miércoles, 21 de septiembre de 2016

El bestiario poético de Emiro Duque Sánchez

José Gregorio González Márquez

La poesía alienta el espíritu. La creación, soplo de vida desencadena ríos de palabras que trasmiten los estados de ánimo y las emociones de quien piensa y escribe. El corpus poético se despliega como una marejada que va inundando los rincones de la naturaleza misma del ser humano. El poeta transforma lo que se ve como una realidad tangible, lo que asume como cotidiano; lleva los elementos captados por la concreción del pensamiento al estuario de la imaginación para sensibilizarlos y convertirlos en imágenes augustas que sus semejantes celebran.  Reverdy ( 1977) dice que: “ La sensibilidad del hombre es, en su orden, única en el mundo – eso lo sabemos, así como sabemos también que, si el sufrimiento y el gozo no son su exclusivo privilegio, se lleva a un incomparable grado de intensidad la calidad de ese sufrimiento  y ese gozo, por la conciencia que se le da.” (p. 83).

Emociones, sentimientos, angustias, gozos, alegrías; todos reunidos en torno a la imagen para crear, para vislumbrar en la palabra escrita la libertad que nace con el poema. Hombre o mujer que particulariza su fuerza interior delegada en imagen para afrontar la naturaleza de la existencia.
El poeta escribe y trasgrede las normas. Hace suyos los enigmas que revolotean a su alrededor y que solo él puede ver y descifrar. El poeta conoce las licencias que le permiten alterar lo que los demás conocen como realidad; estas licencias revitalizan la palabra y la conducen por infinitos caminos cada vez más complejos que desembocan en el caos y la anarquía para luego establecerse en un orden quizás  lúdico que embellece su obra. Para Reverdy: “Es en el momento en que las palabras se desprenden de su significación literal cuando adquieren en el espíritu un valor poético. Es en ese momento cuando libremente se las puede situar en la realidad poética.”
El lenguaje poético da vida a las situaciones consideradas nimias comúnmente. La palabra trabajada hasta el cansancio, pulimentada en su esencia justifica el nacimiento de la poiesis;  metamorfosis de la grafía desde donde surge el poema para declararse poseedor del don de la ubicuidad. Así, los versos pueden expresar miles de sentimientos o pasiones de acuerdo a las lecturas que se le den. El lector se apropia del poema y lo vive o lo sufre desde su visión interna de mendicante de la palabra. Expresado por Víctor Bravo: “Cuando el poema nombra al mundo y la vida, intuimos que se produce la conversión del fenómeno en esencia, haciendo de lo contingente, presencia y persistencia.” (p.99).  Luego, la poesía se consagra como un reducto y se instale en la memoria histórica de la humanidad.
En el trabajo poético que se hace para los niños, el poeta introduce un mundo imaginario que permite a los niños y niñas recrear en su pensamiento itinerarios de personajes y situaciones que en la realidad no son factibles. La imaginación y la fantasía se constituyen en elementos vitales que se posesionan en el infante para provocarle gozo y alegría. Uno de los temas que con mayor frecuencia trabajan los poetas cuando se trata de encantar a los niños es el bestiario.
Los animales y las bestias han estado presentes en el ámbito de referencia del hombre. Desde las culturas primitivas, los animales existentes o creados desde la fantasía, forman parte de la cotidianidad. En los comienzos de las sociedades humanas, la superioridad del animal dio inicio a relaciones diversas que parten del temor a las bestias  y recalan en una simbiosis donde la domesticación facilitó el acercamiento al humano. Para Marcos Antonio López Sánchez, el animal encarna dioses y demonios. “Es un ser unívoco, a diferencia del hombre que participa en una esencia equívoca, de dos o más formas de comportamiento.” (p.45)
A lo largo de la historia, los bestiarios se constituyeron en libros de referencia para la humanidad. Bestias creadas por la imaginación o exageradas en sus condiciones naturales, atemorizaron o ayudaron a quienes se topaban con ellas. Incluso de una cultura a otra la visión que se tenía de ellas, podía ir de un extremo al otro.
San Francisco de Asís tiene una visión más conciliadora pues sus relaciones con los animales se fundamentan en la igualdad ante Dios de todas las criaturas. Para él, son sus hermanos. Ildefonso Montero Agüera afirma que: “El aspecto más llamativo, más original de Francisco de Asís es su manera de situarse ante la creación. Todos los seres, formando una familia gozosa bajo la paternidad de Dios, son, para él, «hermanos» y «hermanas».(p.153). Tiene el arte de dialogar con cada ser como nunca ningún hombre ha hecho.”  Pero además, el uso de los animales y las bestias en la escritura está marcado por el plano didáctico-moral, pues eran utilizados por un simbolismo oculto que se le daba desde la religión para enseñar doctrinas religiosas. De las relaciones de los animales con la naturaleza se tomaban ejemplos para extrapolarlos a la vida del hombre. La biblia es un cantero inagotable de estos ejemplos.
La fábula es quizás el género literario que más ha usado los animales y las bestias como modelo moralizante. Siempre rematando los textos con una inseparable moraleja, el poema en prosa o verso pretendía enseñar a partir de la actuación de los animales. Fauna que representa el saber de la naturaleza donde se mueve el bien y el mal. Envidia, inquina, malevolencia, solidaridad, tolerancia, respeto son algunos de los valores que se atribuyen a los animales para que simbolicen las fuerzas pasionales que el hombre experimenta en su diario acontecer.
Emiro Duque Sánchez, poeta nativo de Zea, Estado Mérida,  dedicó parte de su obra poética a los niños y niñas. En su poesía confluyen muchos animalitos que cobran vida revestidos por la humanización; así, actúan bajo esquemas propios de los humanos para enseñar, divertir o desacralizar el comportamiento de los hombres.
Un libro esencial de su trabajo poético es El Caballito del Diablo. Reúne aquí una serie de poemas cuya estética se desliza entre las aguas de la moraleja y el humor como sentido lúdico para divertir al niño.
La ranita silbadora es un poema que encarna la miseria que pueden esconder algunos seres ante sus semejantes. La vanidad se contrapone a la calidad humana que despierta sentimientos de bondad y belleza interna. Aun cuando se atribuyen los visos de maldad a la mujer, no es una acusación que generaliza sino que particulariza una relación específica. La ranita coqueta ansía solo relacionarse con alguien que comparta su estatus. Nótese que no siempre fue así. Lo que significa que ha dado un cambio en su vida.

