viernes, 13 de diciembre de 2013

Historias de la Historia en Tricolor


Cósimo Mandrillo

Escribí, hace más de treinta años, un artículo sobre el discurso histórico en la revista Tricolor, que fue editado en la hoy extinta Revista de la Universidad del Zulia. Aquello no fue otra cosa que un ejercicio de aplicación de ciertas teorías de análisis literario que estudiábamos entonces en la escuela de letras, y puesto que no seguí el sabio consejo de no hacer vano alarde de las cosas recién aprendidas, el resultado, como suele suceder con el inmediatismo, no podías ser sino esquemático, superficial y, lo que es peor, mal escrito.
Aun siendo así, no se me escapa que aquella elección del tema no pudo haber sido inocente ni casual. En ese entonces yo, al igual que muchos otros de mi generación, éramos fervientes lectores de toda clase de comics que se nos ponían al alcance. Me refiero a cuadernillos del tipo Tawa, el hijo de las gacelas o Chanoc, historietas que la mayoría de ustedes, jóvenes como son, no sólo no habrán leído, sino que ni siquiera habrán escuchado mencionar.

Quiero decir con esto, que era yo un buen lector de historias ilustradas, de modo que Tricolor, al menos algunas de sus páginas, venía a insertarse en aquella afición lectora de manera absolutamente natural.
La Tricolor que yo recuerdo no se diferenciaba en mucho de los ejemplares más recientes que he podido consultar en estos días. Caía aquella revista en las manos de unos niños que si bien habitábamos un mundo más amable, padecíamos al mismo tiempo de un aislamiento y una falta de información inconcebible en nuestro tiempo, ni siquiera entre los estratos más pobres de la población.
Quiero decir, en fin, que disfrutaba enormemente la lectura de aquellas páginas de historia que me han de haber marcado lo suficiente como para que, pasado el tiempo, yo mismo experimentara por lo menos un par de veces en la redacción de guiones para biografías ilustradas de personajes destacados del pasado nacional.
Creo haber explicado suficientemente la afirmación que hice hace un momento en el sentido de que no podía haber sido casual mi elección del discurso histórico en Tricolor como tema del artículo al que ya hice referencia. Dicho artículo en lleva por título El mensaje ideológico de la historia de Venezuela en una revista infantil, y en él se plantea, palabras más palabras menos, que los acontecimientos históricos se narran de manera sumamente esquemática y que todo el énfasis se pone en la construcción de unos personajes cuya dimensión humana se aleja años luz de lo que consideramos una persona común y corriente, es decir, de nuestra misma estatura. Como conclusión, se exponía de forma más o menos clara, que este sobredimensionamiento de unos personajes tan lejanos del hombre corriente, establecía modelos con los que el lector no podía identificarse y, antes bien, creaba la idea de unos seres extraordinarios a los que no quedaba más remedio que admirar y obedecer.

