jueves, 30 de julio de 2015

ORLANDO PICHARDO, EL DEBATE INTERIOR

David Figueroa González


"Todo viaje empieza con un sueño,
 tu fe  y convicción mostrará el camino"
Grandhi Mallikarjuna Rao


I
La Soledad y El Silencio

“Esta espada con que mido el tiempo
tiene dos cantos
la soledad y el silencio”
 
Orlando Pichardo
Efectivamente, coincido   con que todo viaje comienza como un sueño. Así con esa sensación  partí hacia la Pichardera, hacienda enclavada en el corazón de las montañas de Ospino, estado Portuguesa.  Visita que realicé en 1987 a esas tierras patrimonio de la familia Pichardo. Allí,  entre el verdor natural, los plantíos de café y las orquídeas,  lo que más me impresionó  fue el calor de su familia. Para ese momento  conocí al poeta Orlando Pichardo, hombre de buen carácter  y siempre dispuesto a la conversación amena.
Quizás la magia de aquella finca cafetalera floreció en su ser, llevándolo por los caminos de la contemplación-reflexión, hecho este  que permite que la memoria corra libre en el horizonte de sus versos, corceles que ondean  en su crin la bandera de la   filosofía. El poeta pareciera  despojarse del tiempo  y crea un  discurso sobre su propio pasado el cual no  mira con añoranza, sino como una suerte de ejercicio de introspección que no pretende buscar respuestas existenciales,  más bien  propicia un debate con el lector al acercarlo a sus propias preguntas  y su propia experiencia. De tal manera viajamos a su mundo interior mediante el poema  “La risa de  mi infancia”, texto que se encuentra en  el  libro La palabra que tengo:


“La risa de mi infancia
dejó eco en la copa de los árboles
Hoy vivo hojeando la floresta
La ciudad con su red de calles nos atrapa
y la cabellera del bosque
aumenta su insoportable lejanía
Bajo los cimientos
la tierra recuerda al sol
Recuerda la sombra de los pájaros
y hace recordar que en el cementerio
las viejas tumbas tienen flores de olvido
grietas de soledad”

La palabra que tengo es un mundo onírico que emerge entre las  sombras, allí el silencio se viste de aves y de  “enronquecidas gargantas vacías de luz y cantos”. Subyace  bajo la piel de sus poemas  un  hombre plural que siente al mundo  como sólo lo sienten quienes escriben con el alma. Tal vez de allí provenga su fuerza verbal, su comunión con el mundo,  especie de trova a  la existencia (subsistencia) cotidiana. Estos ritmos poéticos lo vemos danzar en las estrofas de “Cantos” del  citado libro:

“Esta espada con que mido el tiempo
tiene dos cantos
la soledad y el silencio

Tiene dos caras
la mía y la otra

No tiene empuñadura
es circular como la vida
infinita como la muerte

Esta espada hiere con su canto
el prologado ay de mi existencia”


II
Hay un Rumor de Mar

“Conozco mis tormentas
también,
los tranquilos puertos del descanso”


De acuerdo con la antología  Los vidrios rotos nos adentramos en ella, y al  llegar al poemario titulado Delamar, surge desde el mismo instante que leemos  ese  neologismo una visión que nos lleva al azul salobre, rítmico y profundo del  océano; pero  también, como lo señala Jean Chevalier en su Diccionario de símbolos: “el mar evoca  la dinámica de la vida. Todo sale del mar y todo vuelve a él…La mar simboliza  situaciones  de ambivalencia como es la incertidumbre, la duda, la indecisión y que puede concluirse bien o mal. De ahí que el mar sea a la vez imagen de la vida y de la muerte”.  Estos universos son desarrollados  por  Orlando Pichardo con una poética  muy particular  a lo largo de  Delamar,  en tanto en los versos de “Esto Somos”  damos cuenta de ello:

“Esta es la tierra seca
la ubre atormentada,
la gaviota ciega.
Esta es la piel corroída,
salitres inconclusos
que van dejando sal en los silencios.

Rocas degolladas,
arenas cristalizadas por la muerte,
violadas por la ofensa.
Esta es la tierra negra:
Poblada por castillos de recia pesadumbre,
recorridas por fantasmas de olvidados cementerios,
el mar que secó sus aguas,
el río doblegado.
Esto somos,
un mar muerto que no consigue descanso.”

