miércoles, 30 de octubre de 2013

MANUEL FELIPE RUGELES: LA POESÍA DE CUERPO Y ALMA


                                                                                                     David Figueroa Figueroa

¿Y cómo soportaría yo ser un hombre si el hombre no fuese también poeta y adivinador de enigmas y redentor del azar?

                                             Friedrich Nietzsche

Manuel Felipe Rugeles. Ilustración Francisco Maduro
La palabra transciende gracias a ese mágico sentir que a veces puebla tanto lo sagrado como lo profano, en ella las cosas se vuelven un mar de grandes misterios cuando el lenguaje es tocado por la vara mágica de la metáfora, además si éste confluye en los hallazgos expresivos de los caminos de la escritura y la lectura. Ambas jamás deben separarse porque son más que hermanas, en tanto, me permito repetir las sabias palabras del poeta mexicano Octavio Paz: “El poema es lenguaje erguido”.
Manuel Felipe Rugeles nace en San Cristobal el 30 de agosto de 1903 y muere en Caracas el 4 de noviembre de 1959. En el año 1937 el poeta da a conocer el poemario CÁNTARO donde se asienta que la remembranza galopa como caballo alado en la llanura del ser: “En el recuerdo / cada palabra / es como una semilla / que al echarla en el viento prospera”, “Y este arroyo que ahora canta / no es el arroyo de otro día”. Los fragmentos dan pie para afirmar que el creador cargaba en su mente todo el entorno que sus ojos almacenaron en un determinado tiempo.
El ensayista Raúl Agudo Freites en su libro: “LA MEMORIA PERDIDA” es muy certero cuando nos dice: “Los poemas de “CÁNTARO” tenían una factura fluida, un sabor más bien castizo. Tampoco era un poeta extranjerizante. Al contrario, del libro emanaba un regionalismo depurado, una visión entrañable del paisaje y los motivos de la montaña andina”.
Es importante señalar que la invocación tiene presencia altiva: “Rueda que enreda el recuerdo / dolido de viejos años, / cuando la niña tenía / el júbilo de los pájaros”. “Rueda de moler tristezas / mientras la aguja va andando / su camino interminable” 
La mirada echada hacia atrás, acompañada del sabor visual de la metáfora, las imágenes coloreando los espacios para dignificar las huellas de las horas transcurridas en el andar y desandar. El crítico Fernando Kofman asevera: “Cada trabajo poético, realizado con intensidad, nos aporta lo suyo”. Indudablemente que la creación es un largo sendero donde muchos se quedan después de cansarse en el cansancio, otros alcanzan la posteridad. “Haced recuento siempre / de la vida que llega, / de la muerte que pasa”, “Para asir el minuto del milagro, / hasta el límite azul del universo, / dejad que ronde pasajera el alma”.
Es darle al tiempo una visualización y al mismo momento dialogar con él, lo temporal fusionado con lo intemporal. Lo vivencial alentando la voz del día, se observa la noche lanzar su despertar al mezclarse con el aliento de la nostalgia, es callarse y pronunciar palabras el pincel del pensamiento.
En el año 1944 aparece ALDEA EN LA NIEBLA, algunos opinan que es su mejor poemario, lo cierto es que obtuvo el Premio Municipal de Poesía. En torno al poemario,  José Cañizales Márquez exclama: “El corazón le llega a la plenitud sentimental y la metáfora se puebla de ocultas resonancias como una campana que desgrana su vibración para alertar a los vecinos. Cuando hubimos de leer esta parte de la antología, lo hicimos oyendo la PASTORAL de Beethoven”. El libro comienza así: “En mi aldea / cuando niño / nunca creí en otra aldea, / nunca soñé con otra tierra”; “Cristales me daba el río, / pájaros me dio la huerta”; “Con un caracol de monte / vida tuvo una flor nueva”.
Cuando se recorre el libro notamos que la palabra aldea está por todas partes, la tierra vista con ojos llenos de paisajes que libres por la palabra se convierten en aves o nubes que llegan a transformarse en imágenes de todas las especies: “Alrededor de la aldea /las amapolas del campo / despuntan como luceros / rojos en el verde pasto”; “En la mañana con lumbre / de primavera cruzamos / la vereda azul y el río / sobre dos mansos caballos”.
Niebla. Alfred Sisley

