miércoles, 26 de septiembre de 2012

Un viaje a nuestra infancia desde la tinta invisible y otras historias

David Figueroa González

“De pronto me disfrazo con el silencio
de un escondite que está y no está”
Carlos  Ildemar Pérez

Desde siempre he sentido admiración especial por la  literatura infantil. Mis primeros pasos como lector estuvieron impregnados  de esas obras, recuerdo “La edad de oro” de El apóstol José Martí,  la  simpática “Rizos de oro y los tres osos” del escritor ingles  Tony Ross o  los inocentes hermanitos  Hansel y Gretel, historias recopiladas por los  hermanos Grimm. Me llena de
nostalgia por aquellos años de mi niñez y a la vez me hace pensar en lo difícil que es esa labor de escribir para los más jóvenes.
Al encontrarnos con  el escritor José Ortega, este nos dice: “El lenguaje es el hechizo del mundo.” Es allí donde los poetas junto a los niños son los primeros en descubrir las posibilidades más íntimas  y lúdicas de las palabras. Lograr mediante el verbo conectarse con los niños o jóvenes,  desde mi punto de vista, requiere que el prosista  posea en el alma parte de esa inocencia que en la  infancia se desborda. Ahora bien, leyendo “Astronomía submarina,”  del libro “La tinta invisible y otras historias”  observamos cómo su autor, el  escritor José Gregorio González Márquez logra esa química que engancha al lector sin importar la edad.  Al pasearme por las líneas de esta historia volví al salón de clases de mi escuela, regresé  a la infancia,  recordando mi primer beso, de la misma manera como ocurre en la narración:
“Al voltear casi rozo el rostro de Eyscar. Sabes-me susurró-, siempre llaman mi atención tus locuras; es muy bonita la historia que contaste. Dicho esto, me dio un beso en la mejilla y se alejó corriendo. Hasta hoy siento el suave aliento de su respiración en mi cara”
José Gregorio González  Márquez, a través de sus textos  maneja  tópicos educativos,  lo que le permite transmitir un conjunto de información y conocimientos sobre la historia, la cultura y las ciencias; de esta manera ayuda a enriquecer el  vocabulario y estimula  la  creatividad e imaginación de sus lectores.  El  investigador y escritor  Efraín Subero en el libro “La literatura infantil en el mundo hispanoamericano,”  de igual manera nos habla al respecto y afirma: “Cuando la literatura se junta en un todo armónico, con lo recreativo y lo didáctico, entonces no sólo sirve para el disfrute y hasta para enseñar historia y geografía…sino para elevar la condición humana, para recordar al hombre su condición de hombre y al niño lo hermoso de ser niño”.  En el cuento “Dagni,” detallamos esos elementos:
“Queríamos lincharlo por ocultarnos la información. Nos contó que estaba recién mudada, que venía de Maracaibo, una gran ciudad con un lago hermoso donde extraían petróleo; que su padre venía a trabajar como profesor interino en el liceo del pueblo…”
Una de las características esenciales de la literatura infantil es su capacidad de encender la imaginación del joven lector u oyente, de sensibilizarlo, de estimular la fantasía y de hacerlo  soñar,  ello gracias a la habilidad que tiene el creador de  imprimirle sus experiencias, por lo que podríamos decir que viajamos con el escritor a su infancia.  En el texto “Cartas de amor”, José Gregorio González Márquez, transforma al protagonista de la narración, un joven estudiante enamorado en un escritor afamado del colegio, transfiriéndole sus características de bardo, así leemos:
“Me convertí en una especie de “Cupido” que ayudaba a los demás en sus lances amorosos. Les cobraba una módica cantidad de dinero por mi trabajo; eso sí, no revelaba los nombres de mis clientes. Mientras tanto, coleccionaba infinidad de cartas que le escribía a Claret.
Me sentía orgulloso de mi trabajo pues facilitaba el acercamiento de otros a sus amigas”
Muchas veces el libro se convierte en algo más que verbos plasmados en un papel, y llega a transformarse  en  un juguete para el infante, como lo platea el poeta Yony  Osorio  en su ensayo “Caballito de madera,”  trabajo referente al libro del mismo nombre, él  nos expresa que la palabra  “invitaría al niño y al docente a cabalgar  en una aventura plácida por la multiplicidad de caballos imaginarios hechos de escritura desde tiempos remotos.” Lo que demuestra cómo la imaginación es un  elemento lúdico subyacente en la aventura de leer. En este sentido, el maestro y escritor Gianni  Rodari  en su trabajo “La imaginación en la literatura infantil,” plantea: “el libro-juguete (las fábulas, las aventuras, la poesía en la que la lengua juega consigo misma) ha de tener un lugar duradero en la literatura infantil, junto a otros libros que actúan sobre otros componentes de la personalidad infantil, abriendo otros caminos en el itinerario que tiene un extremo en el niño y otro en la realidad. Hasta esos otros libros, para dirigirse a los niños, no podrán olvidar el lenguaje de la imaginación: su autor deberá sentir sus vivencias en la imaginación si quiere que el mensaje llegue a su destinatario.” De esta manera en la historia “La tinta invisible” encontramos un  protagonista  muy audaz e inquieto, para quien  la diversión estaba en la lectura e incluso soñaba con ser escritor:
“Leo mucho en ocasiones voy a la biblioteca  y curioseo entre los libros de química, biología, arte, literatura. A veces no entiendo nada de lo que está escrito pero disfruto observando fórmulas, leyendo cuentos, viendo obras de arte y tras cosas que me parecen interesantes.
Algunos dicen que estoy medio loco. No creo que sea así. Mi comportamiento quizás se sale de lo común. Por ejemplo, detesto reunirme con amigos para hablar de los programas de televisión. Prefiero dedicarme a la lectura.. Quiero llegar a ser escritor; eso sí que suena interesante”
Por otra parte, en este libro “Tinta invisible y otros relatos”  el tema del amor, ese primer amor bonito, puro y tierno es presentado mediante  una perspectiva platónica, donde el sentimiento afectivo se inicia desde un acto contemplativo,  que el  joven admirador al ver  su objetivo amado no se aproxima, pero tampoco huye de su presencia. En el prólogo al libro  “Orlando Araujo: El niño que llevamos dentro” del poeta David Figueroa Figueroa, el escritor José Gregorio González  Márquez, nos aclara esta visión del amor:“ La imaginación permite al lector-joven-adulto vivir inmerso en el mundo de lo posible. Cuando imaginamos nos entregamos al ejercicio de la palabra hecha ésta, bondad, amistad, solidaridad, dolor, agonía, silencio; pero sobre todo, amor.” Ejemplo de esto lo leemos en la historia:“La clave de sol”
“En otra oportunidad, el caracol se esfumó de nuevo. Volvimos a la búsqueda hasta que lo encontramos sobre una hoja de papel donde Nelsy había dibujado la clave de sol. Seguramente el caracol se ha enamorado de la clave de sol, especuló. Yo creo, que los caracoles también tienen corazón y aman. Quizás la música ha tocado las fibras de su alma”. 
Más adelante reafirma la idea:
“Me convencí del amor platónico de mi caracol y la clave de sol. En la vida pasan situaciones a veces incomprensibles para nosotros”
La fantasía  permite a los niños exorcizar  el espíritu corrupto e indómito de los piratas y   deja  ante sus ojos el alma romántica de esos navegantes aventureros,  cazadores de tesoros.  El escritor David Figueroa Figueroa nos presenta, al respecto “sabemos que estos pequeños en poco se diferencian de los duendes, maestros inseparables de la ubicuidad, poetas que transforman las figuras que ven o palpan en universos lejanos y cercanos”   Ese espíritu luchador, metamórfico y romántico tal vez encarne el anhelo de la  libertad lúdica , que todo infante expresa cuando encarna los roles de  personajes en sus juegos, bien sea durante el carnaval o a diario, con parche o sin él, muchos soñamos con izar la bandera pirata y surcar los océanos en busca de tesoros. En el relato “Las cuevas del pirata”  encontramos el desarrollo de esos mundos:
“Resolvimos entrar. Repentinamente apareció en la entrada un anciano; su larga cabellera despedía un halo de luz que nos encandiló.
Niños no pueden entrar; corren el riesgo de perderse.
Asombrados le preguntamos quién era.
Soy el espíritu de la montaña. Estoy aquí para cuidar este hermoso lugar, creado ir Dios, de la mirada del hombre. Ustedes han hecho mal viniendo aquí sin autorización de sus mayores.
Queríamos conocer la cueva, buscar el tesoro que dicen está dentro…
Antes de irnos, respóndanos: ¿de dónde sale esta cueva? ¿es cierto que está encantad?
Yo vivo en ella desde tiempos inmemoriales. Poca gente me ha visto. Ustedes son  privilegiados porque tienen en su corazón la inocencia del niño. Si bien son traviesos, proceden más por curiosidad. ”
La literatura infantil  proporciona a los jóvenes mundos infinitos y la lectura es la llave que abre la puerta a esos asombrosos universos, donde lo extraordinario y fabuloso se convierte  gracias a la imaginación, en situaciones  o vivencias  cercanas a su cotidianidad, como lo manifiesta  la  escritora y docente universitaria Laura Antillano: “El niño tiene una maravillosa capacidad de interpretación de la realidad. Frente a un hecho real, simple, él vive la multiplicidad, su percepción lo enriquece todo.”  En la  historia “El circo” la emoción baña al pueblo, despertando las expectativas  de los más jóvenes:
“Ahora estaba allí. La caravana desfilaba a paso lento. Nosotros corríamos con ella. La curiosidad nos mataba; tratábamos de ver por las rendijas de los remolques…
Detrás  desfilaban payasos haciendo morisquetas; malabaristas lanzando al aire hasta cinco bolas sin dejarlas caer; mujeres hermosas a medio vestir, nos dijeron que trabajaban de trapecistas; magos jugando con mazos de cartas y sacando monedas de las orejas de los chichos que encontraban en el camino, por cierto me parecieron ladrones pues no nos devolvían las moneda”

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