sábado, 5 de marzo de 2016

Poemas de Ramón Palomares




Máscaras

He aquí que existimos en el límite de la mentira
que nuestra vida es impalpable
que estas personas representadas pertenecen
a un dueño de otro orden.
Cumplimos cabalmente en escena
ante el gran público. Así recreamos bajo los astros
y acudimos a una cita en los vientos
saliendo al paso de nuestras fiestas.
Nuestro corazón está prestado a otros personajes,
murmuramos un sueño y nuestros labios no son
                                                             [responsables,
somos bellos o nobles según las circunstancias.
Nos asalta un delirio azaroso
y caemos en los escenarios bajo una voluntad extraña.
Y no tenemos vida,
pues andamos sobre ruedas en un país desconocido
cuyas flores nos interesan de manera frívola
y cuyas mujeres nos aman en alcobas de falsedad.
Producimos un fuego y su corazón azul
crepita con más fuerza que el nuestro
en tanto arden los leños a la manera de sangre.
Nos permitimos ser extraños. Falsos.
Llevar una emoción no sincera.
Mientras andamos, desterrados de nuestro cuerpo
en un interminable paseo.




El sol

                                                          a Elisa Lerner

Andaba el sol muy alto como un gallo
brillando, brillando
y caminando sobre nosotros.
Echaba sus plumas a un lado, mordía con sus espuelas al
                                                                          [cielo.
Corrí y estuve con él
allá donde están las cabras, donde está la gran casa.
Yo estaba muy alto entre unas telas rojas
con el sol que hablaba conmigo
y nos estuvimos sobre un río
y con el sol tomé agua mientras andábamos
y veíamos campos y montañas y tierras sembradas
y flores
cantando y riéndonos.
Allí andaba el sol
entre aquellas casas, entre aquellos naranjos,
como una enorme gallina azul, como un gran patio de
                                                                         [rosas;
caminando, caminando, saludaba a uno y a otro lado;
hasta que me dijo:
Mi amigo que has venido de tan abajo
vamos a beber
y cayó dulce del cielo, cayó leche hasta la boca del sol.


De noche

                                                        a mis hermanos
                                          Atanasio, Laurencio y Leopoldo




Anoche estuve en una parte muy negra
volando sobre candelas
metiéndome en las casas y sentado sobre flores que les habían
                                               [robado a los muertos
Y me metía por las ventanas porque era un humito
y olía todo
y vi muchas mujeres que bailaban
y les caía agua y formaban una gritería y se reían
hasta que salí y cogí por una sabana
y entonces llegaron unas conversaciones:
—“Ay caray, tan bonito que estaba ese árbol con las guacharacas
                                                                 [arriba
     ay, y cómo le metieron una puñalada, ay, ay,
     y aquella muchacha que estaba sentada en el zaguán”.
Y como estaba blanca la luna,
como estaba blanca,
me fui para donde habían caballos a verlos relinchar
y a verlos en el chao para averiguar lo que tienen de noche
y si hablan y por qué parecen envueltos en sábanas.
Hasta que pasaron las doce y tenía que devolverme
y así fue que tuve que convertirme en piedrita
y echarme a rodar y rodar
y caer en un ventarrón, y así
hasta que pasó un borococo y de una vez me comió creyendo que
                                              [yo era un ánima
y me fui por la noche entre su alma y
apareció un enorme mar
y que quedé en el azul.



En el patio


Pues me estuve entre las flores del patio
con las cayenas
gozando con las hojas y los rayos del cielo.
Aquí pongo mi cama y me acuesto
y me doy un baño de flores.
Y después saldré a decirles a las culebras y a las gallinas
y a todos los árboles.
Me estuve sobre las betulias y sobre las tejas de rosas
conversando, cenando, escuchando al viento.
Yo me voy a encontrar un caballo y seremos amigos.
Mañana le digo al saúco que me voy
hasta muy lejos, hasta allá donde están cantando los
                                                                       [hombres,
donde corren los muertos y se entierran.
Yo caminaba por unos árboles, por unas hojas doradas
y me comía las estrellas, y me senté
y escuché la hierba alta y vi los ojos de una mujer
que brillaban como un diente
entonces arrojé una gran rama de naranjo
y todo quedó oscuro.

Páramo


Pasó la niebla por las cuestas,
tapó con su noche,
ningún pájaro se ve por los montes,
ninguna luz.
—­Cantá por qué estás tan sola
por qué llorás
por qué te metites donde estamos los tristes.
Cuerdita de la montaña, pájaro de los siete colores,
a quién le cantás,
a quién le decís de querer.
Allá está la que tiene un gran vestido,
se la pasa llorando,
se la pasa bebiendo de la montaña.
Echaron agua bendita
y se murieron las torcaces y dejaron
esterado de plumas todo.
Ay,
cuando estás cantando
todo se mueve, todo se vuelve
hacia donde cantas.
Te llamaré paloma, te llamaré miel,
te diré piedrita de río.
Cuerdita de la montaña, pájaro de los siete colores:
¿A quién le decís de querer?


 Muerte
 
Me metí por el canto del borococo,
me metí por su oscuridad, me fui donde sus plumas silban,
allí están echados sus perros
allí está su casa entre humo.
Me entré en la negrura,
y me fui
como un muerto me fui donde está la noche
abriendo las ventanas llenas de polvo
oliendo el moho
encontrando vestidos y flores.
Estas son tus piedras donde haces lunas
aquí te dan leche de tigra
donde los huesos brillan.
Estoy en la mata del sueño
en la sala de la casa,
mi cabeza ha crecido
se convirtió en nubes de aguacero.
Yo soy el que toca la noche,
ya te dije que me vuelvo árbol entre relámpagos:
—Vengo de lejos,
   de más allá de las casas,
   de más lejos que lo que se pierde en los montes.
Agarré mi vara y volví los ojos:
No andaría más por los zanjones,
no olería más la carne de asar,
ni la lluvia.









Pajarito que venís tan cansado
 
Pajarito que venís tan cansado
y que te arrecostás en la piedra a beber
Decíme. ¿No sos Polimnia?
Toda la tarde estuvo mirándome desde No sé dónde
Toda la tarde
Y ahora que te veo caigo en cuenta
Venís a consolarme
Vos que siempre estuviste para consolar
Te figurás ahora un pájaro
Ah pájaro esponjadito
Mansamente en la piedra y por la yerbita te acercás
— “Yo soy Polimnia”
Y con razón que una luz de resucitados ha caído aquí
                                                                     [mismo
Polimnia riéndote
Polimnia echándome la bendición
                                    —Corazón purísimo.
Pajarito que llegas del cielo
Figuración de un alma
Ya quisiera yo meterte aquí en el pecho
darte de comer
Meterte aquí en el pecho
                                    Y que te quedaras allí
lo más del corazón.

3 comentarios:

  1. Ramón Palomares, uno de nuestros poetas mayores de la lengua española. Su humildad y su poesía, siempre le harán sobresalir entre los grandes con el título de Maestro... ¡Vuela alto Poeta, tu poesía siempre estará con nosotros! José Ochoa Díaz

    ResponderEliminar
  2. Uno de los mas hermosos poemas que no me canso de leer...

    ResponderEliminar
  3. La letra viva de Ramón Palomares nos hace elucubrar sus vivencias en el campo, en la montaña, permanecerá por el tiempo en la lectura de quienes amamos la poesía.

    ResponderEliminar