El símil y la metáfora riegan las imágenes del terruño para que la memoria no solamente sea un cofre de recuerdos, sino también aromas que las rosas multiplican en el cuerpo y en el alma. El amor dado con un lenguaje que bien puede estar dentro y fuera del ser. “Voy abuelita, pensando / en ti desde esta mañana. / Recuerdo la vieja aldea / con su claridad de estampa / El palomar, era toda / la alegría de tu casa”. “Blancas palomas venían a comer sobre la palma / de tus dos manos mestizas”.
Sobre esta obra el poeta Lubio Cardozo opina: “Se desarrolla en él, de manera fulgente, el tema de la georgicidad Lírica inspirada en el mundo campesino, de los panoramas sometidos a la agricultura, de la belleza doméstica del ámbito rural, de esa geografía dulcemente por el labrador domeñada para la obtención de alimento, la fecunda gleba de los valles, de las faldas de las imbricadas colinas del Táchira”. “Soy montañés y lo digo / porque montañés me siento. “Madre: mirando uno el mar / de cerca se sueña lejos”. “Parece que el agua tiene / la luz de todos los puertos” / “Y en cada puerto hay un barco / que nos lleva a mares nuevos”, / ¡Cuánta nostalgia de ti / de la aldea yo tengo!”, “Nostalgia de ver azul / de colinas en invierno”.
El poeta renace y como todo mago vuela por la inmensidad del infinito tiempo y nos regala imágenes comparadas con un entorno y otro; pero jamás deja de afirmar que su cuerpo pertenece y pertenecerá al cristal siempre verde de las volátiles hojas.
En el soneto lo vemos como un maestro cabalgar el lenguaje donde el endecasílabo precisa los encantos y como cristal del riachuelo pinta magistralmente las flores del decir: “Sobre la verde soledad del pino/ y del agua en el charco prisionera / el alba, desató su cabellera / y el pájaro regó su primer trino. / Estaba allí fraguándose el divino / despertar de una nueva primavera / en el campo. La mano de Dios era / mano de molinera en el molino / Mano de Dios que mueve girasoles / Que derrama en la yerba azul rocío / y en los nardos el aire de su aroma / Mano que hace sonar los caracoles / al compás de la música del río / cuando es la primavera la que asoma”. Las figuras literarias se llenan de aliento y alumbran los senderos del poema: “Sobre la verde soledad del pino; Que derrama en la yerba azul rocío / y en los nardos el aire de su aroma” (Sinestesias): “Del agua en el charco prisionera el alba; el pájaro regó su primer trino” (Humanización) “La mano de Dios era mano de molinero en el molino; / Mano de Dios que mueve girasoles; / Manos de Dios que hace sonar los caracoles / al compás de la música del río” (Metáforas). Cabe aquí los comentarios del escritor Félix Armando Núñez: “La variedad de tono se adapta armónicamente a la diversidad de temas y otros tanto puede afirmarse de la pluralidad métrica y de la riqueza del vocabulario, de las imágenes, de los recursos de toda índole que evidencian una cultura general muy bien asimilada”.
El poeta también dominó la copla (1947), octosílabos llenos de una gran vivencia donde la concisión es una paradoja que deja ver la multiplicidad a que puede llegar el verbo cuando se transforma en la palabra erguida. Lo anímico con una fortaleza de gigante paseando por las nubes del entorno y del espíritu. Los Andes con sus tierras y habitantes andando más reunidos que la misma unión. La separación queda fuera de sus ojos y por lo tanto la fauna, la flora y la naturaleza toda marchando al mismo trote. Nada se escapa a la cuarteta, amor, guitarra, tierra, río, flor, campana, trigo, árbol, estrella, el cosmos atrapado desde la óptica de la poesía:

¡Que blanca es su desnudez                                      Palomitas mensajeras

la rosa de la montaña!                                                           ¿dónde estaréis a esta hora?

Así yo lo vi, molinera                                                El gavilán de la Sierra

tu lindo cuerpo en el agua.                                        pasa conversando a solas.

Después de haber dado algunos pasos cortos sobre varios libros del poeta Rugeles, me detendré en su consagrado poemario para niño y adultos: “¡CANTA, PIRULERO! (1950). Desde muy temprana edad cargo en mi memoria dos poemas los cuales recitaba los sábados en los actos culturales de mi querido GRUPO ESCOLAR REPÚBLICA DE NICARAGUA en Yaracuy. Ellos son:


LA GATA                                                                                           ESTE NIÑO DON SIMÓN

                                                                                                                                   

¡Un cintillo de plata                                                     “El niño Simón Bolívar

para mi linda gata.                                                          tocaba alegre el tambor

Porque bebe la leche con nata.                                      en un patio de granados

Porque sigue al ratón y a la rata.                                    que siempre estaban en flor.

Porque es novia del gato pirata.                                     Montó después a caballo

Toda su fortuna,                                                             Dicen que en potro veloz,

le dará la luna.                                                                por campos de San Mateo

Tal como esta gatita ninguna                                         era el jinete mejor.

hay en toda la historia gatuna,                                       Pero un día se hizo grande

con sus ojos color de aceituna                                        el que fue el niño Simón,

Recojamos flores                                                            y a caballo siguió andando

para sus amores                                                              sin fatiga el soñador.

Que en su boda tendrá mil honores.                              De Angostura hasta Bolivia

Los padrinos, dos gatos mayores                                   fue guerrero y vencedor,

y un cortejo de gatos doctores.                                       Por el llano y por la sierra

                                                                                         cn la lluvia y con el sol.

                                                                                         A caballo anda en la historia

                                                                                          este niño don Simón,

                                                                                          como anduvo por América

                                                                                           cuando era el Libertador.

