Víctor Montoya
“Tejedoras
de estrellas”, dedicado al jesuita Luis Espinal, “por su luz permanente”, es un
pequeño libro pensado y escrito para los pequeños
lectores, con el único propósito de transportarlos a través de las imágenes y palabras
al territorio de los guaraníes, ubicado en el Chaco, al sudeste de Bolivia.
Se
trata de un pueblo que, desde su pasado precolombino, soportó la invasión de
los Incas, las matanzas ejecutadas por los conquistadores ibéricos, la desidia
de los gobiernos de la República yla presencia de diferentes órdenes religiosas,
cuyo principal objetivo consistía en catequizar y colonizar, con la ayuda de
los expedicionarios.
El
relato se inicia con la arremetida violenta de los capataces que, a galopes de
caballo y portando armas de fuego, siembran el pánico y la muerte entre los
pobladores de la hacienda “El Porvenir”, por instrucciones del patrón, quien,
en su condición de colonizador “karai” (blanco), estaba acostumbrado a imponer
su dominación con mano dura.
En
la masacre cae el abuelo de Isora, la protagonista principal del relato,
mientras los sobrevivientes huyen en estampida hacia los bosques, en procura de
poner a salvo sus vidas. Está claro que el abuelo de Isora, además de haber
sido un personaje querido entre los suyos, era el guía espiritual de su
comunidad y el portador de la sabiduría popular, que él transmitía a través de
la tradición oral.
En
la hacienda, mientras los hombres se dedicaban a labrar la tierra de sol a sol,
las mujeres cumplían su rol de esclavas domésticas en la casa del patrón, quien
abusaba de ellas sin ninguna contemplación.
Es
aquí donde aparece, como en todo relato concebido con la fuerza de la imaginación,
la abuela de Isora, para seguir contando todo cuanto conservaba en la memoria. Así
es como los niños y las niñas, por medio del poder de la palabra y la voz de la
anciana, se remontan a los tiempos en que los guaraníes vivían felices y en
armonía con la naturaleza, hasta que llegaron los colonizadores, dispuestos a sojuzgarlos
con sus creencias y leyes, sin importarles que los habitantes del Chaco tenían
sus propias normas y valores desde tiempos inmemoriales, así como tenían a sus deidades
tutelares de los bosques, campos, cerros, arroyos, árboles y otros, a quienes
les trataban con respeto y veneración, considerando que a ellos se debía la
naturaleza, como el bien y el mal que encarnaban los humanos.
Según
el relato, las estrellas tejidas por la abuela de Isora, con hilos de algodón,
presentaban el dolor de una comunidad sometida al despotismo de los hombres
que, llegados desde tierras lejanas, les hablaban en un idioma desconocido,
ávidos de riquezas y ganas de adjudicarle sus bienes a sangre y fuego. No
obstante, estas mismas estrellas, que nacían en las maderas del telar,
contenían también relatos fantásticos de los tiempos en que las deidades, como
el “Ñandú-tumpa” (avestruz divinizado), protegían a sus criaturas desde la
constelación celeste, donde “viven todoslos animales eternos”.
Isora,
que está en el umbral de la pubertad, aprende los valores más profundos de su
comunidad en el núcleo familiar, donde los ancianos son los encargados de
transmitir, mediante los cuentos, mitos y leyendas, los sabios conocimientos de
un pueblo que se resiste a perecer en el olvido. Y, lo que es más importante,
los conocimientos se transmiten en idioma guaraní, considerando que la lengua
de origen es el principal vehículo de expresión y compresión para el funcionamiento
y cumplimiento de las reglas y hábitos expresados en el lenguaje oral.
Isora
se da cuenta que las enseñanzas de su abuela son más coherentes con la realidad
de los guaraníes que las enseñanzas impartidas por su maestra en la escuela,
donde las lecciones se dictan en español
y se trata a los nativos que se oponen a la colonización de “rebeldes” y
“salvajes”.
En
este punto, está claro que el relato hace hincapié en el mensajede que la
escuela oficial no sólo
tergiversa la historia, sino que es alienante y está al
servicio de los poderes de dominación, porque difunde la idea de que los
blancos son los buenos y los indígenas son los malos; una dicotomía que no ha
permitido, durante varios siglos de colonización, la integración real de las
diversas culturas que ocupan el territorio nacional.
La
madre de Isora, que habita en una cabaña junto a otras mujeres que prestan sus
servicios en la casa del patrón, se ve sorprendida una noche por la repentina presencia
de la niña, quien le revela que tiene un plan para liberarlas de su condición
de esclavas domésticas. El plan consistía en repartirles hilos de algodón para que
tejieran sus propias historias como lo hacía su abuela.
Las
mujeres empiezan a tejer, en las noches de luna llena y cielo estrellado,
animales, plantas, ríos, cerros y todo lo concerniente a su entorno cultural,
no sólo para dejar un legado a las futuras generaciones, sino también porque en
sus corazones anida la historia y en sus manos se encuentra el camino de la
libertad.
Las
“Tejedoras de estrellas”, a través de
los tejidos, empiezan a hilvanar el pasado y el presentede los guaraníes, con
los recursos de la memoria colectiva, ya que los tejidos, como manifiesta la
autora del relato, son como los libros abiertos donde se leen historias de
vida.