La ranita silbadora,
la que vive en el jardín,
ahora viste, con la moda,
minifalda y calcetín.

Ancho escote por la espalda
y en el pecho leve tul.
La ranita silbadora
ahora viste como tú.

El poeta inicia el texto describiendo el cambio de la ranita silbadora y reflejándolo en los vaivenes de la moda que es propia de los humanos y que muchas veces despierta la vanidad y la envidia en la gente. Luego introduce un segundo elemento que forja el desprecio hacia  una persona. El poema habla de un enano, pero se presume que sea otra rana (macho)

Un enano la enamora,
el enano Serafín.
El enano como es calvo,
luce un negro peluquín.
La ranita no lo quiere,
la ranita lo ve mal.
Tiene piernas de madera,
tiene un ojo de cristal.

Se nota en el poema que utiliza referentes propios de los humanos; sin embargo, el enano pudiera ser un ser inanimado, un muñeco sin vida quizás un juguete que el niño manipula.   Encaja en el enano, la descripción de un hombre de pocos atributos físicos. Simbolismo que refiere a las relaciones de la sociedad actual.

La ranita silbadora
se divierte en el jardín,
delgadita, encantadora,
con un rubio chiquitín.

En los versos anteriores puede corroborarse que ya no es la estatura el impedimento para el amor o la atracción pues habla de un rubio chiquitín. Recae entonces en la belleza física, uno de los cánones que  manejan algunas personas.

Con los ojos muy azules,
muy alegre, muy galán.
Sin las piernas de madera,
sin el ojo de cristal.
Si arrugas en la frente,
sin el negro peluquín.
La ranita silbadora,
dio la espalda a Serafín.

Y las ranas que murmuran,
con razón o sin razón,
dicen todas, en voz baja,
que no tiene corazón.

Otro texto en el que la protagonista es una ranita, tiene elementos pedagógicos. El poeta usa al animal para establecer relaciones con los niños. La ranita es la fachada para educar, para decirles a los niños y niñas cuál es la importancia del aseo personal. La humanización es el medio idóneo para inducir a los pequeños a ser aseados; a bañarse tal como lo hace ella todos los días. El texto se divida en dos partes. Las dos primeras estrofas reseñan las acciones diarias de la ranita.