El agua de mar  está ligada según varias culturas a los  deseos, esto podría desprenderse quizás al ver las olas pasearse por el mar y  detallar cómo ellas entran  acariciando la playa.  De allí surge  la mirada sensual que este cuerpo salino despierta. También el agua en forma de  lluvia cobra vida como agente fecundador y fertilizador, no sólo para las nubes “preñadas  de  agua” sino de igual modo para el suelo quien la recibe en su seno.  En este orden de ideas rememoramos la leyenda griega de  Danae, quien es encerrada por su padre en  una cámara subterránea de bronce  para que no corra peligro de tener un hijo, ella recibe la visita de Zeus  en forma de una lluvia de oro y éste  penetra por una grieta del techo y  la  impregna con su consentimiento. Esta visión erótica-sexual por analogía la observamos en la composición “Bella mía”; la que leemos a continuación:

“Esta noche
las estrellas partirán conmigo
al campo de los sueños
y las playas de mis manos
sentirán el oleaje de tus senos

Eres tú entre la pesadumbre y el canto
Cantos de lluvia para calmar delirios
de fuego para desterrar silencios

Bella mía
Voy hacer que mis días salten los despojos del hombre
y en este siglo de trampas
inventaré paisajes en tu nombre

Bella mía
Has construido  para mí
el más dulce puente del mundo
Y en  la locura lo cruzaré
hasta agotar mi tiempo

Esta noche mis sueños son tu piel
y tus cabellos mi noche
Esta noche voy amarte hasta agotar mi espíritu
Porque mañana te amaré hasta agotar mi cuerpo.”


III
La Soledad es un Camino sin Reposo

“El señor de la melancolía ha bajado
y me acompaña”

Algunos artistas representan al Titán Cronos como un viejo descarnado y triste  que lleva en sus manos una hoz,  señal  de que el tiempo destruye todo. En este  sentido, el poeta Pichardo aborda el  tema en los textos que conforman Calendario secreto creando en él  una triada tiempo-soledad-tristeza. De acuerdo con esto  el periodista y poeta venezolano Alberto Hernández nos dice al respecto: en todos sus libros, Orlando Pichardo encara estos sustantivos anímicos que lo llevan a reclamarse y a reclamar las conductas, las posturas humanas a través de su propia mirada.”  Muestra de esas palabras las encontramos en el siguiente fragmento del poema “Calendario secreto” que, por cierto, da título al poemario:

“ Tú conoces un calendario secreto
donde los días y los meses sólo oyen nuestros pasos
Me dejo ir en ese tiempo
y recojo las estaciones del olvido
La soledad es un camino sin reposo
un ruido antiguo que golpea en las noches sin alba
Tú tienes un sol que se ha ido entibiando su luz
y la tierra que soy
si en él se va muriendo
Mas esta agonía no deja palabra
y pensando en tu cuerpo
soy de nuevo  gaviota que a sorbos se bebe el horizonte”


En las líneas de este libro escuchamos vibrar la resonancia de la  melancolía y el dolor  por el devenir de la humanidad, la  voz del poeta se sintetiza en una balada a  la subsistencia cotidiana. Esta acción le permite  al escritor  caminar entre la luz y la sombra, el amor y el desamor,   sin perder su  esencia, haciéndolo más cercano al lector; muestra de lo anterior son los versos que  estructuran  “Enero”,  texto que sigue estas líneas:

“A veces oigo como se pudre el día
y siento las azuladas llamas del alma
quemar sin huella el tiempo corto de mi carne.

En los agujeros negros de mi espacio
hay un torbellino de soles que se apagan
alas quemadas  que recuerdan vuelos.

Espero la lluvia que lave los atémporos temores
agua para refrescar mis manos
que hoy es enero
escriben solas
cosas que decir no quiero

Mas siento que un ángel se posa sobre mi silencio
y cambia mi palabra triste
por un sueño”


IV
Cuando Se Asume La Rosa  Se Asume El Universo

“Sólo atesoro visiones
 y sueños
relámpago de imágenes”

En Visiones de sol descubrimos un hombre sacudido por la esperanza, en las páginas  de esta obra el escritor  nos sumerge en un cosmos sensorial  donde se unen los colores del tiempo  y el aroma de la luz, así observamos un campo de emociones encontradas.  En relación a esta fusión de elementos repasamos las  palabras del poeta de la luz Odiseo Elytis: “los europeos y los occidentales,  hallan siempre el misterio en la oscuridad, en la noche, mientras que los griegos lo hallamos en la luz, que es para nosotros algo absoluto”.  Absolutismos que vemos en este acercamiento que hace Orlando Pichardo al sol sin pretender ser Ícaro en el intento. De tal modo, ojeamos los  párrafos de “Viejo Sol”:

“Viejo sol
amarillo de tiempo
Aunque llegas con retraso
tú eres la simiente
¡Oh sol!
millones de veces
y millones de seres
te han visto surgir del horizonte
Más hoy en la orilla de la soledad
tú abriste tu luz
tus colores
y me enseñaste que el azimut es el límite del asombro
Viejo sol
tienes un amarillo de tiempo
y tus aristas alimentan la sorpresa de la sombra
Hoy eres para mí solamente un principio
Enseñándome que la tormenta está aquí
y no en el despliegue de lo eterno
No hay vanidad
porque hoy me diste el aroma del tiempo”

Sin embargo, las sombras se cuelan  entre las grietas del  alma creando una especie de coexistencia luz-oscuridad  donde el escritor es el médium, para que  la ausencia y la nostalgia  se manifiesten en el mismo plano que  la alegría y el  canto.  En tanto vemos  al escritor hacer  hincapié en la volubilidad de  la vida con sus altos y bajos,  por lo que esta serie de universos los vemos conjugados en “Nostalgia”:

“He notado que el sol tiene nostalgia en sus costados,
como si en este último milenio
hubiese alumbrado la tristeza y la desesperanza.
¡Ah!, sol.
Padre antiguo,
dador de vida a quienes se empecinan en la muerte.
No es tu  culpa viejo sol,
amarillo en tu esfuerzo,
cada corpúsculo de tu luz
es palabra en infinito canto.”


