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miércoles, 13 de mayo de 2015

¿Hay ese lugar, afuera…?

Carlos Barbarito


¿Hay ese lugar, afuera o en la mente?
¿Ese espacio destinado a recibirnos
o, al menos, recibir una porción de nosotros?
Lo pregunto mientras de la escollera
se retira el último de los pescadores
y, al fondo, se prepara una tormenta.
Quien me oiga hablará de libros de tapas blancas,
de ladrillos secados al sol, de ajados cartapacios,
de un fino hilo luminoso entrando por una ventana
-en ese hilo, flotando,  innumerables granos de polvo-.
Nada dirá, lo sé, de la cabeza sumergida en el agua,
de la piedra nimbada en lugar del pez ángel,
del vaso vacío diciendo adiós en diez mil idiomas.
Mi voz y su mínima resonancia.
La que mendiga de puerta en puerta con temor a los perros.
¿Qué opaco y concluso aire respiramos?

lunes, 8 de abril de 2013

El ratón de la biblioteca


Carlos Barbarito


Leo porque sueño y sueño por que leo. En mí hay una profunda interrelación entre una cosa y la otra, no las concibo desvinculadas una de la otra. Claro, primero fue el sueño (intenso, en colores), sobre todo cuando lo último que oía, antes de dormirme, era el sonido de la lluvia en el techo; más tarde, fue la lectura; pero, cuando sólo parecía existir el sueño, lo otro, desde alguna parte, irradiaba sobre mí su magnetismo, aunque yo ignorase —lo ignoré durante cinco años— qué ocultaban esas manchas negras sobre el papel blanco que los mayores miraban con atención o despreocupación.