La ranita de la fuente

La ranita de la fuente
coge sol por la mañana,
se baña con agua fresca
y con jabón de manzana.
Tiene una bata de luz
que le regaló la araña
y piensa lucirla el día
de San Juan, allá en la playa.

Una metáfora de inigualable belleza domina el espacio de la segunda estrofa a saber: tiene una bata de luz/ trasparente quizás señal de pureza, resistencia pero además, celebra el valor de la amistad; es un regalo de la araña.

Imitando la ranita
cojo sol por la mañana,
me baño con agua fresca
y esencia de mejorana.

Yo sueño con ser ella,
limpia, alegre y menudita.
Que bello ejemplo nos da
a las niñas la ranita.

La presencia del elemento pedagógico, de enseñanza o de modelo a seguir, generalmente le quita fuerza a los poemas para niños puesto que muchos autores descuidan o sacrifican la belleza y el trabajo metafórico para resaltar la enseñanza. Sin embargo, Emiro Duque Sánchez logra fundir ambos elementos para lograr poemas con una carga de belleza que atrapan al lector.
La escritura de poemas para niños no se deja al azar. Las líneas de un texto dedicado a los más pequeños se nutre del saber, de la experiencia del escritor, de la cotidianidad pero también integra el maravilloso mundo que se mueve en la imaginación del adulto y que el niño no solo asume sino que recrea de acuerdo a su pensamiento lúdico.
Quién imagina una tortuguita que venga de la luna. Un satélite poco explorado y en el que se supone no hay vida, es el sitio de origen de la tortuga que llega a la vida de una niña.

Mi tortuguita
es un pequeño aerolito
que me trajeron de la luna
los astronautas.

Aerolito que viaja con los astronautas, argonauta que remonta el espacio desde la imaginación de la niña. Es selénica, traída de la luna territorio de los selenitas que la poblaron desde la antigua historia de los griegos. Argonauta, viajera del espacio infinito.
Mi tortuguita es selénica
y argonauta.

Oro de la luna
luce en la cabecita
que esconde temerosa.
Pedacitos de roca
de otros mundos,
lleva en la concha.
Y tiene en las patitas
algo de módulo lunar.

La evolución del poema permite al lector conquistar estamentos avanzados de la imaginación. Imaginar no requiere de grandes esfuerzos mentales. Simplemente se deja en libertad el sentido de mirar el mundo desde diferentes perspectivas y luego se explora hasta la intimidad cada resquicio de lo imaginado.

Mi tortuguita
es espacial,
es siglo veinte.

Para el 86, los astronautas
me traerán un cangrejito.
Y como soy pequeña,
tendré por compañero
un rubio marcianito.

Puede definirse la poesía para niños de Emiro Duque Sánchez de excepcional. Su trabajo de filigrana va encajando cada palabra para dar vida desde la fantasía a cada animal u objeto que retrata en sus poemas. Pedro Pablo Paredes en la nota que abre el libro Caballito del diablo apunta: “Pensado con altura; sentido con hondura verdadera; logrado como decía Homero, con “aladas palabras”. Algunos de cuyos poemas han sido elaborados para resistir ala más exigente antología.”
Más adelante dice también: Poesía para niños. Nada más. Nada menos. La belleza en su más auténtica plenitud. No nos preocupa por desentrañar los modos de que se valió el poeta para alcanzarla. Ni saber cómo se incorporará al alma de sus traviesos destinatarios. Contentémonos con su evidencia. Y tengamos desde ya, la convicción que llegará a su destino”


Bibliografía

Bravo, V. (2007). El Señor de los tristes y otros ensayos. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
Duque Sánchez, E. (1977). El caballito del diablo. San Cristóbal: Unidad de Artes Gráficas INCE.
López Sánchez, M. (2014). Cantan los animales. En: Factótum Nº 11. Universidad de Salamanca.
Montero Agüera, I. (1982) San Francisco de Asís y símbolos animales. En: Boletín de la Real Academia de Córdoba. Córdoba-España: Real Academia de Córdoba.

Reverdy, P. (1977). Escritos para una poética. Caracas: Monte Ávila Editores.

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