viernes, 27 de junio de 2014

Diario de una señorita que escribía porque se fastidiaba

  Luz Marina Almarza

                                                            “Yo soy yo y mi circunstancias” J. O. G

Sufrí de parálisis cerebral * (a causa de un nacimiento prematuro de 5 meses y medio) , por  lo que tuve  que ser operada a los 11 años para mejorar, facilitar el caminar, pues  me resultaba casi imposible. Vivo siempre en Barinas, pero me tocó trasladarme hasta Maracaibo, vivía con unos tíos y primos muy queridos muy queridos.  Les escribí una carta a mis papás contándoles como me había ido varías semanas internada en el Hogar Clínica San Rafael. Mi mami me contestó asombrada de la buena redacción y me regaló un bolígrafo. Apenas había aprobado el 4 ª grado.
En mi bachillerato, o ya desde antes, leía muchísimo; mis lecturas iniciales fueron “Doña Bárbara”   recuerdo una gruesa colección de libros empastados rojos con letras doradas de clásicos juveniles: cuentos y novelas de aventura y caballería que despertaba la imaginación y sumergía en épocas remotas de héroes legendarios o viajes largos de aventura y suspenso donde me apartaba y pasaba ratos de descanso. Nadie me obligaba, al contrario, -Como no podía hacer las labores de la casa, ni mi papito me dejaba salir a fiestas de adolescentes, me aburría, como el título inicial de las novela de la insigne Teresa de la Parra, y sin ninguna pretensión de ser petulante ni burlarme de ella.

lunes, 23 de junio de 2014

La lectura como acto de recreación para la comunión


                                                                                                                    Yony G. Osorio G.
                                                                                                                                                                           
Parte I    
                                          
Todo acto de lectura verdadero y placentero implica la comunión con la palabra,  flujo amoroso que nos invita a la recreación. Por lo tanto, incita al viaje pleno de experiencias, a compartir puntos de vista y a examinar miradas enaltecedoras e inéditas. Líneas de acción que pueden confluir en torno a un personaje tomándose en cuenta su nobleza, heroicidad, quijotesca existencia, simbología, las circunstancias del ser, muestra de la tensión suscitadas en los personajes, su caracterización sociológica, psicológica, económica, el tema planteado, el estilo o simplemente la pasión que agite el contexto en donde se desarrollen los hechos. Todo ello, consecuencia de aquel estado anímico que genera el movimiento de la escritura por ende el acto lector como recorrido hacia ese encuentro amoroso. Es esto, quizás, lo que podríamos descubrir, entre tantas otras cosas, en la lectura como viaje que realiza el escritor David Figueroa Figueroa, ejerciendo el acto de lector consumado, amoroso y que, en nombre de la amistad profesada a sus escritores preferidos en el deseo de estar perennemente en contacto y conversación sobre los libros, le dedica a la lectura recreativa del cuento “Paco Yunque” escrito por César Vallejo, texto aparecido en la Antología de cuentos americanos compilada por Leoncio Salvador Cárdenas, antólogo de la patria hermana del Perú.

miércoles, 18 de junio de 2014

Los mil rostros de la poesía

Gustavo Pereira


El goce que un buen poema despierta en el lector de poesía casi nunca puede ser expresado  por este en palabras, pues, para emplear una expresión de Eliot (en función de la poesía, función de la crítica ) se tiende a creer que existe una esencia única de la poesía, susceptible de formulación.
Y nada más alejado de ello.
Dado que la poesía nunca es la misma – aun siéndolo – puesto que bebe de la vida tanto como de la imaginación y en última instancia viene a ser, sobre todo, lenguaje (“ lo opuesto a un instrumento de precisión” según Valéry ) el universo de sus significaciones cambia y se transforma en un proceso interminable que no siempre reivindicó ni reivindica su verdadera esencia.
Al emplear un material como el lenguaje, nacido para representar y comunicar por medio de palabras que a su vez simbolizan valores, la poesía se mueve, bajo sus propias leyes, en territorio movedizo. Como sabemos, este material (el verbo), este logos, esta sustancia constitutiva, siendo la más común resulta volátil e impalpable. Por ello los poetas en la escritura de un texto poético se ven precisados a transformar la expresión cotidiana, descriptiva, lógica, racional, en expresión afectiva, emotiva, sentimental (aunque no siempre fue ni es así y aunque, a la postre, la razón dicte siempre, incluso quebrantando sus principios).

lunes, 2 de junio de 2014

El libro como destino

Juan Carlos Santaella

Sueños lectores Ilustración de Anna Forlati 
Para muchos seres humanos, hay aspectos, objetos y cosas que están, de muchas maneras ligados estrechamente a sus vidas. Cada quien, a partir del momento en que su existencia comienza  a tener un cierto sentido, crea para sí mismo e incluso para los demás, un mundo íntimo de correspondencias, gustos y obsesiones que con el tiempo terminan siendo puntos fundamentales de referencia. Todo depende, por supuesto, de las circunstancias en las cuales se desarrollan estas apetencias, estos ejes secretos, estas cercanías con los objetos amados y preferidos.
Hay, en efecto, condiciones propicias, espacios privilegiados, tiempos emocionales y materiales idóneos en lo que respecta a la formación espiritual de toda persona. No se eligen, no se compran, pues ellos constituyen una parte impredecible de la vida misma, forman una especie de azar inconstante  a través de cuyas apariciones, las bondades y las miserias, así como la felicidad, se presentan sin que podamos hacer nada al respecto. En suma, somos elegidos, tomados a la fuerza  por esos caprichos del destino, por esas corrientes subterráneas, para ser lanzados después a una superficie que suele maltratarnos y también revelarnos los misterios del fuego compartido.
Nadie, en verdad, decide sobre aquello que algún día llegaríamos a palpar, sobre aquello que en algún  momento tardaríamos en querer y odiar con tanto apasionado rigor. Hay