V
Visitamos el Origen de la Vida

“El canto de un pájaro
deleitó el alma del planeta”

En Ofrendas al asombro vemos al bardo transfigurarse en hombre-río, hombre-viento.  Cosmogonía  que se anida en sus versos para dar  voz a la naturaleza,  canto firme y a la vez tierno, cual  palabra de un padre que educa a sus hijos. Así  disfrutamos la comunión alma-ecología, hecho este que despierta en el lector su lado más sensible, ese que el concreto de las ciudades va sepultando.  La  Oda al “Río turbio” nos  demuestra este hecho:

“Soy el río
No se olviden de mi fuerza
Les doy la venia
para que funden de nuevo las torres del asombro
Les doy mi calma
para que sobre ella construyan lechos los amantes
Les doy mi piel de arena
para que levanten casas donde habiten sin penas
Les doy mis aguas para que en comunión amorosa
puedan tocar el vuelo de mi espíritu
y puedan saciar la sed ancestral que los acosa…

Soy el río
si me pongo traje de aguas tranquilas
Disfrutadme
Mas
en ningún tiempo
Nunca jamás
Jamás de los jamases
vuelvan a olvidarse de lo que soy
De mi fuerza
De mi amor
de mi esencia

Soy el río
Y dar de beber es mi amorosa costumbre.”

El vate evoca-invoca ciudades y momentos donde junto a sus amigos saludó a la bohemia, época de crecimiento y descubrimientos literarios, lugares que sirvieron para calmar la sed del saber: “En tus calles abrí las puertas del asombro… Bebí el delirio con Artaud y Teófilo Tortolero”. La estancia 2 de la elegía a “Valencia Venezuela” da fe de la anterior afirmación:

“Valencia de mi fuerza   pura
de tabernas y letras
de escapes interiores y luminiscencias nocturnas.

Era entonces
Manuel Pérez  y sus ventanas diagramadas en su propio vuelo
Era la ansiedad abriendo las puertas de la vida misma
y Villaroel París
quien Pepe Barroeta y yo
esperábamos en el bar del portugués
para tejer alfombras que jamás volaron

Ahí
al frente del Mayantigo
donde apaciguaban el hambre
desvelada los noctámbulos del aire”.




VI
Primero Fue El Verbo

 “Último será el silencio
y es palabra”


La palabra es pan para el alma y  luz  para los oídos del mundo,  en el libro  Ella: la palabra somos testigos del tratamiento intimista  que el poeta Orlando Pichardo le hace mediante el uso de la metáfora, así “vuelve la palabra en remolinos de luces y enamorado acento”.  En este mismo orden de ideas el poeta Antonio Machado afirma: “la poesía es palabra esencial en el tiempo… Ni mármol duro y eterno, ni música ni pintura, sino palabra en el tiempo”.  Se dibuja en el poema “Ella la palabra” esa  espada que defiende  la belleza y aleja las sombras:

“Primero fue el verbo
Último será el silencio
y es palabra

Sólo ella puede alimentar los vacios del alma

Y estará abriendo su sonrisa en el alba del silencio
Dándole nombre a cada partícula del caos
Ella que describe
Que descifra
Que  alimenta
Verdadero pan para los hambrientos espíritus del planeta

Acorralada palabra
eres luz
Canto inicial de una civilización enamorada”

El escritor Orlando Pichardo siempre ha sido un hombre  de visión y accionar   revolucionario,  su fusil,   una pluma  que arroja fuego,  fuego  para el despertar de la conciencia, pasión que construye  con palabras, con amor y a veces con rabia. En Ella: la palabra  hay rasgos  de un discurso licantrópico  que aúlla con  suspiros a la luna madre, quien desde el firmamento controla el tiempo y el destino del hombre. Así  lo exterioriza  el autor en las líneas de “Luna de Oriente”:
“Luna refleja en las copas de los delirantes poetas
En la letra que se desangra por la pena del mundo
En el verso amado que suaviza las heridas
Luna que naces llena sobre los andes
Y navegas en la Caribe mar
con golpe luminoso de remos nuevos

Luna sobre las arenas de Sharazad
Donde la muerte cae en cántaros metálicos
Y los ojos de los niños miran al demonio
bajar en fuego todas las noches

Luna
Suaviza sus penas con tu luz
que corta las sombras de las sombras
Diles luna
Que ya los poetas de la tierra
Escriben sobre la victoria
de los habitantes de la gran Bagdad

El poema épico más hermoso del mundo

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