viernes, 30 de septiembre de 2011

El placer de leer




José Gregorio González Márquez

August Macke. Hombre leyendo en el parque
La lectura ha prevalecido durante siglos en los espacios humanos. La invención de la imprenta permitió el acercamiento del hombre al acto de leer. El libro como vehículo expedito para comunicar, plenó la cultura de la humanidad hasta transformarla en un bien inapreciable cuyo fin no era otro que transmitir información y recrear un universo de posibilidades para que el hombre apreciara de manera fehaciente el mundo que le rodeaba. Con el devenir de la historia, muchas situaciones han
cambiado.
La lectura es un acto mágico. Leer implica sumergirse en el orbe de la palabra; atesorar consigo la cosmogonía que sustenta toda forma de existencia. El libro constituye un eslabón único entre el creador y el lector. Quien lee y se hace partícipe de la palabra escrita, funda en su memoria un universo de pasión, amor, sabiduría, imaginación, fantasía y libertad. La lectura hace de los hombres, seres poseedores de la alquimia, de la magia, del misterio.
El hábito de la lectura no se hace logra por obligación, se adquiere por necesidad. Por supuesto, necesidad que nace del alma misma del lector. Todavía manejamos una concepción errada al pretender obligar a niños y jóvenes a leer; y no sólo eso, asumimos que deben adentrarse en los libros que consideramos pertinentes para sus edades y gustos. Nos empeñamos en proponer textos que son de nuestro agrado sin saber si son del placer y disfrute de los demás.
El hogar y la escuela son las instituciones dilectas para promocionar la lectura. Sin embargo, este proceso de comunicación no puede usarse como modelo punitivo. Aún vemos con dolor como en muchas aulas escolares se usa la lectura para castigar al discente; para obligarlo a formalizar el acto de descifrar signos y símbolos con la creencia que aprenderán a leer. Este razonamiento está lejos de la realidad. Los niños y jóvenes se interesan por la lectura si pueden escoger con libertad lo que quieren leer.
Con el auge vertiginoso de las tecnologías de la información y comunicación, muchos consideran que el libro como objeto tangible va a desaparecer y se llevará consigo el deseo de leer; otros sostienen que los libros digitales reemplazarán a los físicos pero permanecerá intacto el gusto por la lectura. No dudamos que a largo plazo se presentará la disyuntiva entre ambas posiciones; pero, jamás perderemos la capacidad de apoderarnos de la sabiduría, del lenguaje y sus creaciones. Por lo tanto, el libro seguirá viviendo entre nosotros, ocupará lugares de privilegio pues de él depende la historia de la humanidad. Todos los saberes ancestrales están atesorados y a buen resguardo en las páginas del libro. Así, estamos obligados a preservarlo y con ello disfrutar del placer de la lectura para conservar la memoria colectiva.

2 comentarios:

  1. me complace leer tus trabajos, José Gregorio. Tuis ideas,conceptos me dan pie para iniciar mi ensayo, alguna cuartilla para enviartela e iniciar un dialogo, una mesa de trabajos para que sea aprovechada por otros respecto a los temas planteados.

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