miércoles, 29 de enero de 2014

Realismo y cuento de hadas




Raymond Chandler

El cuento de hadas es el sueño que todos tienen de la perfección, y por consiguiente cambia, a la manera de los sueños, según el humor del soñador. Para uno es un escenario de naturaleza virginal y estival no mancillada ni siquiera por los trabajos necesarios de la supervivencia. Para otro es un sitio donde existen códigos, convenciones o leyes morales, y donde la gente ama u odia a simple vista, y todos tienen sus virtudes y vicios escritos claramente en el rostro. Para otro es una campiña sembrada de hermosos castillos en los que viven dulces damas vestidas de seda, hilando y cantando mientras hilan, y nobles caballeros que libran corteses combates entre sí en claros del bosque; o una región de magia inquietante, música fantasmal, elfos y aguas encantados. Para otro más puede ser una anarquía de la belleza con un toque de terror, administrada por espíritus que deben ser propiciados en la chimenea por la noche. No hay dos mentes que vean igual el país de los cuentos de hadas o le pidan los mismos dones; además, se modifica de un día a otro, como cambian los vientos que soplan alrededor de una casa, y con tan pocas razones visibles como tienen los vientos. No obstante, da por contraste un reflejo tan exacto de la vida que el espíritu de una época se retrata de modo más esencial en los cuentos de hadas que en la más documentada crónica de un articulista contemporáneo.

viernes, 17 de enero de 2014

Contra las telarañas de la costumbre


 Julio Cortázar
Juan Gelman
Juan Gelman ha querido que su libro se abriera con unas palabras mías, palabras de compatriota en el sentido más hondo, allí donde la noción de patria quiere decir tanto más que una pertenencia geográfica.
Jamás un amigo me pidió algo tan difícil, jamás el afecto y la confianza de alguien muy querido me puso contra la pared como en este momento. Era preciso que Juan fuera Juan y que yo fuera Julio; era preciso que este libro viniera a golpearme en plena cara con su amarga y a la vez límpida fuerza; era preciso que su razón de ser contuviera todo eso que desde hace años vuelve cada noche en mis pesadillas y que en la vida diaria trato de denunciar y de atacar con mis pobres recursos de escritor. Quisiera decirlo ya, no estoy presentando a este libro de Juan, lo estoy simplemente acompañando yéndole al lado como quiero seguir al lado de Juan en lo que nos queda de voz y de vida, para un día volver con Juan y con tantos otros compañeros a lo verdaderamente nuestro.

miércoles, 15 de enero de 2014

El amor es un acto de creación


                                                                                                        
                    Yony G. Osorio G.             
 “Toda creación estalla de plenitud. Los dioses crean por exceso de potencia, por desbordamiento de energía. 
(Jorge, C., 2007, p. 20). 
                                                                                             
 

El amor como acto de creación es lo que vamos a encontrar en el libro del poeta  David Figueroa Figueroa, titulado Encuentro con el doliente amor. Su diseño vital gira en torno a la configuración de una especie de “diástole y sístole imaginativas” (Sefamí, J., 1993, p.41). En este caso, el uso que le daremos a esos términos estará asociado al ritmo del corazón poético que se agita en la obra coagulada de poemas, y que sitúan al lector en el espacio lírico del soñador, labrador tenaz de un universo de palabras que sueñan y nos sueñan. De tal modo, se confirma que éste es también el trabajo del poeta, como el mismo lo acentúa: “Soñar es mi trabajo de día como de noche” (Figueroa, F. D., 2012, “Tarde”. p.18). Ahora bien, el encuentro que nos depara es imaginación creadora, amorosa energía conmovedora, la que ordena el laberinto sentimental donde concurren: tristeza, ausencia, nostalgia, distancia, recuerdos, celos, deseos, soledad, misterio, lo paradójico y la incesante memoria. De acuerdo con esto, desde la perspectiva del hablante percibiremos una atmósfera transfiguradora de los objetos, las cosas, los seres animados e inanimados y fenómenos atmosféricos, para que la operación poética del lenguaje actúe con la entrada de la metáfora, de hecho así se ratifica en este verso: “Donde transita la metáfora el ojo se multiplica” (Ibídem: “Rincones”. p. 5).

lunes, 13 de enero de 2014

Cuando los libros dialogan


Arnaldo Jiménez

Foto Cortesía Correo Cultural
Los docentes que dentro de su aula imponen una pedagogía propia, la invención y la imaginación los lleva a hacerles la vida más placentera a sus alumnos. He conocido a algunos. Recuerdo que en la Universidad de Carabobo me tropecé con uno de ellos, se llama Ramón Núñez. Un profesor que dejaba de lado el programa y nos ponía a leer libros completos de excelente textura narrativa; un profesor que no lo era, con una barba ceniza y escasa, larga y flaca como la contextura corporal de él. Yo vivía asombrado con sus clases, siempre recordaré cuando se le acercó a una muchacha muy bonita y sobando su barba le dijo: “señorita, ¿a usted no le molesta de noche el ruido de las estrellas?”; yo me reí y me interesé por ese modo de ver la clase como una conversación para detenerle el mundo a los demás.
En ese tiempo nos mandó a leer “Eros y civilización” de Hebert Marcuse. Devoré ese libro como todos los de psicoanálisis que después cayeron en mis ojos, me parecía algo revelador, me parecían verdades que