averiguar lo que a uno no le concierne y, en ese sentido, una “cualidad” enteramente particular. Los límites y alcances de la curiosidad se corresponden siempre con los límites y alcances de la personalidad que la acoge, nutre y despliega. La disponibilidad de los materiales, en cambio, se relaciona de manera directa con las circunstancias que configuran la realidad, de límites variables, en la que con osadía se desenvuelven los curiosos. Montaigne, se ha dicho hasta el cansancio, trabajaba con los materiales que su propia subjetividad le concedía pero también con las