 
Para que nos hable de este magnífico libro, traigo al poeta J. A. Escalona Escalona, quien asevera que: “¡CANTA PIRULERO! es uno de los mejores poemarios para niños que ha escrito un poeta de nuestro idioma. Manuel F. Rugeles ha tomado –selectivamente– las experiencias propias de la infancia y, ordenándolas en síntesis creadora, las ha transformado maravillosamente en una poesía incontaminada de intenciones didácticas y pueriles verbalismos”. La palabra en haz y envés dedicada a la comunicación del escritor con el lector o mejor decir una simbiosis que da origen a que el verbo perdure en lo interminable del tiempo, el lenguaje grácil y de aurora dejando su huella cual caminar de profundas raíces: Oigamos su texto DEJA DE LLORAR: “¡Niño: deja de llorar! /¡Que vas a agrandar el mar! / En la arena haciendo barcos / y castillos se diría / que todo lo has de alcanzar / ¡Pero deja de llorar! / ¡Tu padre salió de día / y ahora habrá de tornar / con su red de pesquería / y sus peces de cristal / ¡Pero deja de llorar! / ¡Que vas a agrandar el mar!”.
También nos unimos a Ana Mercedes Azuaje de Rugeles, cuando afirma: “Es una poesía noble, bellamente pura; una poesía que era ya la exaltación hacia las grandes maravillas del mundo”.
En el poema EL CLAVEL, se nota reciprocidad anímica, incorpórea y a la vez tangible, la naturaleza presente en forma de flor:


          “Ha nacido

          la luz del clavel. 

          Ya se viste

          de rojo el vergel.

          Hay olor

          de canela y de miel.

          La flor

          para ella

          y el sí

          para él”

 

La poesía necesariamente requiere de oficio, trabajo que la palabra sabiamente ilumina y recorre ámbitos incalculables, va desde una pequeña hormiga hasta alcanzar todo los mundos posibles y también convertirse en ser y no ser a través de la ubicuidad. Nada se escapa a la visión del creador literario cuando se entrega en carne y alma a los quehaceres mágicos de este arte envuelto en ludismo, seriedad, sencillez, y sobre todo en el realismo concatenado con la exuberante ficción.

El escritor merideño José Gregorio González Márquez al referirse al tema anterior, comenta: “En el poema, la palabra deja de ser una simple repetición de letras que nos da información, para convertirse en fuente de musicalidad, ritmo, expresividad y belleza. La poesía encierra el mito, el conocimiento, el poder, el amor, el desamor, la tragedia, el abandono, la leyenda, la vida. El poeta es un ser iluminado, un individuo que nace, crece y vive bajo el amparo del Creador. El poeta nunca muere, transciende en su escritura”.

El poemario tiene versos bisílabos, “Garza”, trisílabos, “La flor”, tetrasílabo, “Ya se viste”, pentasílabo, “Qué fama tienes”, hexasílabo, “De regreso, salta, brinca”. A continuación algunos recursos estilísticos encontrados en la obra. Diminutivos: “Tortuguita, solita, vaquita, hojitas, ovejitas”. Humanizaciones: “Tengo una alma sonora, vestiditas de negro salen rezando, ¡Qué fama tienes de charlatán!, Ahora contigo me quiero casar”. Paradojas: “Madura de sol y lluvia, tengo la raíz en tierra y la copa abierta al cielo, el que por mi lado pasa / siempre encuentra en mí una casa”. Metáforas: “Eres el reloj del campo, se puso a gritar el río, y una nube que escuchaba, la pluma va con su destino, doradas gotas de lluvia, leve desgranar sonoro”. Imágenes: “Ya se viste / de rojo el vergel, sobre la luz del jardín, el techo se viste de rojo, mi casa madura el trino”. Símiles: “Como la hoja verde / la cerbatana, como la hora verde / también la rana, ¡Que deslumbre como un sueño!, tal como esta gatita ninguna”.  Hipérboles: “Y se parte en mil reflejos, Niño: deja de llorar! / Que vas a agrandar el mar / Eres el reloj del campo, tu repertorio de no acabar, ¡Para todas, yo abrí la ventana”.

Sobrada razón tiene el investigador George Jean al afirmar: “La poesía no es finalmente otra cosa que una provocación para la imaginación. La imagen poética permite la visión de todo el resto y transforma los ojos, en particular, los ojos de los niños en fértiles”.

Vuelvo al escritor José Cañizales Márquez: “El poeta nunca abandonó el niño que hay en él, a lo que debe su vivencia e intemporalidad pero Rugeles parece ser que esta fuerza pesó en su corazón como un inmenso péndulo de oro hasta impulsarlo a escribir su grandioso poemario ¡CANTA, PIRULERO!, prodigio de creación y ensueño”.

Concluyo con un poema que le dediqué en el libro FABULAR DE VOCES:

 

Ibis de albura,                                     Ibis de nácar,                                      Ibis de cielo,

flor deslumbrante.                              perla radiante.                                   sueña el infante

Si es un tenor,                                      la simpatía                                          El que bien corre

entonces que cante.                           es un diamante.                                llega adelante.

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