martes, 21 de julio de 2015

Un acercamiento al discurso íntimo de María Auxiliadora Álvarez

David Figueroa González

“ Cuando alguien se va, alguien queda.”
Cesar Vallejo
María Auxiliadora Alvarez. Foto Juan Leal
Creo sin temor a equivocarme que casi todos los seres humanos hemos pasado por momentos difíciles en nuestras vidas o han tenido a alguien  cercano a esas circunstancias en las cuales somos un barco en un mar agitado.  Hace dos años más o menos estuve cercano a la guadaña de la parca,  sin embargo logré salir ileso de ese encuentro no deseado. Claro está gracias  al cuidado de un ejército de médicos, enfermeras y por supuesto al amor y presencia de mi familia.
De tal modo que ver la muerte a lo lejos permite hacer cambios en la conducta  o por lo menos hacer el intento, esta visión reflexiva de la existencia permite filosofar sobre la vida, incluso algunos llegan hasta poetizar  la muerte, el dolor y hasta sufrimiento. Uno de estos poetas  es  Cesar Vallejo quien  llevó el  sufrimiento humano al hecho poético   logrando mostrarnos  los estragos impíos del mundo  en la vida del hombre sin perder lo sublime de la creación artística, así lo observamos es este fragmento de Voy a hablar de la esperanza:


Hoy sufro solamente.
 Si no me llamase César Vallejo,
 también sufriría este mismo dolor.
 Si no fuese artista, también lo sufriría. 
Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera,
                                  también lo sufriría. 
Si no fuese católico, ateo ni mahometano, 
también lo sufriría. 
Hoy sufro desde más abajo. 
Hoy sufro solamente.
La escritora venezolana María Auxiliadora Álvarez,  es una poeta que en su primer libro muestra rasgos vallejianos y con ellos logra transmitirnos  emociones crudas y reales con el uso de un lenguaje coloquial, con un fondo poético que tiene connotaciones dramáticas.  Dramatismo reflejado en  diversas aristas, las mismas se divisan en su primer poemario Cuerpo donde los poemas recorren una línea física por medio de la maternidad, el parto, el dolor. Estos elementos están claramente reflejados en el poema 4 del citado libro:

"Usted nunca ha parido
no conoce 
          el filo de los machetes 
no ha sentido 
                las culebras del río 
nunca ha bailado 
              en un charco de sangre querida 
doctor
NO META LA MANO TAN ADENTRO
que ahí tengo los machetes
que tengo una niña dormida
y usted nunca ha pasado
                       una noche en la culebra
usted no conoce el río"
Ese movimiento tormentoso y oscilatorio de la vida  recuerda el  mar, el vientre materno, la casa inicial, casa  que alberga esperanzas y temores. En la escritura de  Álvarez  estos elementos  intimistas    se convierten  en versos  que   reconocen y describen  la gracia y el horror del mundo. En este sentido la poeta afirma   “No son poemas contra el dolor sino contra la indiferencia ante el dolor y contra la doble ética.” para validar tal afirmación leemos parte del poema 12 del libro primigenio Cuerpo:
“ella me abre las piernas
                     desde el piso
trata de ascender 
y no la dejo   que aquí no hay nada 
                      se cerró la puerta
                      se acabó la casa
ella quiere devolverse
                    por las tardes
                   se me para entre los pies
calva y caliente                     y no entiende
                         que la aparto…
que ya basta de quirófano y cabeza
por las tardes amorosas y sangrientas 
y ella tiene miedo
 y quiere hundirse 
                     en el útero de nuevo…”

En referencia a la escritora  el  poeta y critico literario español Juan Carlos Abril afirma: “La poesía de María Auxiliadora Álvarez busca en aquellos lugares menos accesibles las experiencias límite, de ahí sus decididas incursiones y preocupaciones sobre la muerte, no concebida como estado catártico ni pasional, sino con cierto afán de espeleólogo que se sumerge con la linterna en el casco en una cueva apenas transitada. Ese buceo por el mundo de lo subterráneo es lo que más palpita de esta poesía, que es como un corazón en carne viva, como una herida abierta.”
El segundo libro de  poesía de Álvarez Ca(z)a (1990), nos presenta la palabra vestida de  ímpetu, en sus páginas la autora  desarrolla una  visión intima  del cuerpo, de las relaciones familiares, donde  el dolor  juega con  la vida  y la muerte que todo lo transforma  se convierte en ganas de vivir, en cambio.  Sus versos dibujan historias familiares  sin perder la libertad del mundo de la poesía,  pareciera que la poeta  hace el intento de construir una genealogía de la muerte,  del desvanecimiento,  de la destrucción, este hecho lo observamos en texto identificado con el número 19;

la gran familia es un pasillo muy largo 
 y una mujer sentada con un niño crecido hasta el techo

 la gran familia es una lengua roja y pesada en la cabeza
 es toda la parte derecha

no para ti
tienes que fijarte bien

la gran familia es una herida de muerte
que no se muere

Un rencor
Tranquilo
Fijate bien
No te voltees para allá 

En palabras de la poeta española María Ángeles Pérez López  en el libro Ca(z)a  “la autora juega con el título el cual refleja el seseo característico del habla venezolana y propone la condición sinonímica de los dos términos en juego, abre un nuevo territorio para la exploración verbal llevada a cabo en el primer libro: el de la casa como coto de caza”. En este sentido el filósofo y crítico literario Gaston Bachelar  nos refiere en su libro  La Poética Del Espacio: “la casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos  y  los sueños del hombre… La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano.” En tal sentido,  en este poemario descubrimos como la casa  logra ser vestida de dolor, de fertilidad e incluso de negro luto, características que puntualizamos a continuación  en el poema 23 :

“Me he descarnado en tocarla
                        Está sola La Casa 
                        solo el cuerpo
                        solos los filos que hicimos
he cuidado los bultos del miedo
me he cerrado sobre ellos
                        están solos los bloques de metal
                       desprendidos del piso
                       golpeándose
yo     que oscurezco La Casa y la aclaro
que cada vez que me duermo tengo un hijo
y una hendidura
en la tierra 
                        y tiene muerte La Casa
                        y tiene mala agua en su memoria 
quedo
Un hueso alto 
afilado”

Llega el año 1994 y con él  el tercer libro de la poeta María Álvarez  Sentido aroma,  este poemario mantiene el discurso intimo-afectivo de su primer libro Cuerpo, incluso la atmosfera densa de la muerte deja su estela  entre los versos perfumadas por su esencia. El escritor  Luis Alberto Crespo nos relata al respecto de los versos de la poeta: “Es una escritura corporal que muestra en lugar de transfigurar, que expone en vez de ocultarse. María Auxiliadora Álvarez ha querido poetizar la escritura de lo vivido, como ausencia afectiva, como desamor o más aún como hastío puro. Peor todavía, como orfandad.”  Estas particularidades  las encontramos presentes en   las líneas de  gran agua:

mis hijos se fueron otra vez
y a lo lejos los árboles 
          lloraron lágrimas de colores
         la casa se perdió entre sus lluvias
El resto sólo fue:

gran agua anaranjada y rosácea
barrando las ventanas

En los  poemas del libro  Inmóvil  (1996) la escritora   María Álvarez deja que el misticismo genere un microcosmos donde la fauna, la lluvia y la brisa se relacionan íntimamente  bañados de  rasgos filosóficos.  En este orden de ideas el escritor y crítico literario Julio Ortega nos indica: “Reúne un rutilante puñado de poemas debidos a la intensa contemplación del presente: cada poema es un dibujo preciso, y a la vez enigmático, que define la bondad del lenguaje, su capacidad de definir y recobrar la memoria”,   estas referencias la podemos  detallar en  el poema 40 del precitado libro:

no alcanzan el suelo    ni el cielo 
las hojas despedidas de los árboles
en vuelo horizontal 

pequeñas lenguas ingrávidas
rogando 
                         de viento
                         y de silencio

No pueden elevarse 

ni descansar

Páramo solo (1999) es un libro que nos presenta un canto sereno y reflexivo, la autora mantiene aquí su estilo peculiar a la hora de plasmar los poemas en las hojas, jugando con los espacios  entre  versos y recalcando las ideas con palabras en mayúsculas, quizás ello sea la influencia que ejerce su formación como artista plástico,  por otra parte, apreciamos en sus textos una cadencia rítmica y  musical que se discurre con aires de familiaridad, este hecho  nos lo  reafirma  el poeta  Ortega cuando nos habla de este poemario: “Es ella misma pero es otra, capaz de mediar entre el mundo y la palabra, con la rara suficiencia de su música interna y su intensidad visual”, así lo refiere la  primera estancia  del poema que da nombre al libro Páramo solo:


“Páramo solo
mi madre va para allá
y va sola
páramo solo
mi madre también va sola
recíbemela bien
páramo solo
conversen los dos
convérsale tú
páramo solo
ella está acostumbrada a escuchar
si ella se pone en su silencio
está esperando que le hablen
páramo solo
mi sola te escucha”

El poemario Un día más de lo invisible (2005) se nos presenta vestido de memoria e  impregnado de voces del pasado, con fantasmas que se manifiestan  a través  de un tono narrativo, ámbito comunicante entre lo doméstico y lo cósmico.  Memoria que hace vigente un pasado, el cual  parece detener el pasado en el presente del poeta.  La escritora  Josefina Da Costa Gómez En las líneas del libro Una escritura de lo fantasmal   nos manifiesta “Concurrencia de elementos que remiten a una actitud cósmica integradora, poesía como forma de conocimiento donde no hay escisión entre el ser del poeta y el universo vivencial. El poema deshabitar nos ejemplifica la postura anterior:

¿Dónde 
mora
el espíritu?

Casa 
Cuerpos
Tiempos

he visto
deshabitar

El eterno aprendiz, (2006) Resplandor (2006) y Las regiones del frío (2008)  quizás pueden precisarse como libros de metamorfosis en esta nueva etapa de la escritora y  dan cuenta de un amanecer  visual, de luz, de iluminación interior,  que la autora va plasmando en sus versos amanera de tributo (… La mañana / tiene una suave / luz / que se mueve / lentamente / Es mi padre / que quiere / hablarme…) o de catarsis     ( y ahora tú Toma el fuego del día en la casa de la oscuridad / Y ahora tú temblando  de pensamiento (cayéndote)/ Hiere tus ojos en la mañana más mañana/ para descansar del miedo)

El último poemario Paréntesis de estupor (2009) incluido en la antología Lugar de pasaje, contiene párrafos   que  abren las ventanas de la imaginación   a otro discurso, el de un narración fragmentada donde el lenguaje poético conspira con la luz y la sombra, la presencia y la ausencia, la vida y la muerte  para presentarnos otra realidad detrás de las palabras, detrás de la apariencia, donde encontramos las claves de su poética y de la evolución de su obra, o  como la misma bardo manifiesta “ Mi poesía se refiere a procesos existenciales que poseen una dinámica interna. Yo soy apenas un ser escribiente y viviente, un eterno aprendiz en ambos sentidos”,  así leemos en mapas completos:

“lo que se borra del pensamiento Desaparece de las 
                                                    / líneas de la carne
Mas entre las suculencias de los huesos Los vacíos
/ (re)forman los mapas completos.”

1 comentario:

  1. Maria Auxiliadora tiene un primer libro, editado en Paramaribo. Creo que ella no le gusta recordarlo, pero fue su primera experiencia. Un gran recuerdo Maria . Iris Tocuyo

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