lunes, 5 de enero de 2015

El arte de la lectura


Miguel Márquez
 
 
 Leer no es sólo una operación instrumental por medio de la cual somos capaces de descifrar un conjunto de signos. Leer es, tal vez, uno de los actos más prodigiosos a los cuales podemos acceder como seres humanos. Quien aprende a leer ya tiene en sus manos todas las posibilidades, todas las vidas posibles, todos los universos. Si hay algo que nos caracteriza como seres humanos es el don de la palabra, somos -como alguna vez dijera Ernest Cassirer- hombres parlantes. Y las palabras nos introducen en el ámbito simbólico. Las palabras no son las cosas, las representan. Toda palabra por tanto, es una metáfora, un acercamiento a la compresión del mundo que nos rodea.
Desde su nacimiento, el hombre tiene una pasión denodada por conocer y el placer del conocimiento es consustancial a nuestra especie. Cuando un niño que está en el proceso de adquisición del lenguaje reconoce que vive en un mundo habitado por palabras, que cada cosa tiene un nombre, “comprende”-en uno de los más fabulosos ejercicios intelectuales-, la importancia del lenguaje y el placer que deriva. De allí que veamos constantemente a esos “locos bajitos” preguntando a sus padres con fruición y sin descanso “qué es esto” y “cómo se llama”; porque de alguna manera entienden que es esto y cómo se llama es una y la misma cosa, que hay un sistema que nos permite comunicarnos, no sólo demostrar nuestro agrado o desagrado a través de gritos e interjecciones. El lenguaje es, entonces, la puerta grande que abrimos todos los seres humanos en busca de la comprensión de nuestra vida y del entorno que nos rodea. De allí que la lectura sea uno de nuestros bienes esenciales.