Este
pequeño libro, escrito con un lenguaje llano y conocimiento de causa, es un
buen ejemplo de que las historias de los pueblos originarios, que hoy forman
parte del Estado plurinacional de Bolivia,pueden trocarse en magníficos
materiales literarios. Liliana de La Quintana, conocedora de la realidad viva
de las culturas ancestrales, nos ofrece un relato de reflexión, a tiempo de
acercarnos a la realidad y magia de la cultura guaraní, cuyo modus vivendi no
siempre se contempla en los libros de historia destinados a los escolares.
Por
otro lado, la primera menstruación de Isora, que es un periodo de transición
entrela niñez y la adolescencia,nos permite conocer las tradiciones y los ritos
de las mujeres guaraníes, quienes proceden a cortar el cabello de Isora, con la
creencia de que luego le crecerá otro como la hierba fresca y con más
vitalidad. Asimismo, a través de este ritual practicado por las abuelas y
mujeres mayores, la púber tiene derecho a conocer todo lo que hasta entonces le
estaba vedado en el seno de su comunidad, como ser las nuevas formas de
relacionarse con su entorno social y familiar; es más, su primera menstruación se
celebra con una “arete” (fiesta), donde participa la comunidad entrepalabras de
bienaventuranza y músicos que aviva la alegría.
Las
“Tejedoras de estrellas”, como es natural, siguen con su labor por las noches,
convencidas de que los tejidos no sólo son hermosas prendas por su forma y
colorido, sino que también representan el sueño de la libertad y registran historias
que debían permanecer viva.
Un
día estos tejidos, bien doblados y cuidados,
salen en manos de un joven guaraní, quien los vende fuera de la hacienda
“El Porvenir”. Con el dinero reunido, los pobladores tienen pensado recuperar su
libertad y las tierras que les fueron adjudicadas a sus antepasados. Saben que
el mayor interés del patrón y sus capataces es el dinero, así que no dudan en
entregarle lonecesario a cambio de recuperar las tierras, con las esperanzas de
volver a vivir con dignidad y en armonía con la naturaleza.
Otro
detalle interesante del relato es el hecho de que Isora, que pasa varios días
encerrada en la cabaña de su abuela, combinando el oficio de tejedora con la
escritura; una inquietud que la lleva a narrar sus experiencias vividas en un
cuaderno, y que más tarde, aparte de sorprender a su maestra y sus compañeros
de curso, la convierte en una excelente narradora de las tradiciones
ancestrales de su tierra y su gente.
El
pequeño libro de Liliana De la Quintana, acompañado por las finas y acertadas
ilustraciones de Miguel Burgoa Valdivia, respira un aire de justicia y enseña
que uno de los ideales más nobles al que deben aspirar los humanos es la
libertad, indistintamente de su condición de raza, sexo, idioma, nacionalidad y
cultura.No en vano
este relato ganó en 1996 el premio único al guion literario en el V Festival
Internacional de Pueblos Indígenas.
Datos
sobre la autora
Liliana De la
Quinta nació en Sucre, el 28 de Agosto de 1959. Comunicadora, videasta,
guionista y escritora de literatura infantil. Licenciada en Ciencias de la
Comunicación (Universidad Católica Boliviana), Diplomado Superior en Estudios
Andinos (FLACSO), Diplomado en Derechos de los Pueblos Indígenas (Universidad
Cordillera), Diplomado en Crítica de Arte Contemporáneo (Universidad Santo
Tomas de Aquino), Diplomado en Museología (Universidad Mayor de San Andrés) y
Gestión Cultural (UniónLatina).
Es co-fundadora de Producciones Nicobis, donde trabaja desde hace 33 años como Directora de Proyectos, en la producción de videos documentales sobre pueblos indígenas, animaciones y videos de ficción. También fue organizadora de Festivales y muestras de videos dirigidos por mujeres y Muestras de video para niños en Latinoamérica con la maleta del PrixJeunesse. Se hizo merecedora de 12 premios en video, en Bolivia, y de 19 premios en festivales internacionales. Cabe también mencionar que fue organizadora de Semillas de la Cultura, encuentro de niños y niñas artistas de los pueblos indígenas de Bolivia, fundadora y directora del Festival Internacional del audiovisual para la niñez y adolescencia KOLIBRI, desde 2006. Consultora especializada en el tema de derechos de los niños indígenas, con la producción de dos libros en coordinación con UNICEF y la Reforma Educativa.
Es co-fundadora de Producciones Nicobis, donde trabaja desde hace 33 años como Directora de Proyectos, en la producción de videos documentales sobre pueblos indígenas, animaciones y videos de ficción. También fue organizadora de Festivales y muestras de videos dirigidos por mujeres y Muestras de video para niños en Latinoamérica con la maleta del PrixJeunesse. Se hizo merecedora de 12 premios en video, en Bolivia, y de 19 premios en festivales internacionales. Cabe también mencionar que fue organizadora de Semillas de la Cultura, encuentro de niños y niñas artistas de los pueblos indígenas de Bolivia, fundadora y directora del Festival Internacional del audiovisual para la niñez y adolescencia KOLIBRI, desde 2006. Consultora especializada en el tema de derechos de los niños indígenas, con la producción de dos libros en coordinación con UNICEF y la Reforma Educativa.
Es autora de más
de una veintena de libros infantiles sobre mitología indígena, identidad
cultural, cine, video, desastres naturales y otros. Su libro “La abuela grillo”
(2004) fue seleccionado en la Lista del Honor del IBBY Internacional (Ciudad
del Cabo, Sudáfrica). Obtuvo cuatro premios como escritora de Literatura
Infantil. Es miembro del IBY/Bolivia y co-fundadora, en 2006, de la Academia
Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, institución de la que es su actual
presidenta.
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