Cito a continuación, textualmente, algunas líneas de ese trabajo referidas a Francisco de Miranda:
Se le llama indiferentemente “El precursor, “El supremo comandante en jefe”, “El generalísimo”, etc. Toda esta altisonancia contribuye a la despersonalización del actuante, quien se convierte de hombre real y prominente en ídolo venerable. Él es la expresión del valor y de la verdadera actitud de un patriota, él es en fin el hombre a quien se debe respetar y seguir.
Cuando se me pidió que participara en este foro, pensé que el asunto era muy fácil. Bastaría con que mi intervención tuviese como punto de partida el ya tantas veces mencionado artículo y que a desde allí hiciese una especie de autocritica de un texto que no sería sino el producto de ese modo autosuficiente de ser de izquierda que practican los jóvenes y algunos no tan jóvenes. Fue grande mi sorpresa al descubrir que, salvo por lo terriblemente mal redactado, no discuerdo hoy del todo de lo que intenté probar en aquel artículo juvenil. Sigo pensando que esa no es la mejor forma de contar la historia a los lectores más jóvenes del país, y que se les hace un flaco favor presentándoles unos mediadores cuya estatura moral está tan fuera del alcance del promedio de la humanidad.
Está claro que este asunto del endiosamiento de nuestros personajes históricos, ni era una invención de Tricolor ni yo estaba haciendo el gran descubrimiento crítico del momento.
El contar el pasado de un modo cuyo resultado era establecer una especie de élite inalcanzable, élite con la que la población no puede absolutamente identificarse, dada la distancia que la separa del hombre común, solía ser una estrategia profusamente utilizada por los voceros del status quo, al tiempo que agresivamente combatida por el pensamiento progresista.
Quiero decir con esto, que la Tricolor de los años 70 respondía a un discurso dominante del cual seguramente habría sido difícil escurrirse, independientemente de cuán bien intencionados fuesen los responsables de editar la revista. Ese concepto de la historia y de los héroes se avenía muy bien con el formato del comic, puesto que tal formato se presta sobre todo a resaltar visualmente a uno o dos personajes, en primer plano, mientras que el resto de los mortales no es más que un telón de fondo que atrás, en la distancia, sirve para adornar la majestad y la prestancia de quien ocupa el espacio central de la viñeta. Y no ha de ser casual que llegado un momento, cuya fecha no puedo precisar, Tricolor abandonó ese estilo de hacer historia. No me cabe dudas de que ese abandono tuvo como motivación la necesidad de contar los hechos de otra manera, de asumir un paradigma discursivo diametralmente opuesto a aquél cuyo referente inmediato lo constituían las historietas en la que lo importante es promover la ideología del superhéroe, el superhombre capaz de enfrentar situaciones y peligros de un modo individual mientras los pobres seres observan y se admiran. 
No puede ser casual, repito, que un escrito sobre Miranda incluido en el número 364 de Tricolor, inicie de esta manera:
Imaginemos a Don Francisco de Miranda caminando por las calles del centro de Caracas alguna mañana de 1811. Lleva su peluca muy de moda en Europa en esa época, pero también en los altos círculos de la provincia que es Venezuela.
Por las calles circulan carretas templadas por mulas, llenas con productos agrícolas, se ve a negras esclavas que han salido al mercado a comprar los elementos para el almuerzo.
Obsérvese que han quedado atrás los epítetos grandilocuentes, sustituidos por una escena de vida colectiva en medio de la cual se inserta la presencia de Miranda. No es ya el personaje que resalta en primer plano sobre el telón de fondo de una escena de mercado, sino un personaje más, distinguido sin dudas, pero un personaje más de esa escena de mercado que representa aquí la vida toda de una país. Se intenta así contar la historia de un modo en el cual no sea un individuo quien rija el decurso de los acontecimientos sino, por el contrario, que los acontecimientos sean el resultado del accionar del conjunto de los individuos. Permítanme terminar diciendo que revisitar Tricolor, gracias a los organizadores de este evento, me ha permitido realizar un pequeño viaje en el tiempo, un reencuentro con mi afición de lector y de crítico sólo para comprobar que la Tricolor que se me quedó atrapada en mis recuerdos de la escuela primaria, goza de buena salud, y que siendo así, gozarán seguramente de mejor salud su lectores actuales. Gracias por el viaje en el tiempo y gracias por escucharme.

Cósimo Mandrillo (Italia-1951)

Licenciado en Literatura Iberoamericana y Magister en Literatura Venezolana por la Universidad del Zulia, Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Iowa (Estados Unidos). Ha publicado entre otros títulos: Víbora y barro: Acercamiento a la obra de Gustavo Díaz Solís, Literatura Zuliana siglo XIX: de los inicios a Ildefonso Vásquez, Antología Poética de María Calcaño, Migra, Poema de lengua brava, Parte de guerra, El árbol de jugar, El mundo es una piedra, La ciudad de Udón, El woma azul de tío Pichi, entre otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario