lunes, 15 de julio de 2013

Escritura

Triunfo Arciniegas

Cada vez que escribo enfrento el misterio, el miedo, la incertidumbre. De poco han servido las historias anteriores. Conozco cierta técnica, cierto manejo de las frases, la mente conserva determinados principios, el cuerpo practica manías inviolables, la mirada se rinde a la disciplina de atrapar las imágenes, pero uno se encuentra desprotegido y nunca se sabe si la criatura poética será digna, si será poética o al menos criatura, si debe conservarse para un posible lector o debe eliminarse. La página en blanco cada vez es una nueva aventura y, como tal, absolutamente riesgosa, diferencia esencial con otros oficios. El artesano mantiene la rutina del oficio: elabora un canasto exactamente como el anterior, con la misma técnica, los mismos instrumentos e incluso en el mismo lapso de tiempo, y así elaborará todos los canastos del resto de su vida. El artista cada vez debe crear un nuevo objeto y repetirse va en detrimento de su arte.

lunes, 8 de julio de 2013

La multifacética obra de Yolanda Bedregal

Víctor Montoya

Yolanda Bedregal (La Paz, 21 de septiembre de 1913 – La Paz, 21 de mayo de 1999). Se cuenta que desde niña tuvo acceso al mundo intelectual boliviano, debido a que vivió en el seno de una familia de artistas e intelectuales. Su padre, Juan Francisco Bedregal, en su condición de escritor, catedrático y Rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), reunía en su casa a los intelectuales más notables de su época, para hablar y discutir sobre diversos temas relacionados a Bolivia y los bolivianos.
Al evocar sus años de infancia, enfundada en traje de bayeta, con ch’uspas y tullmas en las trenzas, no podía evitar el siguiente cuadro familiar: “Mi padre, sabia bondad, en el escritorio, entre sus libros y nuestros lápices de color; mi madre, menuda y ágil, repartidas sus manos entre pan y ternura, el bastidor, el piano, las jaulas de canarios, su telar en el cuarto de costura (…) La abuela esbelta, pálida, frente al infaltable café yungueño y su cigarrillo Capricho, tejiendo para nuestras muñecas o encarrujando flores de trapo para el templo. La bisabuela, matrona austera de dulce pero varonil carácter, en su silla de ruedas, a lado la cuna de la guagua recién nacida en el clan (…) De aquellos seres y cosas que acompañaron mi niñez aprendí, sin yo notarlo, lo que quizá vale más en mi existencia. De mi padre, tan triste en el fondo, la alegría de darse y dar con justicia y comprensión; de mi madre, la fuerza de la debilidad activa; de mi abuela la rebeldía paciente en la desgracia; de mi bisabuela paralítica el poder de la impotencia; de mis nobles ayas aymaras, la fidelidad y el amor a mi raza; de los chicos, en su encrucijada vacilante, aprendí que estamos en un juego sagrado, serio y peligroso con Dios, con el diablo y con el prójimo.” (Palabras pronunciadas al recibir el Premio de Cultura de la Fundación Manuel Vicente Ballivián).

jueves, 4 de julio de 2013

Paco Yunque: La simbología del poder

David Figueroa González


“Yo me complazco, en imaginar, en creer en un estado social
en que la alegría sea accesible  a todos”
André Gide

En  mi reciente viaje a Perú, país hermano al cual fui por invitación del grupo Capulí, Vallejo y su Tierra. Me reencontré con la historia todavía viva de lo que fue el Virreinato de España en América, las estructuras  arquitectónicas erguidas  como gigantes enclavados por doquier aún cuentan relatos de tiempos lejanos. Al partir de la capital camino a Santiago de Chuco,  la patria chica de Cesar Vallejo, es más marcada la presencia de estas hermosas estructuras, bien sea, las realizadas por los conquistadores o las elaboradas por el pueblo con su milenaria sabiduría. En el horizonte las montañas evocan los picos de la sierra venezolana y, a pesar de la altitud y el frío, al llegar al poblado las personas con su respeto y cordialidad nos abrigaron el alma.
La humildad característica de las personas que habitan los pueblos andinos está presente en la obra “Paco Yunque”,

lunes, 1 de julio de 2013

Tejedores de imágenes

“Contar historias es un arte, un arte raro, pues su materia prima es lo inmaterial y el narrador de historias es un artista que teje los hilos invisibles de esa tela que es el narrar.”
Cléo Busatto

Giondelys Antonio Montilla Santiago
Cuentacuentos y escritor

Oscar Wilde nos contaba en su cuento “El narrador” la historia de un hombre muy querido en su pueblo por las historias que contaba. Todos los días salía al campo o la playa y al regresar la gente lo esperaba en la plaza del pueblo y le preguntaban qué había visto en su paseo, y el narrador les contaba que había visto un fauno que tañía su flauta y hacía bailar a una ronda de silfos en medio del bosque; otro día contaba que había visto a tres sirenas montadas sobres las olas a la orilla del mar que peinaban sus largos cabellos verdes con un peine de oro. Toda la gente era feliz por las historias que contaba. Sucedió que un día el narrador salió a dar su paseo pero al llegar a la orilla del mar, he aquí que se encontró con tres hermosas sirenas que peinaban sus largos cabellos verdes con un peine de oro. Y continuando su paseo,   cuando llegó al bosque vio  a un fauno que tañía su flauta y hacía bailar a una ronda de silfos. Esa tarde, cuando regresó  al pueblo ya la gente lo estaba esperando y le preguntaron, hombre, ¿qué has visto hoy?, ¡vamos!, cuenta, y el narrador les contestó: hoy no he visto nada.